«Yo me encargo».
Nadie sabría nunca las palabras que los salvaron. Nadie sabría durante su vida, durante los años que viviesen cada uno, las palabras que evitaron lo peor. Ninguno sabía que lejos de allí, muy lejos, en el frío Norte, en el Bosque de Dioses de Invernalia, tres palabras habían bastado para cambiar su destino.
«Yo me encargo».
Tyrion había caído al suelo al lado del arciano. El bebé lloraba debido al ruido. Tenía que levantarse, debía hacerlo.
Sintió otra saeta. Tyrion se giró en por instinto para ver dónde estaba el enemigo.
Grave error.
Había dejado al bebé expuesto.
Una flecha volaba hacia ellos, hacia el bebé.
«Yo me encargo».
Como si cayera un relámpago, un rama del arciano se partió y cayó sobre la flecha, cortando su fatal trayectoria.
Un milagro de los dioses.
Tyrion se quedó patidifuso mirando a la rama caída. El bebé también se silenció, como si fuera consciente del milagro sucedido. Una rama blanca de arciano había sido su escudo, los había salvado, no, había salvado al bebé.
—¡Levanta! —No sintió que Jon Nieve había vuelto a su lado para ayudarlos—. ¡Corre!
Tyrion volvió a la realidad. Estaban huyendo, intentando salvar a los hijos de Bastet.
Khal Drogo seguía luchando contra sus perseguidores para darles más tiempo.
—¡Vamos! —espoleó Jon Nieve.
Tyrion lo siguió, sin poder quitarse de la cabeza lo que había visto.
Iba a tener que empezar a creer en los dioses después de lo visto.
Sabía que las leyendas decían que los dioses observaban a través de los ojos en la madera. Aquello solo podía ser cosa de dioses.
Durante mucho tiempo se había vanagloriado de su inteligencia, pero Tyrion Lannister inadvertidamente había acertado en su razonamiento.
Lejos de allí, muy lejos, los ojos de un ser divino, castaños y llenos de sabiduría, estaban mirando en su dirección.«Yo me encargo».
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Sus labios ardían y por mucho que los mojase con su propia saliva le dolían como si alguien se los intentara arrancar.
Se había dejado caer una vez que Viseniam volvió a tierra, pero más allá de saber que estaba en un terreno rocoso, no sabía dónde estaba.
Estaba tirada boca abajo, lejos de sus hijos. Los había dejado cerca de una muerte segura.
Bastet abrió sus ojos doloridos por la fiebre. Viseniam seguía a su lado, mirándola con sus enormes ojos de bestia.
—Te odio —murmuró Bastet—. ¡Te odio!
Viseniam ahora se mostraba increíblemente tranquila a pesar de su comportamiento anterior.
Bastet agarró una piedra cercana. Quería herir a su dragona, atravesar uno de esos ojos inquietantes que no dejaban de mirarla.
—Te odio.
Ya tenía la mano en alto, lista para lo que iba a hacer, pero el temblor de su brazo hizo que dejara caer la piedra otra vez al suelo.
—Te odio. —Una lágrima empezó a correr por su rostro. La sintió como un río de lava—. ¡Te odio! ¿¡Por qué lo hiciste!? ¡Mis bebés…!
Ni siquiera sabía el sexo de su segundo hijo, solo había visto que tenía el pelo oscuro de Drogo.
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La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»
FanficHace mucho tiempo los dragones danzaron en Poniente dejando tras ellos un rastro de fuego y sangre. El conflicto entre dos hermanos provocó que miles de personas pereciesen al ritmo de su baile. Pero tal masacre no volvería a sucederse. ¿O sí? { ﹀...