~Capítulo 11~

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Los sacerdotes rojos tienen un dicho: «la noche es oscura y alberga horrores». Y tienen razón en parte.

Las criaturas que se esconden en la noche son peligrosas, traicioneras, pues esperan a que se filtre el último rayo de sol en el horizonte para salir de su escondite.

Pero la noche no solo alberga horrores, también es el momento de los secretos más grandes.

La vivienda estaba tranquila aquella noche. Todos dormían plácidamente, todos excepto la dueña que hablaba con alguien entre las sombras de su propia morada y la espía que escuchaba sin ser vista.

—Ya sabes lo que te dije —Nana Cotha susurraba pero ella no necesitaba gritar para transmitir su ira.

Su interlocutor callaba escondido entre las sombras. Siempre supo que tarde o temprano aquello tendría lugar.

—Solo te pedí eso. Una nimiedad. Algo sin importancia —siguió la anfitriona—. Todo por su bien.

—Pero... —intentó hablar el hombre entre las sombras.

—¿Pero qué? —respondió Nana Cotha—. Aquí lo único que importa es ella. Bastet es lo único importante.

—Pero yo...

—¿Qué? ¿Vas a decir que la deseas? Ve con tu khaleesi y deja de intentar cazar a mi hija. Ni todos los dioses del mundo te salvarán, si la tocas.Ya tienes una khaleesi, ve con ella y que te haga un khalaka.

Cuando su visitante se fue, la mujer que escuchaba se rio.

—A lo mejor algún dios sí intervendría por el pobre khal.

—No hables tan alto, podría escucharte.

—No te preocupes, soy una experta en escuchar sin que nadie se de cuenta y además ya se ha ido. Estamos solas.

Cotha se sentó. Frotó los ojos con sus dedos para intentar mitigar el dolor de cabeza que llevaba días atacando sin descanso.

—He hecho todo lo que me has pedido, pero ahora no le entiendo —dijo Cotha—. Primero dices que tengo que echarlo rápido porque no es el que buscabas, y ahora que sí.

—Me equivoqué aquel día, Khal Drogo es el que busco —contestó la otra mujer, que permaneció levantada—. Pero necesitaba que lo volvieses a regañar un poco.

—No lo entiendo —dijo Nana Cotha mientras negaba con la cabeza.

—¿Ya no te fías de mí?

—No es eso... ¿De verdad la quiere, Isatra? ¿O la desea por tus artimañas?

—Si no hubiese tenido ese pequeño fallo, Khal Drogo ya habría hecho de Bastet su khaleesi. Yo no he hecho nada, solo facilité su encuentro.

—No quiero que Bastet acabe como una simple amante.

—Bastet ya no es una niña, toma sus propias decisiones y sabrá cómo actuar aunque ella también desee a Drogo.

Cotha permaneció un momento en silencio y con los ojos cerrados. Las pulsaciones en su cabeza iban en aumento.

—He visto Viserys y Daenerys. Casi muero de vergüenza al ver en lo que se han convertido.

—Lo lamento, pero solo podías llevarte a Bastet. Casi nada hubiera cambiado, y posiblemente sería todo más doloroso. ¿Serías capaz de criar a dos niños sabiendo cómo serán en el futuro?

—Son los hijos de Rhaella, por ella lo haría —respondió Nana Cotha—. Si Rhaella me lo hubiera pedida, habría luchado incluso con Rhaegar en el Tridente.

La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora