CAPÍTULO 50: Ya estás conmigo

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Lorraine

Desperté desorientada, perdida, algo mareada y cansada.

No tenía ni la más mínima idea de lo que estaba pasando a mi alrededor, ni siquiera estaba lo suficiente consciente como para pensar en Roy o en Garret, me sentía como si habitara un limbo.

¿Acaso yo…?

Despejé de mi delirante mente la pregunta que no terminé de formular para mí misma cuando, como acto reflejo, moví los dedos. Mis ojos estaban abiertos, pero lo veía todo oscuro hasta que la oscuridad se transformó en sombras, las sombras en luces y las luces en una nítida imagen. La imagen del techo de una habitación.

El ambiente estaba fresco, al parecer a alguien se le había pasado la mano con la temperatura del aire acondicionado. Un fuerte olor a desinfectante pobló en mis fosas nasales, y lo recibí como si fuera el perfume más caro del planeta, después de tantas semanas olfateando hedores nauseabundos esto olía a gloria para mí. La habitación estaba pintada de un color cálido, creo que un naranja opaco, pero a estas alturas no me sorprendería haber desarrollado daltonismo.

Cuando intenté emitir algún sonido, descubrí mi garganta seca y rasposa, me recordó a aquellos días en los que solo consumía agua una única vez en el día. Apenas pude emitir un gemido, tan bajo y corto que, si no hubiese salido de propia boca, no lo habría escuchado.

¿Qué me pasa?

¿Estaré drogada?

Dejé escapar un suspiro lastimero antes de intentar moverme, para descubrir finalmente que era incapaz de hacerlo, cada músculo ajeno a mi rostro estaba entumecido. El malestar y el cansancio aún persistían. Decidí intentar hablar de nuevo y me costó varios intentos lograr hilvanar las palabras para decir la frase "Estoy despierta". No sé por qué dije exactamente esa frase, pero, a pesar de aún estar confundida y desorientada, sentía la necesidad de avisarle a alguien que me encontraba bien. O bueno, viva al menos.

—Esss-toy…dessspierta —logré articular, arrastrando las palabras, pero en un tono más alto.

Escuché un gemido de sorpresa de alguien y luego unos pasos aproximándose a mí. Todos y cada uno de mis sentidos se agudizaron al ver frente a mí el rostro de Garret.

Mi primera impresión fue que se trataba de un sueño. Había soñado que nos reencontrábamos cientos de veces y siempre despertaba decepcionada al no encontrarlo a mi lado. Pero esto no lucía como un sueño sin importar lo desorientada que me encontraba. Su cabello raro estaba despeinado, como si lo hubiese agitado y tirado de él incontables veces. Bajo sus ojos avellana estaban instaladas unas profundas y oscuras ojeras. A pesar de que me sonreía, su rostro lucía cansado y casi demacrado. Nunca lo había visto así.

—Despertaste, mi amor —me sonrió con los ojos llenos de lágrimas—. Despertaste por fin, Vainilla.

—Ga… —intenté terminar de pronunciar su nombre, pero incluso eso me costaba.

—Tranquila, tranquila —siseó a la vez que me acariciaba el cabello con cariño—. No gastes energía, tienes que emplearlas en recuperarte.

—Mi… A-amor… —logré decir y, con un esfuerzo sobrehumano, logré alcanzar su mejilla izquierda para secar sus lágrimas.

—Estás bien, mi vida —colocó su mano encima del dorso de la mía y me besó la palma—. Estás a salvo.

—¿Qué…? —tragué la primera dosis de saliva que produjo mi boca desde que desperté—. ¿Qué me pas…? ¡Ah!

Ese último grito se dio cuando intenté incorporarme y sentí un dolor horrible atravesarme la zona baja de la espalda. Entonces todo cobró sentido en mi cabeza, todas las memorias regresaron a mi mente. El intento de escape de Roy, el operativo que llevaron a cabo para salvarme, el cañón de su arma presionando mi sien, la puñalada, el disparo…y lo último que recuerdo es estar desangrándome entre los brazos de Garret y Regina.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora