CAPÍTULO 37: Goles, festejos y búsquedas

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Lorraine

Había olvidado por completo cómo se sentía despertar descansada y tranquila un domingo en la mañana. Me deleité al percibir el aroma corporal de mi novio mientras me removía entre sus brazos. Sabía que era temprano y por lo mismo no quería levantarme, estaba muy cómoda, pero hoy es un día muy importante y, aunque quiera, no puedo a quedarme a descansar toda la mañana.

Abrí los ojos y una vez estos se adaptaron a la luz del día, me incliné para rellenar el rostro de mi Expreso con besos. Mis mimos parecían hacerle cosquillas, hacía pequeñas muecas tal cual bebé, pero en lugar de despertar, me abrazó con más fuerza.

—Mi amor —murmuré mientras besaba su nariz—. Despierta, amor.

—Déjame dormir... —bostezó— un poco más, Vainilla.

—¿Olvidaste qué día es hoy?

—¿Navidad? —balbuceó sin despertar del todo.

—No —reí—. Hoy es el primer partido de nuestro campeón.

Eso pareció llamar su atención, ya que abrió los ojos de golpe y los cerró con la misma rapidez a causa de la luz solar que penetró en ellos. Parpadeó un par de veces y finalmente enfocó su mirada en mí, sonriéndome.

—Buenos días, cariño —acarició dulcemente mi mejilla.

Me incliné para besarlo, beso que recibió contento. Llevó sus manos a mi espalda, acariciándola, y sin previo aviso nos volteó a ambos, dejándome a mí bajo su cuerpo. Los besos estaban subiendo de tono y una mano traviesa tomó una de mis piernas para engancharla alrededor de su cadera.

Ok, sé por dónde va y no es el momento.

—Cariño —dije al separarme de él—. Tenemos que alistarnos.

—Oh, vamos —comenzó a besar mi cuello—. Un mañanero no nos hará daño.

—Pues no... —logré escaparme de sus besos y me paré de la cama—. Pero deberíamos ir a ducharnos.

Gruñó algo por lo bajo y hundió su cara entre las almohadas. Me sentí mal por dejarlo con las ganas, así que regresé a la cama, me senté sobre su espalda y me incliné para susurrarle al oído:

—Si me alcanzas en la ducha en cinco minutos, podemos hacerlo ahí.

No había parpadeado y él ya se encontraba corriendo en dirección al baño. Reí mientras lo seguía, dándome cuenta de que fui yo quien tuvo que alcanzarlo. Me carcajeé un poco más al verlo completamente desnudo en la ducha, con una mano apoyada en la pared y la otra en su cintura.

—Qué seductor, Sr. Harriet —le sonreí mientras me desvestía.

—Ni tanto —se encogió de hombros—, pero todo sea por seducirte.

Ingresé a la ducha ya desnuda, redeé su cuello con mis brazos y me incliné para besarlo. Nuevamente fui correspondida con toda la dulzura de este mundo.

—Extrañé tanto esto —murmuró entre beso y beso.

Y sí, mientras estuve trabajando en la academia no hubo tiempo en las mañanas para darnos mimos ni cariño, ni mucho menos para hacer el amor. Todo se resumía a despertar, asearnos, cambiarnos, ir a desayunar, dejar a Mat en el colegio y de ahí al trabajo; entre proceso y proceso solo había cabida para uno o dos besos fugaces.

Aún no me explico cómo pudo ser tan comprensivo al respecto y cómo no me dijo un merecido ''Te lo dije'' cuando al fin abrí los ojos sobre el carácter explotador de mi trabajo, pero tal reclamo nunca llegó, al contrario, me dio la razón en cuanto a que debía tropezar con mi propia piedra.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora