~Capítulo 65~

114 8 0
                                    

Seis meses más tarde

El embarazo de Bastet ya era imposible de ocultar, a no ser que se escondiera durante los siguientes meses hasta que naciera el bebé.

Bastet tenía miedo. La barriga era demasiado grande, pero la curandera le decía que estaba bien, que no notaba nada fuera de los normal. No sabía qué pensar; había visto a otras mujeres embarazadas, pero ninguna tenía una barriga como la suya. Como fuera, faltaban poco para el nacimiento del bebé, ya pensaría qué hacer luego.

A pesar de la incomodidad que le producía, sus visitas a Roca Casterly no se habían interrumpido. El dolor había cambiado a Cersei, creía ser la más lista y tener todo controlado, pero la realidad era que Bastet la tenía prácticamente comiendo de su mano. Si Bastet decía una cosa, ella lo mismo; era Bastet quien tenía la última palabra en asuntos bélicos; Cersei preguntaba primero a Bastet y luego ordenaba según lo que había dicho. Mejor así, si iba a deshacerse de ella, Bastet prefería hacerlo por las buenas.

-¿Qué piensas? -le preguntó Cersei.

Aquella tarde la había llamado para informar de unos movimientos sospechosos en la capital. La llegada de tropas de Dorne y del Dominio eran preocupantes; ellas habían respondido reuniendo a sus correspondientes guerreros, procedentes de sus territorios aliados tanto de dentro de Poniente como del lejano Érinos.

Tras escuchar los nuevos informes, Cersei la había invitado a un aperitivo.

-En nada en particular -respondió Bastet-, solo me estaba imaginando el aspecto del bebé.

-Te entiendo, me paso lo mismo con mis hijos, más con Joff, no tenía a nadie más antes del nacimiento de mi pequeño.

-¿Tú crees que mi hijo tendrá ojos esmeraldas y pelo dorado como su padre?

-¿Qué?

-Que si crees que mi hijo tendrá ojos negros y pelo castaño como su padre. -Bastet se había equivocado con toda la intención. A veces lo hacía cuando hablaba con Cersei para desconcertada.

-Te había oído mal. El tónico para dormir, ya sabes. Siento que nubla mis sentidos.

«Claro, y por eso no te imaginaste a Jamie».

-Se hace tarde -dijo Bastet levantándose-, gracias por el aperitivo.

-No ha sido nada...

Bastet sonrió.

{ ﹀﹀﹀﹀﹀﹀(🥀)﹀﹀﹀﹀﹀﹀﹀ }

Jamie, Jamie, Jamie.

Jaime.

Jamie.

Jamie.

Se lo querían quitar. Se lo estaban robando. Lo estaban apartando de ella. De ella.

Sabía cosas, muchas cosas, muchas cosas. Sabía que no le había dolido la muerte de sus hijos porque los había reemplazado. Lo sabía, sabía mucho.

Tenía tres hijos con la mujerona de Tarth. Tres hijos, los justos para sustituir a sus lindos cachorros. Los primeros, un niño y una niña, eran para Joffrey y Myrcella, sus pequeños, sus niños; el tercero, con pocas lunas de vida, era para Tommen, su Tommen, su dulce hijo menor.

Y ahora la quería sustituir a ella con Bastet. Había perdido la corona, pero Bastet aún podía ganar una. Sí, era eso. Todos conjuraban en su contra, porque ya no era nadie, nadie digno de ser importante. Quería una reina, y Bastet tenía la corona más cerca. La querían traicionar, sí, estaban en su contra.

La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora