CAPÍTULO 17: ¿Qué te gusta?

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Garret

No hay mejor forma de iniciar el día que sabiendo que en la habitación de al lado está durmiendo la mujer de mis sueños.

Lorraine y Mateo llevan sólo dos días aquí y puedo decir sin temor a equivocarme que me siento como si siempre hubiesen vivido conmigo. Ambos se pierden aún y por lo que veo les va a costar mínimo un mes ubicarse y memorizar todas las áreas de la casa. Amo que ella recurra a mí cada vez que necesite ayuda para llegar a alguna parte, y también adoro que Mateo aparezca detrás de ella amenazándome con la mirada.

Aún sin despertarme del todo, salté de la cama y salí al balcón, con suerte Lori ya estaría despierta. Algo que he notado es que le encanta salir a su balcón a observar al amanecer, no entiendo por qué despierta tan temprano, quizá sólo es costumbre. El punto es que si la primera imagen que voy a ver en las mañanas es a ella observando distraídamente el cielo, no volveré a despertar de mal humor nunca más.

Para mi buena suerte, allí estaba. A pesar de ser tan temprano ya estaba perfectamente arreglada. Llevaba un suéter de lana junto a unos jeans holgados y calzaba unas pantuflas, esto último me pareció tierno. Sus antebrazos estaban apoyados al barandal del pequeño balcón y sus orbes azules vislumbraban con fascinación el cielo que ya había adoptado su característico color celeste.

Hermosa.

—¿Qué tal estuvo el amanecer? —mi pregunta hizo que diera un saltito del susto, no habría notado mi presencia si no hubiese interrumpido su silencio.

—Me asustaste —musitó, llevando una mano a su pecho.

—Lo siento. No fue mi intención.

—Tranquilo —me sonrió—. Y contestando a tu pregunta, estuvo increíble. Amo los amaneceres, me recuerdan que de la penumbra puede nacer la luz —suspiró—, que no todo está perdido.

Algo en mí, emociones que no sabía que tenía, se removieron al escucharla. Estaba consciente de que desconocía muchos aspectos con respecto a su pasado y tenía el presentimiento de que algunos de ellos no me los contaría hasta sentirse cien por ciento cómoda a mi alrededor, pero eso era lo de menos, Lorraine Moon estaba haciendo lo que mejor se le da después de huir de mí: cautivarme.

—¿Por qué me sonríes así? —preguntó, bajándome de mi nube.

—Sonrío porque, en base a esa definición, supongo que tú eres mi amanecer.

—Claro, tu penumbra era el malentendido con los Ackerman y yo te estoy ayudando con ese problema.

—No.

—¿No? —frunció los labios.

—Mi penumbra fue haber vivido hasta ahora sin conocerte.

Como de costumbre, sus mejillas adoptaron esa tonalidad rojiza que la hace ver así de tierna. Evitó mi mirada para concentrarse en los primeros rayos del sol que se asomaban por el horizonte. Decidí no indagar más en el tema, nunca logro nada productivo presionándola. Cuando me tenga suficiente confianza, dejará de esquivarme; o al menos eso espero.

Me mantuve en silencio, limitándome a ser un simple espectador de dos bellezas: la salida del sol y ella. Lo admito, no tengo suficiente autocontrol como para cumplir con la bendita cláusula que prohíbe los sentimientos, de hecho, la incumplí antes de que se estipulara. No sé a ciencia cierta qué es lo que siento, pero es puro, cálido y me hace feliz; y sólo necesito tenerla cerca para sentirlo.

Estuve a punto de decir algo para romper el hielo, cuando un pequeño y despeinado rubio apareció en el balcón frente al mío. Tallaba sus ojitos con pereza y bostezó un par de veces, era de esperar teniendo en cuenta lo temprano que era.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora