—Láquesis... ¡Láquesis! ¿¡Dónde está, Medea!? ¿¡Dónde está!? —Sansa miraba aturdida para todas direcciones. Varios pares de ojos le devolvían la mirada con piedad, pero ninguno era el que buscaba.
Medea empezó a llorar, angustiada por toda la situación. Eso no hizo más que seguir enloquecido más a Sansa. Sansa de pronto comprendió. Miró a su alrededor para confirmar sus sospechas. Faltaba más gente, más mujeres.
—Los guardias... Ellos se las han llevado...
Medea asintió. Sansa intentó calmarse. «Se la han llevado. Se han llevado a Láquesis» . Hay cosas peores que la muerte, y eso era algo que los guardias sabían bien.
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—¡Láquesis! —gritó Sansa cuando la vio. Ella y Medea la buscaban entre los restos de roca que había por la prisión.
—Sansa... Medea... —Daba la impresión que ponía todas sus fuerzas para hablar pero su voz apenas fue un susurro roto.
Láquesis estaba tirada sobre las rocas como un trozo de tela viejo. Pequeños hilos carmesí recorrían todo su cuerpo, como un mapa de caminos de sangre. En su piel se veía las marcas de distintos golpes y arañazos. Una rosa roja se abría en su vientre.
—Ayúdame a ponerla en el suelo. —Sansa y Medea lograron entre las dos bajar a Láquesis de montaña de restos rocosos—. Estamos aquí, Láquesis, estamos aquí.
Láquesis no podía mantenerse erguida sin ayuda de sus amigas. Sansa permitió que se apoyase en ella, Medea la cogió de la mano. Su amiga parecía mar muerta que viva.
—Todo va a salir bien. Todo va a salir bien —Sansa lloraba mientras lo decía—. Las tres nos vamos a ir a casa. Podemos irnos las tres a Invernalia.
—Sería muy bonito... Debe de ser un sitio precioso. Ojalá puedas volver... —La voz de Láquesis se rompía a cada palabra, como una vidriera golpeada por una piedra.
—Todas lo vais a ver. El bosque de dioses, el septo que mi padre mandó hacer para mi madre, los prados blanc...
—Medea, díselo tú —rogó Láquesis consciente de que Sansa no veía lo evidente.
—La herida del vientre ha provocado que pierda mucha sangre. No va a sobrevivir.
—¡No! ¡No, no, no! ¡No!
Medea intentaba aguantar por su amiga. Sansa negaba con la cabeza frenética. No podía perderla.
—Sansa, escucha no me queda mucho. Luchad, luchad las dos. Encuentra a tu amiga, la enviada por la Diosa, salid de aquí. Vuelve a tu casa, donde la tierra es siempre blanca.
—Láquesis... —Sansa notaba cómo su amiga perdía fuerzas—. ¿Quién fue?
—Fueron varios. El nuevo estaba allí. Decían... Decían que si no te tenían a ti tendrían que conformarse conmigo o Medea. Pero tú eres el juguete del Consejo.
—¡Te vengaremos! ¡Ninguno saldrá vivo!
—Cantame algo, a ti te gustaban los bardos... Por favor... Sansa.
Sansa no se le ocurría otra canción que aquella. «Florián te hubiera rescatado. Tú eras Jonquil, no merecías morir así», pensó Sansa mientras cantaba. «Tendría que haber sido Jonquil Darke por ti».
—Gracias por todo... Medea... Sansa...
Un sonido horrible que ninguna olvidaría en su vida. Sansa sintió como la energía de Láquesis se desvaneció de su cuerpo, dejando atrás la triste muda del espíritu.
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La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»
FanficHace mucho tiempo los dragones danzaron en Poniente dejando tras ellos un rastro de fuego y sangre. El conflicto entre dos hermanos provocó que miles de personas pereciesen al ritmo de su baile. Pero tal masacre no volvería a sucederse. ¿O sí? { ﹀...