Capítulo 42: No me importa perderlo todo

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Narra Annalisa

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Narra Annalisa.

Me levanto en presencia de todos para dirigirme a mi cuarto y Antonella me sigue. Ella sabe que estoy mal y no me vendrá mal su presencia como apoyo en estos momentos. Entramos al cuarto que una vez fue la habitación matrimonial de ambos y como cada vez que entro aquí, no resulta nada fácil.

—Se debe sentir raro estar aquí.

—Sí. Hay demasiados recuerdos. —Mi mirada se pierde, recordando—. Tanto buenos como malos. —Suspiro—. No solo en esta habitación, en cada rincón de esta mansión, hay recuerdos. —Duele como la mierda, pero observo a Antonella como si estuviéramos hablando de trivialidades.

—Como ya mencioné, el juicio es en una semana. —Asiento—. Necesito que para ese día estés lo más tranquila posible. Todo saldrá bien para ti. —Toma mi mano en señal de contención.

—Me alegra que hayas dado con el culpable de todo. Ya dijiste que no podemos saberlo por ahora. —A pesar de todo, me preocupa. Quiero saber ya quién es.

—Confía en mí como lo has hecho hasta ahora. No voy a fallarte. Necesito que no hables con nadie sobre el caso. No digas que ya sabemos quién es el culpable ni nada. Ese hombre tiene ojos y oídos en todas partes y no podemos confiarnos.

—Será como tú digas, entonces. Ahora cuéntame, ¿cómo están las cosas con Martín? —pregunto y una sonrisa se asoma en su cara. La cual conozco muy bien, es de plena felicidad.

—Todo perfecto. Estamos juntos.

—De eso pude darme cuenta. No se despegaba de ti cuando aterrizaron de su regreso a Milán. —Todavía puedo recordar lo loco que se puso Martín cuando un tal Edel lo llamó desde Alemania. Viaje que no me dijo que haría, pero eso ahora ya no importa.

—Ese accidente me hizo darme cuenta de todo. Mis estúpidos miedos me estaban llevando a perderlo. Lo último en lo que pensé cuando me desmayé, fue en él. Solo quería una oportunidad más para estar con él.

—¡Qué bonito!

—Sí. No me gustó la forma en que me di cuenta, pero lo importante es que ya lo hice.

Estoy sola en la habitación, Antonella se fue cuando una llamada de Martín llegó a su teléfono y una estúpida sonrisa de mujer enamorada adornó su rostro. Sonrisas como esas que yo solía tener hace varios meses atrás y que posiblemente no volverá por las mismas razones.

No veo la hora de que esta pesadilla llegue a su fin. Solo quiero que pase rápido la semana para que el juicio se lleve a cabo. La seguridad que Antonella ha tenido desde que todo comenzó no puedo tenerla al cien por ciento por mucho que lo desee. Han sido tantos momentos difíciles, que creer que todo será tan fácil, es complicado.

Mi única misión ahora es ser libre, tanto de las acusaciones como de Donato. Quiero fervientemente que me devuelva mi libertad. Me da rabia seguir atada a él. Sé que un papel que me acredite como mujer divorciada no hará que deje de amarlo, pero me dará la posibilidad de alejarme para olvidarlo.

En esta vida nada es eterno.

Siempre que escuchaba esa frase pensaba que mi matrimonio si lo sería. Que nada sería lo suficientemente fuerte como para separarnos, me equivoqué y de qué manera.

Mi hijo será mi prioridad, lo es desde aquella madrugada que comencé a sangrar y tuve que ir sola al hospital y enterarme de que está creciendo dentro de mí el resultado de un amor que ya no puede ser. Desde ese momento supe que jamás podría dejar atrás a Donato por completo. Como quiera que sea es el padre y estará en su vida.

Me obligo a comer lo que me trae Bernard como cada día. No salgo de este cuarto para evitar encontrármelo. Cuando la amenaza ya no exista, me iré de aquí a terminar mi embarazo, aunque tendré que pedirle a Anto que me ayudé a encontrar un lugar donde vivir y un trabajo.

—¿Qué quieres? —le digo a Donato mientras le doy un sorbo a la sopa que tengo frente a mí.

—Asegurarte de que no te daré el divorcio ni antes, ni durante, ni después del juicio. —Suspiro. ¿Qué mosca le ha picado a este hombre?

—Puedo saber el porqué de tu decisión.

—Ya lo sabes, porque te amo. —Ha dicho esa frase en el último mes más que en dos años juntos.

—Lo lindo que existía entre nosotros lo mataste. —Niega.

—Déjame arreglarlo —pide por enésima vez.

—No quiero que lo hagas.

—Lo haré —contradice.

—Si no me das el divorcio por las buenas. —Hago una pausa. No quería llegar a esto, pero él me está obligando a hacerlo—. Te quitaré todo tu patrimonio y lo que has construido con tanto esfuerzo. —No luce sorprendido ni ofendido. ¿Qué le pasa a este hombre?

—No me importa. —Me ha dejado boquiabierta, sin saber que decirle—. Yo solo te quiero a ti y a mi hijo junto a mí por el resto de mi vida.

—¿Te estás escuchando? ¿Te has vuelto loco?

—No me importa perderlo todo. Estoy desesperado —confiesa—. Si haces lo que dices, será un largo proceso y si tengo que hacerlo más largo lo hago para tener tiempo y poder conquistarte, con gusto lo haré.

—Déjame sola —pido—. Quiero terminar mi cena en paz, por favor.

—Descansa, preciosa. —Se acerca para darme un beso en la frente que no rechazo.

 —Se acerca para darme un beso en la frente que no rechazo

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