Se filtraba un tenue rayo de luz por la ventana. Poco a poco, el murmullo fue aumentando por la casa. Y no era para menos: hoy se esperaba la llegada del khal.
Se ultimaban todos los preparativos. Todos estaban impacientes por la llegada de Khal Drogo.
Mientras todos trabajaban para la fiesta, una muchacha cabalgaba por las verdes praderas en un caballo blanco.
—¡Vamos, Legolas! ¡Corre, ya casi estamos!
Llegaron a un pequeño estanque. Mientras su caballo bebía, la joven observó su reflejo en la superficie del agua: piel pálida a pesar de las largas jornadas cabalgando bajo el sol, ojos violetas y un largo cabello rubio casi blanco.
«Ya ha pasado tanto tiempo desde que llegué aquí y todavía conservo la tez blanquecina», pensó la joven.
Su caballo relinchó. Casi parecía un niño jugando en el agua.
—Bebe, ya sé que estas agotado. Hoy ha sido un gran día —le dijo, sonriendo.
Pocas cosas amaba tanto como a aquel cuadrúpedo.
«Y pensar que te temía cuando Nana Cotha te trajo», pensó. «Nana Cotha...¡Oh no, va a matarme!»
Subió a su caballo y cabalgó rápidamente hacia la ciudad. Se había olvidado completamente de la recepción.
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Nana Cotha tenía muchas razones para estar enfadada. No sólo había olvidado la recepción, sino que además había entrado hasta allí sin bajarse del caballo. Su entrada triunfal recibió las miradas desaprobatorias del Dosh Khaleen.
—Ahora deja de ponerte en evidencia —dijo Nana Cotha.
Advirtió entre la multitud hasta que se acercó alguien que le llama la atención: un hombre cuyo aspecto de guerrero lo distinguía incluso de los demás presentes.
El hombre se acercó a las matronas para ofrecer la ofrenda que mandaba la tradición al llegar junto a las matronas. Cuando la vio al lado de Cotha, el hombre la miró con desconfianza.
—¿Él es Khal Drogo? —le preguntó a Nana Cotha en voz baja. La matrona apenas asintió, la ceremonia pronto acabaría y Bastet podría hablar cuanto desease—. ¿El nieto de Khal Jhogo?
Bastet esperó con paciencia el final de la ceremonia. Nana Cotha le pedía que la acompañase siempre para que todos la reconocieran como su protegida, y Bastet lo hacía, aunque lo único que quería era estar con su caballo.
Khal Drogo volvió a pasar a su lado una vez terminados los ritos.
—¿Qué hace aquí una extranjera?
—Mi madr... —quiso responder Bastet, pero Nana Cotha se adelantó.
—Es mi hija, gran khal, no es una extranjera.
—Lo lamento, gran sabia del Dosh Khaleen. Vuestro khal fue compañero del padre de mi padre, por eso explica por qué ella lo sabe. ¿Ella es vuestra guerrera?
Ella lo mira sorprendida.
—¿Lo dices por las trenzas? —Eran el símbolo de las victorias obtenidas, pero no era ese su caso. La verdad era que le gusta llevar el pelo trenzado porque no le molestaba al cabalgar—. No comprendo el arte de la lucha.
—No deberías permitir a tu hija lucir trenzas en ese caso, venerable Cotha
—La sangre de mi hija se remonta a tierras lejanas, esa costumbre viene de allí, gran Khal.
—¿Y a qué nombre responde vuestra hija, venerable Cotha?
—Me llamo Bastet Targaryen, gran khal —contestó Bastet antes que Cotha—. Espero no haberos molestado con mi ignorancia del arte del combate, pero mi venerable madre todavía no ha encontrado un maestro digno de ensañarme a lucha justo como se hace en la tierra de mi padre.
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La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»
Hayran KurguHace mucho tiempo los dragones danzaron en Poniente dejando tras ellos un rastro de fuego y sangre. El conflicto entre dos hermanos provocó que miles de personas pereciesen al ritmo de su baile. Pero tal masacre no volvería a sucederse. ¿O sí? { ﹀...