CAPÍTULO 52: Ciclos cerrados

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Lorraine

Despertar entre los brazos de Garret es y siempre será una de las experiencias más dulces y placenteras que existen para mí. Extrañé tanto que me rodease con ellos, que mi nariz se impregnara con su aroma corporal y disfrutar de esa calidez que desprende su cuerpo. Es mágico.

—¿Ya despertaste, cariño?

Su no tan ronca voz hizo que me diera cuenta al instante de que ya llevaba un buen tiempo despierto. Alcé la mirada para encontrarlo con su cabello raro alborotado, sonriéndome.

—Buenos días —murmuré.

Se inclinó un tanto para besar mi frente y recibí dicho beso con gusto.

—Buenos días, Vainilla.

—¿Llevas mucho tiempo despierto?

—Ni idea, observarte durmiendo hace que pierda la noción del tiempo.

—Acosador —reí contra su pecho.

—Así que soy un acosador, ¿eh? —sonrió con cierta malicia antes de tomarme de la cintura para sentarme sobre sus piernas y un instante después se incorporó, dejando su rostro a escasos centímetros del mío—. ¿Quieres ver cómo te acoso?

—Quiero verte intentándolo —lo reté, rodeando su cuello con mis brazos.

Decidió demostrármelo con besos en lugar de palabras y no pude estar más complacida con eso. Los últimos días han sido difíciles para todos, mi recuperación estaba siendo rápida, pero me resultaba agobiante estar acostada todo el tiempo. Garret insistía en quedarse conmigo, pero le recordé que debía ponerse al día en el trabajo y retomar la rutina que tenía antes de que me fuera, Gigi y Mateo ya pasaban suficiente tiempo conmigo, cuidándome. Sin embargo, tantos cuidados y precauciones en cuestiones que solían ser cotidianas nos resultaban insoportables a veces, por eso estos pequeños momentos en los que nos dejábamos llevar los disfrutaba tanto.

—Extraño amanecer haciendo el amor contigo —susurré sobre sus labios al separarnos.

—Yo también, pero no podemos —me regaló una media sonrisa de consuelo—. Podría entorpecer tu recuperación y hacerle daño al bebé.

—Lo sé —apoyé mi frente en la suya—. Odio ser una muñeca de porcelana que se puede romper en cualquier movimiento en falso.

—Dentro de unas semanas dejarás de serlo, solo tienes que tener paciencia.

—Para ti es fácil decirlo.

Desvié la mirada de la suya e inevitablemente mis ojos fueron a parar a la zona baja de su abdomen, donde yacía la cicatriz que siempre me recordará aquella fatídica noche. Mis dedos recorrieron esa no muy extensa marca color crema, sintiendo una punzada de culpa.

—No sabes lo mal que me siento al verte la cicatriz. No la tendrías si no hubieses intentado protegerme.

—Yo me siento exactamente igual cuando veo la tuya —su mano rozó con delicadeza la zona del balazo—. Me recuerda que no fui capaz de protegerte. Pero no ganamos nada sintiéndonos culpables por heridas que no pedimos ni merecíamos, ¿o sí?

—Tienes razón —asentí—. No fue tu culpa que me dispararan, amor.

—Y no fue la tuya que me apuñalaran —sus manos acunaron mis mejillas con dulzura—. No quiero que nuestras cicatrices nos echen en cara nuestra incapacidad de protegernos el uno al otro, no las tendríamos si no hubiésemos intentado protegernos a nosotros y a nuestro hijo.

—Entonces son marcas de guerra. Las pruebas de lo mucho que luchamos para que nuestra familia estuviese a salvo.

—Así suena mejor —me sonrió—. ¿Qué tal si vamos a darnos una ducha juntos ahora que Gigi está siendo más condescendiente con nosotros?

Contrato: "Familia en Arreglo"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora