CAPÍTULO 47: Un día quizás no tan triste

4.6K 342 118
                                    

Garret

En las últimas semanas me han pasado cosas impensables: me apuñalaron, Lori desapareció, Mat se deprimió…pero lo último que esperaba era que mi hermano menor viniera hasta mi casa para darme un sermón.

Evan se encontraba a pocos metros de mí, apoyado al marco de la puerta de mi habitación con los brazos cruzados y el ceño fruncido. Realmente no estaba de ánimos para discutir y el alcohol en mi sistema ya me tenía lo suficientemente atontado como para que no me perturbaran sus regaños.

—No puedo creer que Gigi haya ido a darte las quejas —reí sin gracia antes de darle otro sorbo a mi vaso de whisky.

—Fue mi enfermera personal y por eso la contraté para que fuera la tuya. Ella me ha informado de todo tu progreso y por supuesto que me dijo que estás desobedeciendo las indicaciones médicas y ahogando tus penas en alcohol cuando Mateo se duerme.

Y sí, se había convertido en mi "hobby" más reciente.

Nunca fui de ese tipo de hombres que se refugian en la bebida para evadir sus problemas, de hecho, lo consideraba estúpido e inútil. Pero en la noche, cuando Mat se queda dormido junto a un portarretratos con la foto de su madre y me toca regresar a mi habitación en la que ella ya no está, el whisky se convierte en mi mejor amigo.

Estoy harto. Harto de ver a mi hijo regodeándose en su tristeza y no poder hacer nada para hacerlo sentir mejor. Harto de no tener ideas ni pistas, ni absolutamente nada que me ayude a dar con el paradero de Lorraine. Harto de que la policía me siga dando negativas día tras día cuando pregunto por los avances de la investigación. Harto de no poder ir a ver mi hija siempre que quiera y que, al hacerlo, tener que mentirle. Harto de que mi convalecencia me impida hacer algo por mi cuenta para encontrar a mi Vainilla. Estoy harto de jodidamente todo.

El alcohol no me ayudará, estoy consciente de ello, pero me ayuda a no pensar en lo inútil que soy en todos los sentidos y a extrañar un poco menos a Lori.

—No estoy desobedeciendo nada. Ya estoy bien.

—Que te hayan retirado los puntos no quiere decir que estés bien —rebatió, ingresando a la habitación—. Se supone que debes estar mínimo tres semanas de reposo y, por si no lo recuerdas, ni siquiera llevas dos. Has salido de casa todas las veces que te han dado la gana cuando sabes perfectamente que no deberías y el consumo de alcohol lo tienes prohibido. ¿¡Acaso quieres matarte lentamente, carajo!?

—No me alces la voz —le advertí, señalándolo con el dedo.

—Entonces deja de hacer estupideces.

Se encaminó en mi dirección con grandes zancadas, tomó la botella de whisky que descansaba sobre la pequeña cómoda a la que estaba apoyado y se dirigió al baño. Lo seguí con hastío y vi cómo derramaba todo el contenido en el lavabo.

—Sabes que tengo más botellas y todo un bar personalizado en otra habitación, ¿verdad?

Iba a beber otro sorbo del líquido ámbar de mi vaso cuando Evan me lo arrebató y desechó el contenido de este también. Gruñí con frustración.

—Gracias por la información. Me encargaré del bar mañana.

—Es inútil, Ev —pasé por su lado y me senté sobre la tapa del inodoro—. Si quiero beber, lo haré. No puedes evitarlo.

Él exhaló con la misma frustración que contenía yo y apoyó ambas manos en el lavabo.

—No estás suficientemente ebrio como para no entender lo que te digo, así que voy a decírtelo. Sé que estás dolido, desesperado y…

—¡No sabes una mierda, Evan! —le grité, furioso.

Desde que Lori desapareció todos se creen mis padres para ordenarme qué hacer y mis jueces para condenarme por mis acciones. Estoy cansado, de todo.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora