XXXVII

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Lo primero que notó Mingyu cuando recuperó la conciencia, fue que su cuerpo flotaba a medio metro del suelo de concreto. Intentó moverse, pero no pudo, pues estaba completamente atado por lo que parecían enormes hilos blancos y pegajosos, dejando sólo su rostro al descubierto.

¡Ah! Entonces es así cómo se siente una momia... pensó.

¿Qué demonios le había sucedido? Lo último que recordaba era sentirse aterrado frente a un enorme monstruo con tentáculos y cola de serpiente, y luego ser elevado por los aires. Observó a su alrededor. Parecía el hall de un edificio, cuya única iluminación era la luz del exterior que se colaba a través de las ventanas rotas. Dos metros más allá, había otro bulto colgado exactamente igual que él. Pero había algo diferente. A pesar de la escasa iluminación, Mingyu notó que el color de ese bulto no era blanco, sino negro, y que una sustancia viscosa caía de él, formando un charco en el suelo. De pronto, el bulto giró sobre su eje, dejando al descubierto el contenido de su interior: el cuerpo cercenado de lo que alguna vez fue un humano. Sus intestinos habían sido vaciados, dejando una enorme cavidad en su abdomen. Sobre la zona en la que debían estar los pies del humano, había una araña violácea de al menos medio metro de diámetro, que aún masticaba un trozo de víscera del sujeto. A Mingyu se le heló la sangre al descubrir que él sería el siguiente bocadillo ¡Mierda! Pensó aterrado. No, si quería sobrevivir, debía conservar la calma. Con mucho esfuerzo y muy lentamente para no llamar la atención del arácnido, metió sus dedos en un pequeño bolsillo en la zona interna de la manga de su chaqueta, y extrajo una pequeña navaja de él. Desmontarla en el reducido espacio que le dejaban sus ataduras fue mucho más difícil que conseguir la herramienta, más finalmente lo logró, tras lo cuál, inició la tediosa tarea de cortar el capullo que le envolvía. Después de largos y eternos minutos, logró liberarse. Para su mala suerte, el sonido que provocó su cuerpo al caer sobre el suelo atrajo la atención de la criatura que comía del otro humano. Y no era la única. Las arañas comenzaron a aparecer tras él y sobre los restos del capullo que hace unos instantes lo envolvía.

—¡Mierda! —exclamó, incorporándose y echando a correr a toda velocidad.

Saltó sobre los restos de una ventana y logró salir del edificio. Sin embargo, un peligro mayor se acercaba. Al llegar al exterior vio cuatro pares de largas y peludas patas violáceas. El reflejo de la sombra le mostró el ser que lo había capturado unos minutos antes, lo que confirmó al mirar sobre su cabeza: Una enorme criatura del tamaño de dos hombres, con grandes patas peludas y un torso semihumano. Sus dos patas delanteras actuaban como manos y sostenían otro capullo en el que probablemente se encontraba un humano.

—Imposible... —farfulló, aterrado.

El sonido de su voz hizo que la enorme araña lo descubriera. Soltó el capullo que llevaba entre sus patas, y se precipitó sobre Mingyu.

—¡Ahhhh!

El chico alzó sus brazos y cubrió su cabeza, anticipándose a su fin, más el arácnido jamás llegó hasta él, pues fue embestido por un enorme lobo negro. Mingyu lo reconoció de inmediato. Podría hacerlo incluso en medio de cien lobos iguales.

—¡Wonwoo! —exclamó.

El chico lobo había olido la esencia del humano, e intuyendo que se encontraba en peligro, siguió su rastro hasta el edificio. Llegó justo a tiempo para evitar que Mingyu fuera la cena de la araña. Wonwoo atacó directo a la zona torácica del monstruo, allí donde se encontraba el corazón. Su mordida hizo que el arácnido soltara un enorme grito de dolor. El contraataque fue feroz. La araña mostró su venenoso aguijón, e intentó clavarlo en el torso del lobo, más Wonwoo lo evitó. Con un rápido movimiento, se posicionó sobre la espalda del demonio, y la aplastó bajo su propio peso. El monstruo quiso liberarse, pero antes de que pudiera, Wonwoo mordió su cabeza y la arrancó. La araña se detuvo al instante. El lobo bajó de su espalda, tambaleándose.

—¡Wonwoo! —gritó Mingyu, corriendo hacia él.

—¡Wonwoo! —repitió, abrazándolo.

El lobo tenía un arañazo sobre el ojo y mejilla derecha, y su costado sangraba. Estaba exhausto por esta y las anteriores batallas. Pero no tenía tiempo para descansar, pues las crías de la araña ya se amontonaban tras ellos, dispuestas a vengar a su madre. Con un gesto de su cabeza, Wonwoo le indicó a Mingyu que montara sobre su lomo. Este obedeció de inmediato, y ambos escaparon.

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Seungcheol ni siquiera fue consciente de que Mingyu había desaparecido. Estaba tan aterrado observando la escena que se llevaba a cabo frente a él, que ni siquiera podía moverse. El enorme monstruo con cabeza de calamar intentaba defenderse del ataque del ejército de ángeles con cada vez menos resultado. Varios de sus tentáculos habían sido cercenados, y su cabeza estaba visiblemente herida. En cualquier instante los ángeles lograrían vencerlo y entrar a la catedral que custodiaba el monstruo. De pronto, un rayo morado atravesó la calle en dirección al único ojo útil que le quedaba al calamar, pero se detuvo unos metros antes de alcanzar el blanco. De la nada se materializó una figura "humana" frente al monstruo, a la altura de su ojo, y detuvo el ataque. Tras el suceso, se produjo un aterrador silencio, e inmediatamente los ángeles redirigieron su ataque hacia el recién llegado, quién los repelió sin dificultades. Era tan rápido que los ángeles no lograban darle alcance. Uno a uno fueron cayendo derrotados por la figura. La escena logró sacar a Seungcheol de su estupefacción. Entornó los ojos, intentando visualizar mejor. Esa figura en el aire se le antojaba enormemente conocida.

—No puede ser... —murmuró, impactado.

Tenía el cabello negro, y un par de enormes alas negras salían de su espalda, pero no había lugar a dudas: era Jeonghan, o el cuerpo de quién una vez fue el híbrido. Seungcheol se incorporó, y olvidando por completo el miedo que sentía hace unos momentos, corrió hacia el monstruo.

—¡Jeonghan, Jeonghan! —gritó, incluso cuando era consciente de que su voz no se escuchaba debido al ruido de la batalla. Por supuesto, Jeonghan no lo oía, pues el Ángel de la Muerte era dueño de su cuerpo y mente, y su única tarea era destruir a sus atacantes. Los ángeles siguieron cayendo uno por uno, hasta que sólo quedó Seungcheol, y se hizo el silencio nuevamente. Seungcheol observó a la figura en el aire y un escalofríos recorrió su cuerpo. Incluso él era capaz de percibir el aura maligna que desprendía. Sin embargo, su hermoso rostro seguía siendo el mismo.

¡Debo hacer algo! Pensó Seungcheol.

Antes de que su cerebro se detuviera a pensar, un grito desesperado salió de su boca llamando el nombre del chico que amaba. Su voz retumbó en medio del silencio, atrayendo la atención tanto del Ángel de la Muerte como del monstruo. El cuerpo de Jeonghan se giró hacia él y atacó. Seungcheol sintió que algo lo elevaba un par de metros del suelo al tiempo que el Ángel de La Muerte se materializaba frente a sus ojos. Se congeló de terror frente a la aterradora mirada del otro, y sintió que caía por un enorme agujero de oscuridad, igual que la primera vez que lo vio en su forma original. El Ángel de La Muerte alzó la daga ensangrentada que tenía en la mano, y la descargó contra humano. Seungcheol cerró los ojos, esperando su fin, pero antes de atravesar su torso, el Ángel se detuvo. Al darse cuenta, Seungcheol abrió los ojos. El rostro de Jeonghan lo observaba de una forma extraña. Su mano se había detenido a un milímetro del cuerpo de Seungcheol, y parecía desconcertado. Por un segundo, vio al chico que amaba tras su mirada.

—Jeonghan... —murmuró.

Se mantuvieron así un instante antes de que el Ángel lo arrojara contra un muro cercano, tras lo cuál, desapareció.

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DEVIL SIDE [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora