Capítulo 30: Que vivamos juntos no cambia nada🧑‍⚖

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Narra Annalisa

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Narra Annalisa

La llamada de Antonella me dejó muy inquieta. Sobre todo, por el hecho de que al despertar me di cuenta que había pasado la noche fuera. Sé muy bien que la situación con el caso la tiene bastante enredada y a eso, sumemosle su situación sentimental con Martín.

Cuando me dice que nos encontremos en casa de Martín, muchas dudas me surgen. Cada vez que hablábamos del tema, ella rehuía, se negaba a aceptar lo que siente. Que me haya citado ahí puede significar muchas cosas: o pasaron la noche juntos, ella cometió una locura y acabó yendo allí o sencillamente, hay algo malo y no sé cuál de las tres prefiero que sea.

Encontrarme con Donato al bajarme del taxi me puso en alerta roja. No quiero adelantarme, pero esto no me gusta nada. Después de lo que sucedió hace días, quiero evitarlo a como dé lugar. En el ascensor, agradezco que se haya subido otra persona a último momento, si no, él aprovecharía la oportunidad y son unos cuantos pisos.

—En algún momento tenemos que hablarlo —me dice cuando la mujer se baja en el mismo piso que nosotros y se aleja.

—No hay nada de qué hablar, Donato. Lo que sucedió fue un momento de vulnerabilidad. —Dios, qué ridícula me siento al decir eso.

—Me amas —afirma.

—Pero también tengo muchos sentimientos negativos hacia ti. —Su rostro se contrae. Sé que muy en el fondo me quiere, sin embargo, eso no fue tan fuerte como para impedir que me lanzará al vacío...

—Perdóname —dice.

—Es demasiado tarde. No puedes reparar nada de lo que has hecho. No podrás reparar el dolor que siento. —Toco la puerta rogando que abran rápido para no seguir con la conversación.

Al abrir la puerta, me encuentro con el dúo de abogados muy cerca uno del otro. Aquí pasó algo y me muero por escuchar la versión de Antonella.

—¿Qué sucede, Martín? —alega Donato—¿Qué significa esto? —dice señalando todo a nuestro alrededor.

—Estamos en peligro y debemos hacer algo. —Ambos abrimos los ojos y ella nos invita a pasar.

Una vez adentro, tomamos asiento en los sofás independiente mientras Martín y Antonella se sitúan en el más grande y Martín la toma de la mano y le da un tierno beso. Por instinto, levanto la mirada encontrándome a Donato sonriendo. Yo me siento igual de feliz. ¡Al fin!

—Bien. El asunto es el siguiente —comienza Antonella—. Ayer, salí de casa tarde en la noche mientras dormías y fui a un bar. —Ya me imagino a qué por la cara con que me mira—. Al salir, un desconocido me intercepto para amenazarme. Al principio pensé que sería un ladrón, pero no.

—¿Quién era? —pregunta Donato.

—El verdadero culpable del desfalco. —Donato agacha la mirada.

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