XLIII

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Jeonghan avanzaba lentamente. Los escombros cubrían el piso, y el polvo desprendido formaba una especie de niebla que dificultaba la visión. Tras él había dejado el rastro de un hilo de sangre que emanaba de una herida en su costado derecho. El monstruo mantis lo había atravesado con uno de sus aguijones. Le costaba respirar y su visión se tornaba cada vez más borrosa, lo suficiente para hacerlo tambalear.

—¡Mierda! —masculló, apoyando su hombro contra lo que quedaba de la muralla.

Se llevó la mano al costado. La sangre había impregnado su ropa y seguía saliendo a borbotones. Eso, sumado al veneno del demonio mantis que corría por sus venas, y la fatiga por la batalla fuera de la catedral, drenaba rápidamente su energía, y su vitalidad. A pesar de la presencia de Samael, quién era infinitamente más fuerte que Jeonghan, su cuerpo seguía siendo un embase desechable, mortal, y ya comenzaba a recordárselo. Pero ese era el menor de sus problemas. La vida de sus amigos dependía de que él cerrara el portal, aún cuando no sabía cómo hacerlo. Lo único que sabía, era que, sin importar qué tan herido estuviera, debía continuar, y terminar con todo eso, aún si le costaba la vida. Además, estaba cerca, podía sentirla. Sentía la presencia de Lilith, la madre de todos los demonios y del Ángel de La Muerte, su madre. Ella también lo sentía, estaba seguro. Incluso cuando había recuperado su cuerpo, una parte de Samael seguía en su interior, y Lilith quería recuperarlo. De otra forma, habría enviado demonios a acabar con él. No, ella lo quería de regreso a su lado, y esa era la esperanza de Jeonghan. El Ángel de la Muerte era el único que podía cerrar el portal, y para ello, tenía que dejar que poseyera su cuerpo nuevamente. Sólo que esta vez, mantendría el control, o eso esperaba. ¿Cuáles eran sus posibilidades? Escasas, pero debía intentarlo.

—¡Muévete! —se dijo.

Tomó una gran bocanada de aire, y continuó caminando. Pronto encontró un pasillo que reconoció como aquel que daba al costado de la sala principal de la catedral. Lo cruzó y abrió la puerta que había al final. Apenas entró, percibió el aura maligna de Lilith, que seguía sentada en la zona de la nave. Estaba sola, concentrada en la batalla que observaba a través del espejo flotante. No parecía prestar atención a lo que ocurría a su alrededor.

¡Es mi oportunidad!

Pero no alcanzó a dar dos pasos cuando Lilith se materializó frente a él, tomó su rostro, y lo besó, igual que la primera vez. Su cuerpo se paralizó por completo, y una voz retumbó en su cabeza.

—Esperaba por tí, mi Ángel...

En ese instante, Jeonghan sintió la presencia del Ángel de La Muerte apoderándose de sus pensamientos, y luchó contra él para mantener el control. Si soportaba lo suficiente, podría acercarse lo bastante a Lilith como para arrastrarla al Infierno antes de cerrar el portal. Intentó mover la mano con la cual sujetaba su espada, y esta respondió sutilmente. Sentía el peso del arma sobre su brazo, y el relieve del mango en la palma de su mano. Todavía tenía el control, o al menos eso creyó. De pronto, un horrible dolor se apoderó de su cuerpo y cayó de rodillas, cubriendo su cabeza con las manos mientras ahogaba un grito silencioso.

—No te resistas —oyó la voz de la mujer —. Es tu destino. Para esto fuiste creado.

Por más que intentó luchar, poco a poco la oscuridad lo envolvió de nuevo, y finalmente se perdió en el vacío.

🌸

Seungcheol seguía parado en el lugar donde había visto a Jeonghan por última vez. Si el demonio estaba muerto, significaba que el chico había sobrevivido a esa batalla. Sin embargo, si su corazonada era cierta, Jeonghan corría un peligro aun mayor. Su angustia se acrecentó al ver el rastro de sangre en el suelo, que sin duda, le pertenecía. Ni siquiera lo pensó dos veces, e inmediatamente se abrió paso entre los escombros siguiendo el hilo carmesí. De vez en cuando, un rayo hacía retumbar la catedral, liberando escombros que sorteó dificultosamente. Lentamente atravesó el pasillo lateral. La puerta que daba a la nave estaba entre abierta, y el pomo tenía manchas de sangre: Jeonghan había estado allí. Alargó una mano temblorosa, y empujó suavemente. Jeonghan estaba parado de espaldas a la puerta. Frente a él, había una hermosa mujer de cabello negro como la noche, y piel tan blanca como el papel. A Seungcheol se le erizó el cabello en la nuca, y un escalofríos recorrió su cuerpo. Incluso siendo humano, podía sentir la malignidad de la Madre de Todos los Demonios. En ese momento, Lilith besó al chico para invocar la presencia de su hijo. Un segundo después, Jeonghan cayó de rodillas en el suelo, y cubrió su cabeza con las manos, como tratando de alejar un gran dolor. Las alas negras resurgieron de su espalda, desgarrándola y bañando en sangre la ropa que llevaba puesta, y un aura oscura lo rodeó. Si seguía de ese modo, Samael se apoderaría nuevamente de su cuerpo, y esta vez, sería para siempre. A pesar de que Seungcheol estaba aterrado a muerte, el miedo de perder al chico que amaba pudo más.

—¡Jeonghan! —gritó.

Al oírlo, Lilith alzó la vista, y reconoció en él al inmundo humano que había interferido en sus planes. Debía eliminarlo.

—Mátalo —dijo.

Seungcheol ni siquiera lo vio. Sólo sintió el golpe que lo envió a la pared más cercana y cayó pesadamente sobre el suelo. El dolor agudo en un costado le indicó que se había roto un par de costillas. No tuvo tiempo de reaccionar, pues pronto una mano lo cogió por el cuello. Un nuevo dolor apareció en su vientre cuando la espada lo atravesó. Alzó la vista mientras intentaba obtener algo del aire obstruido por la sangre que brotaba de su boca. Frente a él se encontraba el Ángel de La Muerte. Sus ojos eran negros como la noche, vacíos como el infinito, aterradores como el Infierno. Pero seguía siendo el rostro del chico que lo hechizó. Con sus últimas fuerzas levantó su mano y acarició su mejilla.

—Me alegra... que seas... lo último que vea antes de morir... —murmuró.

Su ojos se cerraron y sus brazos perdieron fuerzas. Samael retiró la espada, y soltó el cuerpo, que cayó pesadamente sobre el suelo, inerte. Lilith sonrió. Su única amenaza había sido eliminada.

—Ven, hijo mío —dijo —. Es hora de terminar con este juego.

Pero el Ángel de la muerte no se movió. Por algún motivo, había lágrimas brotando desde sus ojos. Dio un paso hacia atrás, sin dejar de mirar al humano que yacía tirado en el piso. Las lágrimas seguían bajando, una tras otra, sin parar, y una sensación desconocida apareció en su pecho. Era molesto, como una opresión que no le permitía respirar. Dio un segundo paso, y perdió el equilibrio, cayendo de trasero, mientras las plumas negras caían una a una. Lilith observaba la escena, unos metros más allá. Estaba desconcertada. ¿Por qué su hijo seguía dudando? Entonces recordó algo que había olvidado hacía muchos milenios. Aunque Samael había poseído a Jeonghan, su cuerpo seguía siendo mortal, y en su rostro se reflejaba algo que Lilith no tuvo en cuenta, y que fue la causa de su propia perdición: amor, algo contra lo que no podía luchar.

—Si no puedes servirme, entonces te haré desaparecer —dijo.

Alzó su mano, y una sombra negra salió de ella, que cogió al chico por el cuello y lo elevó en el aire, para luego arrastrarlo hacia sí.

—Es una lástima que no puedas ver como la inmundicia humana desaparece —dijo cuando lo tuvo cerca—. Pero te permitiré ver a tu amado una última vez —murmuró, volteándolo.

El cuerpo de Seungcheol seguía tirado en el suelo, inerte, sobre el charco de sangre que brotaba de la herida. Un hilo del líquido corría por la comisura de sus labios, resaltando en su piel mortecina. Al verlo, el cuerpo de Jeonghan se tensó, sus ojos se abrieron desmesuradamente, y un grito de dolor salió de su boca. La onda expansiva que emanó de su cuerpo fue tan intensa que derrumbó lo que quedaba de la ya destruida catedral, rompió vidrios de los edificios que aun quedaban en pie, y mandó a volar todo ser que se encontrara cerca. Un segundo después, y al igual que una estrella que acaba de estallar, la onda expansiva se contrajo, y arrastró a los demonios consigo, incluyendo a Lilith, que desaparecieron en el aire igual como habían llegado a la Tierra Humana. Después de eso, Jeonghan perdió sus propias fuerzas y se derrumbó.

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Ya saben que últimamente solo tengo tiempo de escribir y no alcanzo a corregir, así que agradecería si me indican los horrores de ortografía y redacción para ir arreglándolos. Eso queso.

DEVIL SIDE [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora