Marcaderiva
Antes de que saliese el sol, Daemon fue avisado del avistamiento de una enorme flota que se dirigía hacia la isla. Una pequeña barca se había acercado al puerto con una tela blanca. Daemon accedió a que uno de sus hombres de confianza fuera con el desconocido, que decía ser seguidor del legítimo rey.
«Ahora los reyes salen desde debajo de las piedras», pensó Daemon con fastidio. Por si no tenía suficientes problemas con la reina, mejor dicho, las reinas de la capital y la reina viuda, ahora aparecía la pieza que faltaba en el tablero: el rey, la pieza más importante. Las reinas eran piezas poderosas, las mejores si se usan bien, pero el rey era el rey. A rey muerto, partida perdida. Daemon se preguntó qué papel desempeñaba él en el tablero.
Estaba sentado en el trono de su padre en la sala de audiencias, iluminada por la luz que se colaba por sus grandes ventanas, cuando accedió a hablar con el mensajero. Uno de sus sirvientes asintió y salió a comunicar la noticia; cuando las puertas volvieron a abrirse un hombre, de edad similar a la de su padre a primera vista, entró. Daemon se sorprendió por su pelo coloreado de azul, aunque sus cejas y las raíces sin teñir delataban que la verdadera coloración rojiza de su cabello, pero no dejo que eso lo desconcentrase.
—Dicen que tenéis in mensaje para mí —se dirigió a él con la extraña sensación de que lo conocía, pero Daemon no estaba del todo seguro, podía ser que su sueño de la noche anterior le estuviese jugando una mala pasada—. Oiré gustoso lo que tengáis que decirme.
El mensajero miró a su alrededor, como buscando a alguien, antes de volver a hablar. Las marcas de su rostro parecían darle más edad de la que realmente tenía.
—¿Dónde está el señor de Marcaderiva? ¿Dónde está Jace?
Su padre, lord Jacaerys, llamado por muy pocos Jace... El pulso de Daemon se aceleró de manera considerable.
—Dado que mi señor padre no se encuentra en condiciones de dar audiencias, yo soy el señor de la isla y, como tal, me hablarás a mí —dijo Daemon, no quería que el desconocido, aunque parecía saber quiénes eran él y su padre, supiese de la ausencia de su padre—. ¿Quién sois y de qué conocéis a mi padre?
El hombre empezó a reír.
—No me recuerdas, debería haberlo supuesto. Estás muy mayor, Daemon, ha pasado mucho tiempo. Yo era muy amigo de tu padre.
Y entonces, esa voz se abrió paso por su mente, alcanzando los lejanos recuerdos de su infancia. Conocía a aquel hombre. Su padre siempre decía que durante su juventud solo tuvo dos amigos que merecían ser llamados como tal. Y, a no ser que estuviera hablando con un espíritu de un muerto, solo había una posibilidad, aunque muy remota.
—Jon Connington.
—Veo que te acuerdas de mí.
—También recuerdo que habíais muerto por la bebida luego de vuestra expulsión de la Compañía Dorada.
—Soy de carne y hueso como podéis observar.
El pulso de Daemon se relajó, pero permaneció alerta. Sí, Jon Connington había sido amigo de su padre, pero de eso habían pasado años. «Desde que el Rey Loco lo exilió», pensó Daemon. Un escalofrío subió por su espalda. Su padre también había sido amigo del príncipe Rhaegar, y habían pasado varias temporadas en la corte (no muchas ni muy largas, pues lord Jacaerys no disfrutaba del ambiente nocivo del lugar; y después del asentamiento del príncipe y su esposa en Rocadragón, frecuentaban más la isla vecina, volviendo a la capital únicamente cuando el rey lo ordenaba). A Daemon y a Lucerys les daba miedo ver al rey cerca. En una ocasión, Daemon lloró debido a los gritos del rey. El antiguo monarca disfrutaba asustándolos por alguna razón, a pesar de que el propio príncipe y su padre intentaban protegerlos siempre que era posible. Daemon no recordaba con especial agrado aquellas temporadas, en las que ya Lucerys demostraba un poco más arrojo que él.
ESTÁS LEYENDO
La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»
FanfictionHace mucho tiempo los dragones danzaron en Poniente dejando tras ellos un rastro de fuego y sangre. El conflicto entre dos hermanos provocó que miles de personas pereciesen al ritmo de su baile. Pero tal masacre no volvería a sucederse. ¿O sí? { ﹀...