~Capítulo 34~

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El bullicio de Braavos era el mismo de siempre. Nada había cambiado, incluido el mal olor del puerto. Asha y Jack llegaron con sus antiguos barcos y nuevas adquisiciones (cortesía de los afentikós) listos para establecer relaciones comerciales. Esperaban obtener todo lo necesario para las tropas de Érinos: víveres, equipamiento y puede que algunos mercenarios.

Todo aquello es fácil de conseguir si tienes como amiga a Asha Greyjoy. Su tripulación fue la encargada de esparcir los rumores sobre una nueva tierra localizada más allá de los límites de cualquier mapa.

Asha estaba cumpliendo con su parte de la misión, pero su mente estaba en otros lados. A la preocupación de Érinos se sumaban la de Westeros, Theon y la hermana de Bastet. Mirar al mar la ayudaba a pensar. Sus pensamientos avanzaban con las suaves olas y el olor (demasiado familiar para ella que evita que la repugnara) del agua salada le permitía centrarse.

-¿Preocupada? - le preguntó Jack en el camino de vuelta. Como siempre que tocaban puerto, Jack tenía una botella en la mano.

-Estás demasiado borracho como para hablar -contestó Asha.

-Nunca se está la suficiente bebido para nada. -Jack dio otro sorbo. Acto seguido, Asha le tiró la botella al mar-. ¡Oye! ¡Era mi ron!

-¡Ahora es de los peces! ¿Cómo puedes beber en un momento así? ¿Eres consciente de todo lo que ha pasado en nuestra ausencia?

-¡No quería serlo! Pero da igual, no creo que Bastet reciba una invitación para la boda.

-¡O piensas un poco antes de hablar o el siguiente en caer serás tú! -replicó Asha furiosa.

Eran sin duda malas noticias. Daenerys se había comprometido con un noble ghiscaro, pero lo que más inquietaba a Asha era ese supuesto hijo. «Una madre es capaz de todo por amor a sus retoños». La existencia de ese niño, de Aerys Targaryen, no podía ser bueno. 

«Que el Dios Ahogado nos ampare».

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-No podía esperar para hablar contigo -continuó Isatra-. Rhaegar decía que todavía no era el momento, pero ya era hora de que nos conociéramos.

-Entonces es verdad, Rhaegar era el príncipe dragón del que me habló Elisaerys.

-Rhaegar y yo teníamos muy buena relación -afirmó Isatra-. Pero eso no es por lo que estoy aquí. Querías saber de mí por los antiguos reyes Neferbah. Escúchame bien, Bastet. Puede que estas tierras no fueran perfectas, pero eran mi hogar. Mi familia era feliz pese a todo. Me duele ver cómo ha transcurrido todo tras mi muerte.

-¿Cómo moriste? -preguntó Bastet, extrañado aún porque esa mujer se presentase en sus sueños--. Es decir, si no es mucha molestia.

Había algo en aquella mujer que no podía describir. No semejaba tener mucha más edad que ella, pero esa sensación estaba allí. No podía apartar la mirada de los ojos de Isatra, ojos demasiado cansados para una mujer joven. A la vez, también eran inquietantes y juzgaban todo en Bastet.

-En una guerra -contestó Isatra mientras su mirada se volvía más furiosa-. No es importante, por el momento. Como sabrás, yo fui la última princesa de lo que llamas Érinos.

Bastet asintió.

-Pues estás equivocada. Un superviviente de la familia real no ha sido encontrado. -Isatra levantó la mano derecha. Tenía un círculo oscuro rodeando su dedo índice, similar a un tatuaje-. ¿Ves esto? Es la marca del clan real. A todos los Neferbah con el paso del tiempo nos aparecía esta marca en algún dedo. Al principio solo es una mancha y poco a poco el círculo se va cerrando. Este tono oscuro es el color de los Neferbah y no existe todavía tinte que lo iguale, por eso no se puede fingir ser uno de nosotros. El último descendiente sigue vivo y su marca está apareciendo. Encuéntralo y cuidalo. Si lo haces, mi gente te seguirá con más lealtad y no dudarán de ti.

La segunda danza de dragones.«Khal Drogo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora