Capítulo 41: Saberlo, no cambia nada

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Me subo a mi auto para dirigirme a casa del matrimonio Milano

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Me subo a mi auto para dirigirme a casa del matrimonio Milano. Desde que me fui de viaje a Alemania, no he sabido de ellos y necesito ver cómo Anna está llevando la situación con su exmarido, que no debe de ser nada fácil para ella. Eso sin sumar el resto de las cosas preocupantes que tiene en su cabeza. Solo espero que la noticia de que todo estará bien, le traiga un poco de alegría.

Me estaciono en la mansión y cuando voy a entrar, pasa lo mismo que la vez pasada cuando Martín y yo llegamos y la fiscal quería apresar a Donato. En esta casa las discusiones son el hobby favorito de los que viven aquí, incluso cuando Donato sabe que Annalisa no puede estar bajo estrés. Este hombre mete la pata una y otra vez.

Cuando entro a los primeros que veo son a los primos Milano, y seguidamente, Annalisa y otra mujer que no conozco. Tiene cara de víbora venenosa a más no poder. Creo que sé quién es. Sin temor a equivocarme, algo me dice que esta es la amante de Donato a la que le transfirió el dinero a Dante para no levantar las sospechas de Anna. Vaya momento escogió para traerla.

—Te exijo que le digas la verdad a mi esposa. —Escucho a Donato decirle a la víbora. Su voz suena furiosa. Parece que esto comenzó antes de que yo llegara.

—Donato, no necesito seguir pasando por humillaciones de tu parte —dice Anna sentada. Cuando la veo, ya no llora. Sus lágrimas al fin se han secado.

—Escucha la verdad, Anna —digo llamando la atención de los cuatro—. Obsérvala, Anna. —Me mira interrogante—. Su mirada de maldad, Anna. Está mujer es una víbora.

—No me ofenda. Usted no me conoce.

—No necesito hacerlo, señorita —respondo—. Habla, Donato. Cuéntanos tu versión.

—En la despedida de soltero que me organizó Dante. —Anna mira mal al mencionado—. No lo veas así, cariño. No fue su culpa. Ninguno de los dos invitó a dos strippers. Estábamos bebiendo y llegó un momento donde fui a dormir a la habitación del hotel y amanecí con esta mujer en mi cama. No recordaba nada, cuando la vi, me di cuenta que se trataba de mi ex. —Anna abre los ojos y lo mira—. Sí, cielo —le responde algo que parece que solo ellos entienden y Anna se siente frustrada.

»—Nos grabó, juró mostrarte el video. Nos íbamos a casar. Yo soy feliz a tu lado como nunca lo fui. No quería que ella arruinara eso. Desde que nos casamos he tenido que darle sumas de dinero para que no muestre el video que tiene en su poder. Admítelo de una vez —dice mirando a la mujer—. No es mi amante, Anna. Fue solo esa noche. Estaba borracho y no recuerdo nada, por favor, créeme. —Se arrodilla frente a ella, tomando sus manos.

—No pienso admitir nada. Follamos porque ambos queríamos. Nunca me has olvidado.

—Sí lo admites, Donato te dará cinco millones de euros. —Los ojos de la víbora brillan. Ella mira a Donato y este asiente.

—Sí, es verdad. Yo le pagué a la otra chica para colarnos y ella le puso una droga a Donato para que no recordará nada y así poder amenazarlo. Me había quedado sin empleo y tenía deudas que pagar.

—Siempre fuiste una adicta al juego.

—En este momento, te vas a ir de aquí con las manos más vacías de lo que llegaron a esta casa.

—¿Qué? Me dijiste que me darían...

—A un arribista como tú no le daría ni un euro ni permitiré que Donato lo haga. Quiero ahora mismo el video original. ¿Sabes quién soy? Una abogada, y escuchando todo y con testigos y tu propio testimonio que grabé con mi celular, puedo acusarte por extorsión. Tengo todas las pruebas. Así que, si no quieres problemas, harás lo que te digo y te marcharás. Espero que hayas sido inteligente y hayas ahorrado el dinero que te ha estado dando Donato.

La mujer me mira furiosa al darse cuenta del gran problema en el que se encuentra. Con esa misma furia saca un sobre de su cartera y Donato ve que son las cintas de la grabación.

—Espero por tu bien que no intentes hacerte la lista, si ese video se hace viral en algún lugar, cumpliré mi palabra.

—Ahí en el sobre está todo. Me largo.

—Gracias, Antonella —me dice Donato cuando la mujer ya ha salido de la casa.

—Lo hice por Anna, Donato. Suficiente ha sufrido. Espero que no haya ni una sorpresita más.

—No, no hay ni habrá nada más.

—Saberlo, no cambia nada —dice Annalisa que se ha mantenido en silencio desde que Donato contó todo.

—Cariño, por favor.

—¿Tú me pides por favor? ¿Tú me escuchaste cuando yo te lo pedía? No, no lo hacías y yo tampoco lo haré.

—Anna —intervengo.

—No, Anto. Esta vez no. Has sido la decepción más grande de mi vida, Donato Milano. No quiero saber más nada de ti. —Lágrimas bañan el rostro de Donato. Me da lástima. Es cierto que lo ha hecho mal en varias ocasiones...

—Yo te amo —dice.

—Yo también —admite—, pero mi odio y mi rencor son mucho más fuertes que el amor que te tengo. Te repito que te diste cuenta muy tarde que me amabas. No quiero seguir atada a ti —repite lo mismo—. El juicio es en una semana. Ese mismo día quiero que me entregues mi libertad. No me lo sigas negando. No hay nada que puedas hacer para que cambie de opinión.

—Te lo daré. Con el dolor de alma te devolveré tu libertad si con eso serás feliz.

—Tengo algo que decirles sobre el caso —digo cambiando de tema. Siento que estoy de intrusa aquí por el aire tenso que se respira entre Anna y Donato.

—Si son malas, hoy no, Anto. —Sonrío y me siento a su lado cuando Donato se aparta.

—No, cariño. Todo lo contrario. Son muy buenas. —Ella levanta la mirada.

—Lo lograste —adivina—. Muchas gracias, Antonella. —Me abraza fuerte, emocionada.

—Saldrás libre, Anna. Ganaremos el caso. Lo sé.

—¿Quién fue? —pregunta Donato.

—Lo sabrás en el juicio, como todos. Necesito que seas testigo —le digo y él asiente.

¿Están tan emocionados como yo por ya saber quién es el culpable?

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¿Están tan emocionados como yo por ya saber quién es el culpable?

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