Capítulo 43: El día ha llegado.

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Narra Antonella

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Narra Antonella.

Abro los ojos, consciente del día que es hoy. La semana pasó relativamente rápido. Fueron largas noches donde Martín estuvo a mi lado, aconsejándome junto con algunos profesionales del bufete donde había sido contratada. El día que marcará un antes y un después, por fin ha llegado.

Lo primero que hago es llamar a Anna, necesito saber cómo está hoy. He ido a verla cada día de esta semana para asegurarme que está bien. Ha aprendido a controlar sus emociones muy bien. Me asegura que se siente perfectamente y que confíe en que ella estará serena durante todo el juicio.

Me miro en el espejo el conjunto de pantalón y chaqueta azul con unos tacones negros no muy altas que me permitan estar cómoda. Ese es el vestuario que he escogido para hoy. Me da el porte serio de abogada que quiero que todos noten en esa sala. Allí estarán presentes algunos abogados del bufete que me ayudaron, prometieron estar allí en señal de apoyo, pero sé que también estarán evaluándome.

El reflejo de Martín se ve a través del gran espejo del baño. Se ve increíblemente guapo con un traje gris. Besa mi cuello, apartando mi cabello rojizo, lo que me genera cosquillas. Seguidamente, me abraza en la misma posición en que estamos.

—Todo saldrá bien hoy —asegura y sé que sí.

—Gracias por todo tu apoyo. Por tu comprensión y por convertirte en el hombre maravilloso que estoy conociendo.

—Está versión de mí llevaba mucho tiempo oculta. Tú, siendo tan única, lograste que volviera a salir a la luz. Espero que algún día puedas olvidar cómo inició todo.

—No te preocupes. Gracias a ese pasado estamos aquí y con una relación muy fortalecida, confiando siempre el uno en el otro. Además, sacarte de quicio es algo que se me da muy bien.

—En eso tienes toda la razón —dice riendo ante los recuerdos. Martín era un borde, pero debo admitir que a pesar de sus hirientes respuestas, saber que lograba sacarlo de sus casillas, me dio mucha satisfacción.

Vamos en el auto y sin que nadie lo note, tenemos una pequeña seguridad que nos sigue de cerca. Casi no se notan, pero sé que están allí. En el asiento trasero están ocultos los documentos con las pruebas que expondré hoy para que Anna salga en libertad.

Es la primera vez que voy a un juicio como abogada defensora y no como una espectadora más. Durante mis años de carrera siempre deseé ocupar el lugar de los abogados, la mayoría hombres, fueron pocos los juicios donde la abogada fuera una mujer. Esta vez, yo seré la protagonista de este evento tan importante.

Con ayuda de algunos policías, logramos entrar al juzgado. Hay muchos periodistas en la entrada del juzgado. Cuando todo estalló ellos se calmaron algunos días, pero en cuanto supieron la fecha del juicio, sabía que algo así podría pasar. Al final, Anna y Donato son figuras públicas por la empresa tan importante que manejan.

Veo que Donato se encuentra bastante nervioso. Está al lado de Anna, muy cerca, no se despega de ella y presiento que su nerviosismo sea a causa de la amenaza y su temor de que puedan intentar algo contra ella aquí. Esa posibilidad la veo muy imposible. El culpable debe de sentirse muy confiado de haber logrado lo que quería, se dará cuenta de su error más pronto que tarde y no podrá librarse.

Nuestra seguridad está desplegada por todo el lugar como simples espectadores que quieren estar presentes en el juicio, además de las personas que yo invité.

Del otro lado de la sala están: Vitale, Alonzo y la secretaria. Su testimonio en el juicio no tiene mucha trascendencia, pero igual servirá un poco.

Me despido de Martín y me dirijo con Annalisa a nuestros lugares en la mesa. Cuando tomamos asiento, veo sus manos temblar y las coloca sobre su vientre buscando la calidez de su hijo para relajarse. Puedo imaginar que estar aquí dentro hace más difícil su tarea de relajarse.

Cuando el público empieza a entrar, veo que mis chicos se sientan en las filas más cercanas al estrado. Los tres me lanzan besos y en silencio, me desean toda la suerte del mundo.

Del otro lado de nuestra posición, están Martín y Donato, este bastante nervioso, supongo que quiere que esto acabe de una vez y por el hecho de que dijo que firmaría el divorcio tras acabar el juicio, aunque Annalisa me contó lo que le dijo aquel día que desenmascaró a la víbora que lo extorsionaba.

Al otro lado de la sala, se encuentran los testigos que van a declarar. La mirada de Alonzo se cruza con la mía y trato de transmitirle tranquilidad. Ha logrado disimular muy bien. Saber que de eso depende su libertad, fue un incentivo para que lo lograra.

—Todos de pie para recibir a los miembros del jurado y a la señora jueza —dicen alto y todos en la sala y el público obedecemos. Entran uno por uno hasta que finalmente la jueza toma asiento y nos indica a todos hacer lo mismo.

El juicio ha comenzado.

El juicio ha comenzado

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