~Capítulo 24~

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Los Targaryen estaban más que orgullosos de ser hijos de la Antigua Valyria. Sus pelo de plata, sus ojos índigos y su legendaria belleza atestiguaban su magnífica ascendencia. 

Un sueño profético los llevó al bárbaro territorio de Poniente junto con otras casas de menor rango. Los Targaryen no habían sido de las casas más poderosas de Valyria y su huida se tomó como una muestra de debilidad. Pero el sueño de Daenys la Soñadora salvó a su casa de la maldición caída sobre Valyria. Con el paso del tiempo, el dragón tricéfalo logró reinar sobre el resto de bestias. Allí fueron considerados como seres superiores por su gran belleza. Para mantener pura la sangre del dragón, eran comunes los matrimonios entre familiares.  Los dragones reinaron en Westeros trescientos años hasta la Guerra del Usurpador. Despojados de sus compañeros ardientes desde el reinado de Veneno de Dragón, los descendientes de Valyria perdieron su poder.

La historia de su casa era uno de los cuentos favoritos de las mellizas Daenerys y Bastet Targaryen. Ellas nunca habían estado en los lugares que su hermano Viserys mencionaba en sus cuentos, pero su imaginación les permitía ir allí en cada relato. Veían la gran Fortaleza Roja, los hermosos castillos donde se organizaban grandes fiestas, la isla en la que vinieron al mundo...y en la que su madre perdió la vida

—¿Serys, puedes volver a contarnos la historia de Meleys?— le preguntó Bastet a su hermano.

Viserys siempre les contaba historias antes de dormir. Sus favoritas eran las de la Bondadosa Reina Alysanne, las del gran Aemon el Caballero Dragón y las de los dragones que habían participado en la Danza.

—¿Otra vez?— les preguntaba su hermano a las mellizas con un falso cansancio pero sonriendo —. Los pueblerinos le dieron el nombre de la Reina Roja por su color a sangre. Fue el dragón de la princesa Rhaenys durante la Danza...

Cuando su hermano acabó de contar la historia se fue de la habitación de sus hermanas.

—Bas...¿estás despierta?—susurró Daenerys para evitar que su hermano volviese.

—Sí, Dany—contestó su hermana dándose la vuelta.

Dormían en la misma cama debido a que no podía permitirse más. Pero a ellas no les importaba. Eran mellizas, habían venido juntas al mundo y seguirían así. Fuego y sangre... Ese era el lema de su casa y ellas eran eso. Misma sangre, mismo fuego. Se necesitaban mutuamente para sobrevivir.

—Bas, en la historia que nos ha contado hoy Serys hablaba de la Danza— susurró Dany—. Fue una guerra provocada por dos hermanos.

—¿Y tienes miedo de que eso pase con nosotras? Nada de eso va a pasar— respondió Bastet—. ¿Recuerdas qué nos dijo Serys sobre mamá? Cuando nos vió juntas dijo que éramos como nuestro lema: Fuego y Sangre. Siempre unidas.

—Según Viserys, mamá nos llamó sus princesas de fuego y sangre— sonrió su hermana—. Por eso siempre estaríamos unidas.

—¿Crees que algún día podremos ver todos los lugares de los que nos habla Serys?— preguntó Bastet.

—Algún día, tú y yo iremos a reclamar nuestra fortaleza con nuestros dragones— respondió Dany—. Ese Usurpador no podrá con nosotras. Luego, siempre iremos con los mejores vestido mientras que Serys será el rey.   

—Dany, no tenemos dragones— rio Bastet—. Pero ¿sabes una cosa? No me importa no tener nada mientras estemos juntas.

—Bas, prométeme que nada nos va a separar.

—Somos las princesas de fuego y sangre y nada más importa. Lo prometo— respondió su hermana mientras sellaban la promesa.

Las dos hermanas sonrieron, ignorantes del mundo exterior. Nada más importaba. Ellas eran Bastet y Daenerys Targaryen, las princesas de fuego y sangre. 

La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora