CAPÍTULO FINAL

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Lorraine

Un gélido escalofrío recorrió toda mi columna vertebral hasta alojarse incómodamente en mi nuca y luego desaparecer. Odiaba despertar de esa forma y le achacaba esa horrible sensación al invierno, pero en el fondo sabía perfectamente que ni un copo de nieve ingresaría a la habitación y que la temperatura era perfecta ya que Garret se encargaba personalmente de estuviese lo más cómoda y calentita posible. Ese escalofrío, lo admitiera o no, lo causaba cierta personita alojada en mi vientre que suele despertarse antes que sus padres.

Me removí incómoda e inconforme por la interrupción de mi sueño y me quejé por ello tal cual niña chiquita. Garret, que siempre estaba alerta, se despertó también. Esto ya se había vuelto rutina: el bebé se movía y me despertaba, yo me quejaba, Garret se despertaba y luego dedicaba quince largos minutos de su valioso tiempo a acariciar mi abultado vientre mientras le rogaba a nuestro hijo en susurros que no pateara a mamá. Será un niño desobediente porque por lo general le importa muy poco lo que le pidamos.

—Ya está, bebé —acariciaba y le susurraba a mi vientre, recostado boca abajo entre mis piernas—. Tenle un poco de piedad a mamá. Tus pataditas duelen más en invierno porque hace frío.

El bebé le respondió con una ligera patada que me hizo presionar los labios por el leve dolor.

—Solo tiene cinco meses, pero te aseguro que será campeón de karate —comenté, apoyando ambas manos sobre el colchón para impulsarme y poder sentarme, era obvio que ya no podría dormir.

—Y también será el más rebelde de los tres —secundó mientras se incorporaba para colocar una almohada tras mi espalda para que estuviese más cómoda.

—O quizás solo es un bebé inquieto que adora que lo mimen y alimenten y estamos siendo muy dramáticos —reí por lo bajo—. Esto no es nada, cuando nos despierte a las 3.00 a.m. llorando a todo pulmón será cuando desearemos habernos cuidado.

—Aunque suene raro —llevó su mano a mi barriga—, estoy ansioso porque llegue ese momento.

—No es cierto —entorné los ojos en su dirección—. Estás ansioso porque nos revelen el sexo y así poder pintar su cuarto de una vez.

—Bueno sí, lo admito —se encogió de hombros—. ¿No deberíamos saberlo ya?

Ay, otra vez no.

—Por enésima vez, en el quinto mes ya se ve claramente el sexo, pero debes esperar a la próxima semana que es cuando me toca mi chequeo mensual.

—¿Y no podemos adelantarlo para esta semana?

Dios mío, ¿qué hice para merecer un hijo que me despierta a patadas y un esposo que se comporta como si él fuera el bebé?

Dejé escapar un suspiro de hastío y le lancé la mirada que él ha denominado "Compláceme o recibirás un bandejazo". Eso fue suficiente para que contraatacara con su mirada de cachorrito y para que yo le lanzara a su vez la "Si insistes, le diré al chef que le ponga laxante a tu comida". Derrotado, se encogió de hombros y se acomodó a mi lado.

—Por cierto… —dijo, tras un rato de silencio— olvidé algo —y acto seguido me tomó suavemente de la barbilla y me dio un tierno beso—. Buenos días.

Sonreí sobre sus labios e inmediatamente me puse de buen humor. Los últimos meses no han sido fáciles para nosotros, en especial porque, lo admito, embarazada soy insoportable. Pero él no ha perdido la paciencia conmigo ni por un instante. Vive tratándome con dulzura, amor y delicadeza, cumpliendo cada uno de mis caprichos y apoyándome al cien por ciento. Y amo que, a pesar de que estoy más gorda y malhumorada, él sigue tratándome como una reina.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora