XXV

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Los cinco chicos se adentraron en el bosque, siguiendo silenciosamente los pasos de Wonwoo, quién llevaba a Mingyu cogido firmemente de la mano. Allí, el aire era cada vez más denso, y la oscuridad cada vez más profunda, tanto que Seungcheol apenas veía sus propios pies. Un par de veces tropezó con una piedra y luego enredó sus piernas entre unas ramas. Se hubiera ido a tierra de no ser porque Minghao logró sujetarlo a tiempo.

—Gracias —susurró.

-—Sujétate a mi hombro —dijo Minghao —Te guiaré.

—Sí —asintió Seungcheol.

Woozi chistó con disgusto, unos metros más allá. Como era de esperarse, los híbridos podían ver en la oscuridad tan bien como si fuera medio día, lo que añadía otra desventaja al ya agotado Seungcheol. Pero no iba a rendirse. Tenía que encontrar a Jeonghan a como diera lugar, incluso si eso significaba ir hasta el mismísimo Infierno, el que ahora era su próximo destino.
Debieron caminar al menos media hora antes de detenerse.

—Es aquí —dijo Wonwoo.

Frente a ellos se alzaba un enorme árbol, cuyas raíces sobresalían de la tierra, formando un gran entramado, igual que serpientes enredadas entre sí. En un costado, se habría un agujero entre las ramas, lo suficientemente ancho para que entrara una persona a rastras. De él, se desprendía un aroma particularmente desagradable, que hacía escocer la nariz de Seungcheol.

—Ponte esto.

Mingyu le entregó lo que al tacto parecía ser un extraño casco protector. Seungcheol obedeció, y al ponérselo, notó que se trataba de un casco con binoculares infrarrojos. Una pantalla incorporada en él le mostraba el lugar en tonos blancos y negros.

—Hubiera sido de gran ayuda en medio del bosque —murmuró Seungcheol.

—Lo siento —dijo Mingyu, encogiéndose de hombros —, debíamos ahorrar baterías. No sabemos cuánto demoremos allí abajo. Toma —continuó, alcanzándole un arma —. Puedes manejarla ¿Verdad?

—Sí —respondió Seungcheol, cogiéndola y metiéndola entre su pantalón.

Los demás también llevaban armas cuidadosamente colocadas en protectores de caderas. Además de eso, cada uno traía consigo algo más. Minghao llevaba lo que parecía una espada samurái en un costado y un encendedor en forma de calavera en la mano. Woozi llevaba un artefacto similar junto a una espada corta de doble filo. Wonwoo llevaba un par de automáticas, pues su mejor arma venía completamente incorporada en su cuerpo: garras capaces de destrozar el acero. Mingyu por su parte, cargaba la recortada, una automática, y quién sabe cuántas armas y municiones más, además de su acostumbrado bolso con todo un arsenal médico y lo indispensable para sobrevivir un par de días.

—Bien —dijo Wonwoo, cuando estuvieron listos —, yo iré al frente. Me seguirá Woozi y Mingyu. Luego Seungcheol y finalmente tú, Hao. No sabemos qué encontraremos allá abajo —continuó, con voz seria y profunda —así que es de suma importancia actuar en equipo. Nadie se mueve por su propia cuenta ¿Entendido?

—Sí —respondieron todos al unísono, excepto Woozi.

Wonwoo lo observó con el ceño fruncido.

—¿Entendido? —preguntó nuevamente.

—Sí —dijo Woozi, finalmente.

—No se separen.

Acto seguido, entró en la oscura cueva y desapareció en ella. Pronto le siguió Woozi, luego Mingyu y finalmente fue el turno de Seungcheol. El pasadizo era estrecho y apenas podía desplazarse arrastrándose. Lo primero que notó Seungcheol al entrar, fue el intenso aroma a huevos podridos. Era tan fuerte que sintió enormes ganas de vomitar. Tuvo que tragar para evitar la arcada que pugnaba por salir. Avanzaron de esa forma, recto e inclinado hacia abajo por al menos veinte minutos antes de notar que la cámara se ensanchaba. Pronto dejaron de arrastrarse y pudieron ponerse de pie cuando el pasadizo se abrió a una cámara. Ahí, las estalactitas y estalagmitas daban cuenta de lo antiguo del lugar. Había restos de piel seca de gusanos por todas partes.

—¿Esto ha estado bajo la ciudad durante milenios y no nos dimos cuenta? —dijo Minghao, sorprendido.

—La Tierra oculta muchos secretos —murmuró Wonwoo, en medio se la oscuridad.

Continuaron avanzando cada vez más rápido hasta que ya no hubo sendero.

—¿Y ahora qué? —gruñó Woozi.

—Debe haber una entrada en alguna parte —dijo Wonwoo, observando el techo y las paredes de la bóveda.

—¡A puesto que ni siquiera sabes dónde estamos! —exclamó Woozi, exasperado.

Al oírlo, Mingyu lo fulminó con la mirada.

—No veo que tú hagas algo útil —le espetó.

Woozi lo miró de vuelta y sus ojos refulgieron en la oscuridad. Sin embargo, la voz de Minghao los detuvo.

—¡Oigan! —exclamó —¿Qué es eso? —preguntó.

Su mano apuntaba hacia un costado del muro, justo en frente de una estalagmita. Seungcheol miró hacia la dirección que indicaba el chico, y notó el cambio. En aquel sector, la pared de roca lucía extrañamente borrosa, como si la viera a través de un cristal empañado. Minghao se acercó lentamente, y puso su mano sobre la piedra. Y al hacer contacto, esta desapareció.

—¡Hao! —gritó Wonwoo, preocupado —¿Estás bien?

Minghao retiró la mano inmediatamente, y la examinó. No parecía tener daños.

—Sí, estoy bien —respondió —. Creo que es la entrada que buscábamos.

Wonwoo se acercó, e imitó el gesto de Minghao. Su mano se hundió en la roca como si esta fuera agua, y desapareció. Un segundo después, el chico lobo retiró el brazo, comprobó que todo estuviera bien, y luego atravesó la roca completamente. Minghao lo siguió y tras él, Mingyu. Seungcheol estaba a punto de entrar, cuando la voz de Woozi lo detuvo.

—Si te interpones, te mataré.

Seungcheol ni siquiera se volteó a mirar antes de atravesar el portal.

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DEVIL SIDE [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora