CAPÍTULO 13: Encrucijada

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Garret

Es divertido como el karma llega cuando me menos te lo esperas y te devuelve exactamente lo mismo que diste, sea bueno o malo.

Yo creé una estúpida broma para mi hermano que lo obligó a buscar una familia y firmar un contrato, resultó bien, pero la vida da vueltas y ahora es mi turno. Necesito una familia. Y no a cualquiera, los necesito a ellos, a la rubia que me quita el sueño y el rubito que no me tolera, y no estoy seguro de que las cosas salgan tan bien como pasó con Evan, Lily y Jessie.

El karma existe, señoras y señores. Cuidado con él.

Cité a Lorraine en la Gran Plaza. Era el lugar perfecto, es un sitio público ubicado en el centro de la ciudad y el constante movimiento de la gente nos haría pasar desapercibidos. Como su nombre lo indica, se trata de enorme plaza rodeada por diferentes locales y negocios como cafeterías, floristerías y demás; en el centro cuenta con una estatua de mármol de diez metros altura cuya forma rectangular y punteaguda se asemeja a una piedra preciosa sin pulir, muy apropiado para la ciudad de las cimas, ¿no creen?

Quedamos en vernos en una tienda de artículos navideños llamada Claus House, perfecto para pasar desapercibidos. Era un local bastante pintoresco, el espíritu navideño podía sentirse y apreciarse reflejado en las paredes pintadas de los típicos colores rojo escarlata, verde oscuro y blanco, eso sin contar el montón de regalos y árboles de Navidad que adornaba cada esquina.

Me entretuve mirando un gracioso reno mecánico que cantaba villancicos cuando le tocabas la nariz o los cuernos cuando el sonido de la campana de la puerta indicó la llegada de alguien. Me compadecí por el nuevo cliente que había acabado de ingresar cuando un montón de empleados disfrazados de elfos le dieron una calurosa bienvenida acompañada de —por supuesto— una canción navideña. Mi risa cesó al ver que la persona que intentaba escapar de los elfos era mi rubia, o no, Lorraine, me ha dejado muy claro que no es mía ni quiere serlo.

Decidí ir a ayudarla y me encaminé hacia la entrada. Me entrometí entre los elfos cantarines y ella y la tomé de la mano para sacarla de ahí. Caminamos hasta llegar a la zona donde vendían papel de regalo, increíblemente habían pocas personas allí, mejor así.

—Lo siento —reí—. La próxima vez te citaré en un lugar menos...

Y...me quedé sin habla.

Por culpa de los elfos y la prisa que tenía por sacarla de ahí, no noté dos detalles de mucha importancia: lo hermosa que se veía y a quién trajo consigo.

Bien, concentrémonos en el primer punto.

Vestía una gabardina de algodón color blanco y bajo esta un vestido color crema que se ajustaba a la perfección a su torneada figura. Su cabello caía en perfectas ondas y su rostro estaba maquillado, nada muy exagerado, era tan suave y sutil como su personalidad, pero no podía pasar por alto que su belleza resaltada me dejó embobado. Ya no lucía como la Lorraine conservadora y tímida que conocí hace un par de meses, sino más segura, atrevida, atractiva; y debo estar muy perdido porque me encanta de ambas formas.

Ahora vamos al segundo punto: vino con Mateo.

El niño vestía un acolchado abrigo con una bufanda, guantes, gorro y no parecía cómodo con tanta tela, al contrario, me dio la impresión de que su madre lo abrigó de más con la intención de que no pescara un resfriado y él aceptó a regañadientes. Además, me miraba, como siempre, como si en cualquier momento de sus pupilas emergieran rayos láser que me desintegrarían en un segundo.

—¿Por qué pones esa cara de idiota? —preguntó el niño.

—¡Mat! —lo reprendió su madre antes de voltear hacia mí—. Lo siento. Sé que me pediste que viniera sola, pero tuve que traerlo.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora