~Capítulo 7~

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Llegó a casa tan enfadada que Asha no necesitó preguntale que qué tal había ido todo.

Cuando volvió se dirigió hacia su habitación sin mediar palabra con nadie. Asha se limitó a observar y comprendió todo.

Bastet se pasó toda la noche encerrada en su habitación. Le costó dormir y su querido hermano Rhaegar no apareció en aquella ocasión.

En vez de eso soñó con dragones.

Veía el mundo desde los lomos de un dragón rosa. En la lejanía había otros tres dragones. En la tierra solo veía fuego. Un gran bosque ardiendo. Escuchaba gritos que llegaban desde los árboles.

El dragón rosáceo aterrizó lejos del bosque. Bastet bajo e intentó acariciar el dragón...

—¡Buenos días! —la despertó Asha antes de que lo tocase.

Bastet le gruñó, pero se sentó en la cama.

—Te he traído algo de comer —le informó ella—, pero no te acostumbres a desayunar en la cama como la princesa que eres. —Rio ante su propia broma.

Asha acercó una silla a la cama y, mientras comía, Bastet le contó todo lo ocurrido.

—Parece que siguen igual que como me has contado.

—Sí. Cuando dijo aquello no puede evitarlo y reaccioné de esa manera. Una verdadera falta de respeto a la nueva khaleesi.

—¿Y qué hicieron los demás? —preguntó Asha.

—Creo que se quedaron muy sorprendidos.

Siguieron hablando hasta que una de las sirvientas de Asha fue a llamar.

—Llaman a la puerta, mi señora. No sé quién es y exige ver a la dueña de la casa.

—Qué extraño... No esperaba visitas. Voy a ver quién es y vuelvo.

Asha salió de la habitación. Bastet aprovechó ese momento para vestirse rápidamente. Asha volvió al poco.

—Creo que es para ti —le dijo su amiga.

—¿Cómo que crees que es para mí?

—Es que de todo lo que ha dicho solo he entendido tu nombre.

Bastet bajó extrañada hasta la sala donde Asha recibía a sus clientes cuando hacía falta.

Abrió la puerta y allí vio a un hombre del piel cobriza y con un largo pelo negro trenzado de espaldas.

No era Khal Drogo su inesperada visita: era Richard. Ahora entendía porqué Asha no lo entendía, Richard solo hablaba en su idioma. Bastet lo invitó a tomar asiento.

—Nos tenías preocupados —le dijo Richard en dothraki—. Muchos de los que te conocemos nos sorprendimos de que faltarás el respeto a la nueva khaleesi y a su hermano. Venía a comprobar si te encontrabas bien.

—Siento haberos preocupado. La khaleesi y yo nunca nos hemos llevado bien. Desde niñas nos hemos peleado. —«Aunque no siempre fue así». De niñas habían estado unidas, pero algo las abrió un gran brecha entre ellas. Su hermana, simplemente, cambió su comportamiento hacia ella con pequeños cambios, hasta que al final no quedó ningún rastro de la relación inicial.

—No sabía que conocías a la nueva khaleesi.

—Es mi hermana. ¿No nos has visto el parecido?

—¿De verdad? —contestó Richard—. No lo sabía. ¿Entonces por qué la venerable Cotha te llama hija?

—Es una larga historia. Verás...

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Nacieron al final de una guerra.

Su familia había gobernado Poniente desde que Aegon I lo conquistó hacía trescientos años.

Se decía entre nobles y plebeyos que su hermano mayor Rhaegar secuestró a una mujer ya prometida a otro hombre: Lyanna Stark. Su prometido, Robert de la Casa Baratheon, y sus aliados se rebelaron contra el su rey para rescatarla.

Desde hacía un tiempo, la salud tanto física como mental del rey Aerys, a quien no por nada llamaban el Rey Loco, había mermado la confianza entre sus aliados, y el ambiente era tenso. Finalmente, los rebeldes ganaron.

Su padre, hermano, sus hijos legítimos, la mujer a la que supuestamente secuestró e innumerables más murieron. Su madre, la reina Rhaella, huyó junto con Viserys, pero murió al dar a luz a las últimas princesas Targaryen.

Un caballero aún leal los llevó a los tres a Essos para escapar. Vivieron con él un tiempo. Bastet lo recordaba como un hombre amable y bondadoso. En ese tiempo los hermanos se llevaban bien. No había hermanos más unidos que los tres últimos Targaryen.

Al morir el anciano caballero, sus sirvientes los echaron de la casa.

Aquel fue el inicio del verdadero tormento. Obligados a mendigar para sobrevivir, viajaron por todas las Ciudades Libres, huyendo de los supuestos espías del Usurpador. Poco a poco, el amor fraternal se fue apagando.

Viserys empezó a sufrir el mal que a tantos antepasados suyos afectó: la moneda había caído del lado de la locura. Daenerys y Bastet eran solo unas niñas asustadas que no conocían otro vida. Miedo, hambre, frío. Prometieron no dejar que nada las separase.

Pero no todas las promesas pueden cumplirse.

A los once años, Bastet se hizo mujer, con todo lo que conllevaba. Una noche despertó y los oí hablar sobre casarse con algún poderoso para recuperar la gloria de su Casa. Viserys siempre había estado obsesionado con volver a donde él llamaba hogar. Ni Bastet ni Daenerys compartían sus sueños, pues no conocían aquel lugar. Bastet, aterrada al saber que la querían vender, escapó esa misma noche. Nada la ataba a ellos, y no quería más sufrimiento. Escapó sin tener un plan. No tenía nada, ni conocía a nadie.

Durante tres días, vagó sin rumbo. Cuando pensaba que iba desfallecer por no comer, la vida le empezó a sonreír y algún dios se apiadó de ella.

Una mujer dothraki la encontró y cuidó. Era Nana Cotha. Ella había sido amiga de la reina Rhaella, y no había parado de buscar a sus hijos para cuidar de ellos. Bastet contó todo lo ocurrido y Cotha le preguntó si quería irse con ella. Tenía mucho miedo, pero aceptó. No tenía nada que perder pero parecía que sí mucho que ganar.

Nana Cotha la llevó a Vaes Dothrak. Y durante siete años fue feliz, ella sola con Cotha. Enseguida comprendió el idioma y con un poco de esfuerzo aprendió a montar a caballo. Cuando Nana Cotha la llevó con ella para que aprendiese a comerciar, conoció a Asha.

Por alguna razón, Cotha no buscó sus hermanos, por lo que Bastet no volvió a saber de ellos en siete años hasta esta semana.

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—Y en la fiesta me echaron en cara mi huida y por eso me enfadé.

No podía contarle la verdad. No podía decirle que su nueva khaleesi había insultado a su pueblo. Richard había escuchado atento la historia.

—Siento todo lo que ha pasado, Bastet —le dijo al fin él.

Al día siguiente volvió Richard. El khalasar volvía a la ciudad dothraki.

—Me han ordenado que venga a preguntarte si quieres volver con nosotros.

Bastet no sabía qué hacer. Volver con ellos significaría volver a ver a sus hermanos... y a Drogo.

La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora