XXVIII

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—¡De nuevo! —gritó el hombre —¡Y esta vez, asegúrate de matarlo, o yo te mataré a ti!

El chico se incorporó. Una gota de sangre resbaló por su pómulo derecho, y fue a dar hasta el ángulo de su mandíbula, desde donde cayó al suelo. Observó su objetivo. El enorme gusano frente a él, abrió la boca y mostró sus colmillos babeantes, listos para atacar. Aunque era una cría, ya medía al menos dos metros, y tenía la fuerza de veinte humanos. Pero eso no iba a detenerlo. Wonwoo cerró los ojos, inspiró profundamente, y relajó sus músculos.

—¡¿Qué esperas?! —oyó la voz de su entrenador —¡¿Quieres morir?!

Los ojos del chico se abrieron, pero ya no tenían el hermoso negro de un instante atrás. Ahora eran amarillos, con las pupilas rasgadas, y la mirada penetrante. Sus manos se convirtieron en peludas y afiladas garras, y sus dientes, en armas dispuestas a matar. Se inclinó igual que un animal a punto de saltar sobre su presa, y atacó. Pero el monstruo lo esquivó fácilmente, y lo golpeó con su enorme cola. El chico lobo fue a dar directo contra la pared. Wonwoo soltó un grito y escupió sangre, pero volvió a incorporarse. No iba a rendirse. No podía rendirse. Debía ser fuerte, más fuerte que ese demonio, más fuerte que su entrenador, más fuerte que cualquiera en el centro de entrenamiento. Esa era la única forma de sobrevivir: Ser el mejor. Se irguió de nuevo y atacó, mas la cola del gusano volvió a darle en el estómago, y esta vez, no pudo a pararse.

—¡Eres un inútil! —oyó la voz del entrenador, antes de perder la consciencia.

Despertó unos minutos después, con un balde de agua fría en la cabeza.

—¡Levántate, pedazo de mierda! —gritó el entrenador —¡Levántate o te moleré a golpes!

Intentó pararse, pero no pudo. Estaba demasiado débil. Un golpe en la cabeza volvió a dejarlo inconsciente. Cuando despertó de nuevo, estaba tirado en la habitación donde dormía junto a muchos otros de los niños híbridos. Le dolía cada centímetro de su ser, y su boca sabía a sangre. Se incorporó lentamente y subió a la litera. Inspiró profundo y su rostro se contrajo de dolor. Cada bocanada de aire era como respirar vidrio molido. Suerte para él que su cuerpo se recuperara rápido. A la mañana siguiente, estaba listo para luchar de nuevo. Pero el resultado fue el mismo que el día anterior, y que todos los días siguientes. La última vez, estaba tan herido, que creyó que moriría.

—Bebe esto —oyó a su lado.

Un fino hilo de agua fresca se deslizó por sus labios, y luego bajó por su garganta. Eso era extraño, pues en el Centro de Entrenamiento no les permitían el acceso a agua limpia, así que siempre sabía a lodo. Abrió la boca y bebió un poco más.

—Eso es —murmuró la voz.

—Gracias —susurró, trabajosamente.

El chico a su lado sonrió. Wonwoo vio su rostro. Era uno de los mayores del ala continua a la suya. Lo había visto un par de veces luchando contra los gusanos, y quedó sorprendido con su fuerza y velocidad.

—¿Dónde conseguiste el agua? —preguntó.

—La robé —respondió el otro, encogiéndose de hombros.

—Van a castigarte si te descubren —murmuró Wonwoo.

—No importa —respondió el chico —. La necesitas.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Wonwoo.

—Hao me dijo que estabas herido, así que vine a ver si podía hacer algo por ti.

—¿Minghao? —preguntó Wonwoo, sorprendido.

La imagen de un muchacho delgado de cabello rojo se dibujó en su cabeza. Era uno de los tantos con quién compartía habitación.

—Sí —respondió el chico —. Está vigilando la entrada ahora.

Wonwoo lo observó. Jamás había intercambiado palabras con Minghao. Es más, no había intercambiado palabras con otro chico o chica. Ser el más fuerte había sido su única meta desde que llegó al centro de entrenamiento. Debía ser el mejor, esa era la única forma en que podría enmendar su error. Cerró los ojos, y el recuerdo de su madre vino a él. Ella había muerto cuando el chico tenía seis años, a mano de los hombres que lo llevaron a ese lugar. Wonwoo no pudo detenerlos, así que juró convertirse en el más fuerte para algún día poder vengarse. Por eso, nunca tuvo amigos, ya que cada híbrido en ese lugar, representaba competencia de poder. Y ahora estaba allí, siendo salvado por un desconocido, quién incluso había robado agua fresca para él.

—¿Sabes? —dijo el chico, con voz suave —No tienes que hacer todo por tu cuenta. No estás solo.

—No —dijo otra voz a su lado—, ya no estás solo. Me quedaré junto a ti para siempre.

Wonwoo observó al dueño de la voz. Sus rasgos se le antojaron muy similares a los de un perro, y despedía un aroma agradable.

Huele a hogar...

Wonwoo sintió la mano del chico sobre la propia y su cuerpo se relajó. El peso sobre su espalda se disipó y poco a poco, fue librándose de la melaza putrefacta que lo cubría. Pronto cayó sobre tierra firme.

—¡Wonwoo! —oyó la voz de Mingyu, y un par de brazos rodearon sus hombros.

Incluso en medio del olor putrefacto del Infierno, Wonwoo pudo oler el aroma de quien lo abrazaba.

Sí, definitivamente huele a hogar.

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DEVIL SIDE [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora