CAPÍTULO 53: ¡Eleven anclas y...puede besar a la novia!

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Garret

Repasé mi imagen una última vez en el espejo. Vestir formal y querer lucir impecable nunca fueron mi fuerte en cuestiones de indumentaria, pero era el día de mi boda y mi futura esposa no merecía menos que perfección de mi parte. Así que sí, Garret "no me gusta vestir formal" tenía que hacer un esfuerzo y dar su mejor imagen de "nunca luciré tan guapo como mi prometida, pero al menos no estoy tan mal".

El smoking color blanco se ajustaba a la perfección a mi cuerpo, haciéndome lucir un porte y estilo que no sabía que tenía, o al menos que no tenía conocimiento de poder portar. El color me sentaba de maravilla en contraste con lo semi bronceado de mi piel. Mis rizos estaban peinados con la simetría y la perfección requeridas y el resto de mi cuerpo desprendía el perfume que me puse y con el cual esperaba no haberme pasado.

Estaba nervioso. A pesar de que el espejo me devolvía una imagen con la que debería estar satisfecho, seguía sintiendo que no estaba a la altura de la mujer con la que estaba a punto de casarme. Y, ¿cómo no sentirse así? Iba a compartir el resto de mi vida con la mujer más fuerte, admirable y hermosa —en todos los sentidos— que he conocido jamás. Ella siempre ha dicho que tuvo mucha suerte al encontrarme, pero el suertudo soy yo, simplemente porque ella escogió amarme.

—Deja de mirarte, grandulón. Nunca te verás más guapo que mamá.

Ya se había tardado.

Reí y giré sobre mis pies para divisar junto a la puerta a mi hijo. Él sí que lucía guapísimo dentro de su pequeño smoking, blanco como el mío. Eso sin contar cómo resaltaba el azul de sus ojos, su cabello rubio tan bien peinado como un actor de cine en una alfombra roja y su postura despreocupada. Ese niño será todo un galán rompecorazones cuando sea mayor, podría apostarlo.

—¿Ya la viste? —pregunté, ignorando su graciosa manía de burlarse de mí.

—Sip, pero aún se está preparando. No ha parado de comer cosas raras y cada cinco minutos tiene hambre de nuevo —hizo una mueca—. Pobrecito el renacuajo.

—Ni se te ocurra llamarlo renacuajo delante de tu mamá —reí y me agaché frente a él—. Sabes que no le gusta que llamemos al bebé así.

—A mí me gusta y a mi hermana también —se encogió de hombros sin darle mayor importancia.

—Y a mí, pero a tu mami no le hace mucha gracia. No queremos que se enoje, ¿cierto?

—Nop, ahora que está embarazada da más miedo que antes.

Reímos juntos por su comentario, pero era cierto, el embarazo había hecho que sus estados de ánimo se fragmentaran y no había puntos medios entre la felicidad, la tristeza y el enojo, simplemente pasaba de un humor a otro y todos rezábamos porque no se le ocurriera lanzarnos bandejas de comida.

—Pero, con todo y cambios de humor, me alegra que esté a salvo y con nosotros —hizo una mueca—. Nada es lo mismo sin mamá.

Por un instante, tuve un flashback de lo triste y desconsolado que estuvo cuando no teníamos idea del paradero de Lori. No quería verlo así de desanimado nunca más y definitivamente daría todo de mí para que nunca, nunca volvieran a separarse.

—Lo sé, campeón —le agité el cabello, pero no demasiado, Lorraine sería capaz de lanzarme el ramo en el altar si lo veía despeinado—. Pero no tienes nada de qué preocuparte. El villano de esta película ya no nos molestará de nuevo y nunca, nunca, nunca nos volveremos a separar de tu mamá.

—Pero, si el villano ya no está, ¿significa que este es el final de la película?

—¿Qué dices? —reí—. Este apenas es el principio, aún nos queda mucha historia por contar.

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora