CAPÍTULO 48: Un infierno y un día de padres

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Lorraine

—¡Suéltame, maldita sea! —grité, desparramando toda mi furia en aquella orden que él obviamente no iba a acatar.

—¡Vas a hacer lo que yo diga, Lorraine! —gruñó, reforzando el agarre que ejercía en mi cabello.

—¡Eso nunca, hijo de puta! —bramé justo antes de impactarle el pecho y el abdomen con dos codazos que hicieron que me soltara—. ¡Vete a la mierda! —gruñí para luego tomar una de las patas de la silla que él previamente había roto y golpearlo con ella.

No le ocasioné demasiado daño con eso y estaba consciente de ello, solo lo hice para hacerlo retroceder, aturdirlo y poder correr hacia la diminuta "habitación de trastes" contigua al mini salón en el que inició esta jodida pelea. Fui lo suficiente rápida como para entrar en ella, cerrar la puerta y ponerle el seguro.

—¡Abre la jodida puerta! —farfulló furioso del otro lado mientras golpeaba con demasiada fuerza la no muy fuerte madera que nos separaba.

Sostuve con ambas manos mi lado de la puerta como si mi fuerza pudiera superar la de él, pero no iba a permitir que entrase, ya había sido suficiente por hoy. No tardó mucho en impacientarse y comenzar a embestirla con su fornido cuerpo, lo cual hacía crujir las bisagras y casi se podía apreciar cómo la madera empezaba a abollarse.

—¡Sal, Lorraine! ¡Maldita sea, sal!

—¡No voy a salir! —rebatí—. ¡Y si quieres que todos los vecinos se enteren de lo que está pasando aquí, sigue gritando! Mejor para mí.

Al darse cuenta de que tenía razón y que, por esta vez, había perdido, emitió un alarido de ira y no tardé en escuchar cómo se alejaba a base de zancadas. Cuando me convencí de que no iba a regresar, dejé escapar un suspiro y me apoyé en la puerta, deslizando mi espalda por esta hasta quedar sentada en el suelo. Flexioné mis piernas hacia arriba y las abracé, enterrando mi cara entre mis rodillas.

Estaba exhausta.

Llevaba poco más de un mes con Roy y cada día era peor que el anterior.

Desde el día uno iniciaron los insultos, los maltratos de todo tipo y los golpes; pero me enorgullecía decir que eran recíprocos. Respondí cada una de sus ofensas, lo he hecho sentir tan miserable como él a mí, nos hemos golpeado el uno al otro hasta el cansancio…. No ha sido fácil. Él sigue siendo más fuerte y experimentado que yo en cuanto abuso físico se trata, pero me he defendido, lo he enfrentado y nunca más me he visto tendida en el suelo en medio de un charco de mi propia sangre. Me las he ingeniado para no salir demasiado lastimada y para evitar los enfrentamientos en la medida de lo posible sin involucionar en la estúpida sumisa que solía ser.

Tampoco ha vuelto tocarme con otras intenciones nunca más. Primero muerta antes de permitir que me violase como lo solía hacer. Esta tarea no ha sido sencilla. He tenido que pasar noches sin dormir para prevenir que me sometiera en las madrugadas, encerrarme —como ahora— en habitaciones, estar alerta en todo momento y siempre, siempre llevo conmigo un cuchillo que tengo preparado para usarlo en algún momento crítico. Es agotador.

Pero la convivencia no es el peor de mis problemas. Lo es el hecho de que nunca sé dónde estamos.

Cuando accedí a irme con Roy, pensé que nos ocultaríamos en alguna casa aislada de ciudades aledañas como Summer Hills o Emerald Hills, pero no podía estar más equivocada. Hemos viajado de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad durante las últimas semanas, ni siquiera permanecemos más de una semana en el mismo sitio. Pasamos más tiempo en la carretera viajando de un lado a otro a bordo de autos robados que en los hoteles de media estrella, moteles, hostales y apartamentos alquilados como en el que estamos alojados ahora. No hay forma de que alguien nos siga la pista y mucho menos que puedan hallarnos, eso es lo que él quiere, y eso mantendrá a salvo a mi familia.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora