Jeonghan tomó una camisa del cesto de la ropa y se la puso sin molestarse en abotonarla. Luego cogió a Seungcheol por la muñeca, y lo arrastró por el pasillo. Los pasos de Jeonghan apenas eran audibles, incluso menos que la respiración de Seungcheol. Caminaron hasta llegar a la esquina que daba con lo que parecía ser el salón principal. Se detuvo y empujó a Seungcheol contra la pared.
—No te muevas —susurró.
Seungcheol obedeció. Jeonghan avanzó un paso más, y asomó su cabeza por la esquina para echar un vistazo, pero regresó de inmediato a su escondite.
—¡Maldición! —masculló.
El salón estaba repleto de grandes ciempiés, cuyas bocas escurrían baba verde que oradaba todo. Junto a la puerta, estaba la madre. Jeonghan podía enfrentarse a un par de esos insectos gigantes, incluso quizás a tres, pero no a la madre. Definitivamente sería imposible salir de allí, al menos por aquella puerta. Jeonghan cogió la mano de Seungcheol, y lo guió hasta lo que parecía una habitación de entrenamiento. Allí, tomó un par de zapatos estilo militar y algo que parecía una espada samurái. Aún llevaba la camisa abierta, y con aquella arma en su mano, se veía aún más sexy y varonil. Seungcheol no dejaba de mirarlo mientras ataba sus zapatos, pensando que, si no estuvieran en una situación tan extraña, definitivamente habría hecho lo indecible con él, claro, siempre y cuando Jeonghan no lo degollara primero. Estaba tan embobado con la visión que tenía en frente, que jamás oyó lo que se acercaba por detrás.
—¡Muévete! —ordenó Jeonghan.
Seungcheol no entendió qué quería decir ni por qué levantaba la espada en señal de ataque, hasta que sintió algo que escocía su hombro. Y al mirar hacia arriba, descubrió una gran cabeza apestosa y llena de colmillos que lo miraba.
—¡He dicho que te muevas!
Jeonghan lo empujó con su mano hacia el costado con tanta fuerza que cayó sobre el muro. Para cuándo fue consciente de nuevo, el insecto había sido decapitado. De pronto, oyeron un sonido similar a un estruendo que provenía desde el salón.
—¡Ya era hora! —exclamó Jeonghan.
Cogió la muñeca de Seungcheol, y tiró de él de regreso por el pasillo. El salón estaba envuelto en llamas y un par de gusanos se revolvían en el suelo mientras el fuego los devoraba. La madre estaba enroscada sobre su cuerpo cinco veces mayor que el de sus crías. Minghao asomó su cabeza en donde antes había estado la puerta.
—¡De prisa! —gritó.
Sin embargo, atravesar el salón era mucho más difícil que decirlo. Los monstruos les bloqueaban el paso, y por si fuera poco, el lugar se caía a pedazos producto de las llamas causadas por la explosión. De pronto, Jeonghan vio un espacio entre dos gusanos. Esa era su oportunidad. Tiró de Seungcheol, y lo arrastró a través del salón. Mientras corrían hacia la salida, fueron atacados por los gusanos, pero Jeonghan blandió su espada, y cercenó la cabeza del monstruo que estaba más cerca. Eso alejó a los otros lo suficiente como para que escaparan por la puerta y se reunieran con Minghao. Fuera de la casa, se desarrollaba otra batalla. Allí, un segundo chico, luchaba contra otro ciempiés. Tenía el cabello negro, y enormes garras en las manos. Se movía tan rápido, que para el gusano era difícil seguirle el paso. Más allá, un auto los esperaba. La bocina no dejaba de sonar. Los tres corrieron y subieron en él. El chico de las garras los siguió, luego de cortar la cabeza del gusano con el cual luchaba. En ese instante, Seungcheol volvió a ser testigo de algo imposible de creer. Apenas montaron en el auto, Minghao sacó un encendedor de su bolsillo, prendió la llama con la mano izquierda, y puso la derecha sobre el fuego. Este envolvió sus dedos como si fuera un guante, y luego se concentró en su palma, formando una bola del tamaño de una pelota de tenis. Minghao alzó el brazo, y lanzó la bola hacia la casa, que terminó destruyéndose. El aire se llenó de chillidos mientras los cinco chicos huían en el auto.
—Estuvo cerca —dijo el chico de las garras, que ocupaba el asiento del copiloto —¿Están bien? —preguntó, girando la cabeza hacia atrás.
Seungcheol observó cómo sus garras se retraían y adquirían la forma de manos humanas.
—Sí —respondió Jeonghan —, solo un par de quemaduras, nada grave. Tú — dijo girándose hacia Seungcheol —¿Estás herido?
Seungcheol estaba impactado por lo que acababa de presenciar. Abrió la boca para decir algo, pero solo salió un "no" monótono y distante.
—Creo que está en shock —comentó Minghao.
—¡Hey! —dijo Jeonghan, zarandeando el hombro de Seungcheol —¡No es momento para que te desmayes!
—Estoy... estoy bien —musitó Seungcheol.
—¡Te dije que era duro de roer! —exclamó una voz desde el asiento del conductor —No cualquiera tiene las agallas para compartir el piso con Jeonghan ¡Se recuperará! ¿Verdad Seungcheol?
—¿Cómo sabes mi nombre y dónde vivo? —preguntó el aludido.
—¿No me reconoces? —preguntó el chico.
Seungcheol lo observó por el espejo retrovisor. Ciertamente el tono de su voz se le antojaba muy familiar. Y esos ojos, estaba seguro de que los había visto en algún lado. Y al darse cuenta de quién se trataba, casi le da un infarto.
—¡Kim! —exclamó, impactado.
Acababa de reconocer al conserje de su edificio.
—¡Kim! —repitió, anonadado —¡¿Qué haces aquí?! ¿También eres un... un...
No pudo recordar la palabra
—¿Un híbrido?
Kim terminó la frase por él.
—No —respondió —, soy humano, como tú. Y por cierto, mi nombre es Mingyu.
—Esas cosas ¿También te siguieron? —preguntó Seungcheol, intentando explicarse qué rayos hacía el conserje de su edificio en ese auto.
—No —respondió Mingyu —. Bueno, sí, pero eso fue hace mucho tiempo.
El chico de las garras soltó una risita.
—Entonces ¿Qué haces aquí? —Seungcheol repitió la pregunta.
—Es nuestro conductor —se burló Minghao.
—¡Hey! —protestó Mingyu, de inmediato.
—De acuerdo —dijo Minghao —, también es nuestro cocinero, y médico personal —agregó, riendo.
—Básicamente soy quien los mantiene con vida —dijo Mingyu, en tono solemne.
—¡Alabado sea! —se rió Minghao.
La conversación habría seguido de esa forma, de no ser porque fueron reprendidos por quien iba en el asiento del copiloto, lo que calló a ambos al instante.
—Mi nombre es Wonwoo —dijo el chico —. Me alegra que estés bien.
—Gracias —dijo Seungcheol.
Wonwoo sonrió, y luego se volteó hacia Jeonghan.
—¿Qué sucedió? —preguntó.
Su rostro estaba serio. Jeonghan y Minghao le hablaron sobre lo ocurrido, y los tres se enfrascaron en una conversación. Seungcheol comenzaba a adormecerse, cuando cayó en cuenta de algo.
—Disculpen ¿Hacia dónde vamos? —preguntó.
—A nuestra casa —respondió Mingyu.
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DEVIL SIDE [TERMINADA]
Fiksi PenggemarChoi Seungcheol es un profesor de primaria que acaba de mudarse a la ciudad. Adaptarse a su nueva vida ha sido sencillo, hasta que conoce a su guapo, misterioso, y extremadamente sexy vecino. ⚠️Contiene referencias sobre as3s*natos, s*xo expl*cito...