CAPÍTULO 35: Momentos en familia

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Lorraine

—¡Muy bien, niños! —aplaudí al culminar con la primera sesión de la lección de hoy—. Suficiente por ahora, vayan a beber agua y tomen un descanso.

—Síii —dijeron, o más bien jadearon, a coro; los dejé cansados.

Todos se dirigieron hacia la esquina en la que cuelgan sus respectivos bolsos para buscar sus botellas de agua y posteriormente sentarse juntos a descansar.

—¿Qué hay de ti, Marjorie? —me volteé hacia ella quien se encontraba a mi lado—. ¿No quieres ir con tus compañeros?

—Yo no me canso tanto como ellos, ¿recuerdas? —musitó, sobándose sus piernitas.

—Pero no solo fueron a descansar, también están charlando y jugando. ¿Por qué no te sumas?

—No quiero —negó con la cabeza para luego agacharla.

Sabía lo que significaba ese gesto. Marjorie lleva una semana asistiendo a mis clases y gracias a ello he logrado acercarme ella, ganarme su confianza y aprender a leer su lenguaje corporal. Normalmente cuando huye de la mirada de los demás y se centra en sus manitas o en sus piernas, es por timidez o para evitar hablar de algún tema que la entristezca.

Me senté en el suelo frente a ella, anivelando nuestras alturas. Busqué su mirada y establecí contacto visual.

—¿Confías en mí, pequeña?

—Sí —asintió levemente.

—¿Y me tienes suficiente confianza como para decirme por qué no quieres ir a pasar el rato con tus amigos?

—Ellos no son mis amigos —aclaró—. Yo no tengo amigos, Miss Lorraine.

—¿Y eso por qué?

—Porque cada vez que me hago amiga de alguien, lo adoptan y nunca más lo vuelvo a ver. Eso me pone muy triste.

—Ay, cariño —acaricié su mejilla, he descubierto que amo hacerlo y que ella ama que lo haga—. Escucha, en la vida conocerás a muchas personas que querrás mucho y no podrán quedarse para siempre, pero no por eso vas a negarle la entrada a tu vida a nuevas personas que también te querrán.

—No creo que alguien quiera a una niña en silla de ruedas.

Esa oración me rompió el corazón en mil pedazos. Por un instante me recordó a mi yo de hace unos meses; también creía que nadie sería capaz de amarme, incluyéndome. Si lo cambiaba de perspectiva, llegaba a la conclusión de lo mucho que Marjorie y yo nos parecíamos. Su discapacidad es la causante de su tristeza, es el motivo principal por el cual no es adoptada y no puede disfrutar de una infancia normal; yo por mi parte tenía a Roy quien había convertido mi vida en un auténtico infierno. Por suerte logré escapar y hallé a personas maravillosas que me ayudaron a superarlo todo, Marjorie por otro lado no puede huir de la silla de ruedas, pero puedo ayudarla a sentirse como nunca se ha sentido: amada.

—Yo te quiero.

Mi declaración la hizo agrandar sus ojitos por la sorpresa, un segundo después se empañaron.

—¿Lo dices en serio? —sollozó.

—Claro que lo digo en serio, mi niña.

—¿Y por qué me quieres?

—¿Cómo que por qué? ¿Acaso no sabes que eres la pequeña más increíble que he conocido? —sequé una lagrimilla que se le escapó—. Eres tierna, dulce, inteligente, educada...eres un amor, Marjorie. Y es imposible no quererte.

Sin que me lo esperara se inclinó hacia mí y me envolvió entre sus delgados bracitos. Le devolví el abrazo con la misma ternura que ella me proporcionó a mí. Sentía tanta necesidad de hacerla sentir querida.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora