~Capítulo 68~

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Oscuridad, la luz se había perdido y solo quedaba la negrura de la nada. Tampoco oía nada; después de todo el fragor de la batalla y del llanto de su hijo, temía el silencio.

¿Así era la muerte?

-No, no es así.

No había puesto voz a su pregunta, pero había alguien ahí que le contestaba. Era una voz de mujer, pero desconocía tanto su procedencia como a quién pertenecía.

-Me conoces, pero no me recuerdas. Lo siento.

Bastet quería abrir los ojos, pero era como si no tuviera cuerpo, era solo una conciencia que estaba ahí, solo estaba ahí sin hacer nada.

-Me gustaría haberte visitado como hizo tu hermano, pero no fue posible, solo lo dejaban ir a él

-¿Quién eres? ¿Cómo conoces los de Rhaegar? -logró articular Bastet con mucha concentración. Su voz sonó ronca, distinta de lo habitual-. ¿Dónde estoy?

-Tampoco sé dónde estamos y aunque lo supiera, ella no dejaría que te lo dijera.

-¿Esto es un sueño? ¿Cómo con mi hermano?

Bastet sintió que dos manos tocaban su rostro. No era solo consciencia, tenía cuerpo físico, al menos allá donde esas manos la tocaban.

-Eres preciosa, justo como siempre imaginé que serías al crecer.

-¿Quién eres? ¿Por qué no puedo abrir los ojos?

-No lo sé, tal vez no quiere que veas. Eres como Rhaegar cuando era pequeño, siempre con preguntas, quería saberlo todo: ¿Qué? ¿Quién? ¿Cómo? ¿Dónde? ¿Y por qué? Volvía loco a su tutor.

¿Quién era aquella mujer que conocía a su hermano? Hablaba como si...

-Eres Rhaella Targaryen -dijo Bastet tras darse cuenta-, mi madre.

-Sí, te ha costado un poco.

-Entonces esto es un sueño como cuando aparecía Rhaegar. ¿Dónde está?

-Era él el que tenía que venir, pero rogué para poder ocupar su lugar por una vez. Siempre quise veros a ti y a tu hermanos, pero no podía.

-Viserys y Daenerys no heredaron el don de los sueños, es imposible.

-No, hija mía -contestó Rhaella, y Bastet notó que su tono se entristeció-, tus hermanos fueron acogidos por las manos equivocadas. Por mucho que llorase para que lo arreglara, nunca se pudo hacer nada. Con Viserys no tanto, pero la influencias sobre Daenerys eran demasiado fuertes; Rhaegar y tú tuvisteis la suerte de salvaros.

-Mamá, no te entiendo.

-Es mejor así, mi princesa de fuego y sangre. -Bastet sintió ganas de llorar al oír aquel apelativo con la voz de su madre; Viserys siempre les contaba que antes de morir la reina Rhaella las había llamado así a Daenerys y a ella.

-Si no has venido a responder a mis preguntas, ¿qué haces aquí?

-Fue un parto duro, yo tuve muchos y también muchos abortos. Solo sobrevivisteis Rhaegar, Viserys, Daenerys y tú. Quería estar a tu lado. Si estuviera viva...

Bastet alargó sus manos para tocar el rostro de su mano. Sintió su cara húmeda: estaba llorando.

-Rhaella, se está haciendo tarde -dijo una tercera voz.

Esa voz si le era conocida: parecía la de Isatra, pero era tan distinta...

Su madre cogió sus manos con las suyas.

-Debes irte, Bastet. Deja que te pida una cosa y ni los dioses podrán impedir que te lo pida: no alargue innecesariamente el sufrimiento de tu hermana.

La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora