~Capítulo 72~

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A Bastet le hubiera gustado no ver el estado en el que quedó Drogo, pero sabía que si no lo hacía se iba a arrepentir durante toda su vida.

Apenas reconocía al hombre que estaba en la pira funeraria. Desfigurado como estaba, nadie hubiese dicho que aquel era el cuerpo de un Khal poderoso, que no había conocido derrota hasta el final de su vida. Ese era otro asunto que Bastet odiaba: le habían cortado la trenza a Drogo como señal de que había perdido.

Bastet apretó un puño sin molestarse en ocultarlo. Era una vergüenza para su marido lo que le habían hecho, un deshonor que iría con él a las praderas eternas.

El fuerte semental de Drogo estaba haciendo un escándalo en ese momento a pesar de que los jinetes de sangre hacían todo lo posible para mantenerlo quieto. Por mucho que se resistió, al final el animal fue sacrificado como mandaba la tradición, y su cuerpo cayó goteando sangre junto con las demás pertenencias que Drogo necesitaría en su otra vida.

La ceremonia pronto daría comienzo. A ambos lados de la pira de Drogo había otras más pequeñas con los cuerpos de los demás caídos. Bastet las visitó una a una mientras iba hacia la de Drogo: Jamie, cuyo cuerpo ya estaba medio quemado y sin su mano de oro, Theon, lord Jacaerys y su hijo Daemon.

Bastet le había dado su pésame a Lucerys tal y le había ofrecido todo su apoyo.

-Gracias, mi señora -contestó la joven, que vestía un vestido azul con el caballito de mar de los Velaryon bordado-. Cada una tenemos nuestras desdichas.

Le sorprendió que Jon Nieve fuera a pasar la ceremonia guardando respeto por los Velaryon junto a Lucerys. Bastet suponía que estaría junto a Asha llorando a Theon; según tenido entendido habían crecido juntos. Pero Jon se quedó con Lucerys.

Ordon se había hecho con el control del khalasar de Drogo y también estaba allí para mostrar sus respetos. Tyrion por supuesto sentía dolor por su hermano y las hermanas Stark y Marie acompañaron a Bastet hasta su lugar.

Sansa llevaba a Rhaegar en brazos, mientras que Bastet llevaba a Thorin. Quería que sus hijos viesen por lo menos una vez a su padre, aunque también fuese una despedida.

-Thorin, Rhaegar, este es vuestro padre, un khal orgulloso y poderoso, el más fuerte de todos -le dijo, con la mirada perdida en el cuerpo de Drogo-. Él os quería tanto que murió por vosotros. Drogo, mi amor, mi sol y estrellas, nuestros hijos están a salvo, cabalga en paz hasta el momento en que podamos reunirnos de nuevo.

Rhaegar hizo el amago de llorar, seguro que debido al olor de la sangre del caballo sacrificado.

Se dio la orden y se prendieron todas las piras. Bastet miró hacia la pira de los Velaryon un momento y vio a Jon poner su mano sobre el hombro de Lucerys, reconfortándola. Volvió la vista hacia el fuego que tenía delante.

Ella misma había ardido una vez, volviendo a la vida con Viseniam en brazos, pero no era el caso de Drogo: para él en el fuego solo había muerte.

El hombre que tanto había amado se despedía entre llamas de la vida. Aquel cuerpo que tanto había amado, que había recorrido con sus manos memorizando cada palmo, aquella piel que había acariciado tantas noches, que le había dado tanto placer, le era extraño.

Drogo la había amado con ese cuerpo, aquellos labios le habían besado innumerables veces, aquellos brazos la habían rodeado para reconfortarla y darle calor, aquella piel se había fundido con la suya proporcionándole placer.

Todo se había acabado. Lo que ardía frente a ella era apenas un cascarón de lo que fue en vida.

Bastet lo quería llorar allí delante de todos, pero pudo evitar que una única lagrima cayese por su mejilla.

La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora