XXVII

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—¿Y ese? ¿Quién es? —preguntó un niño de cabello castaño.

—Es nuevo —respondió otro.

—¡Es muy bajito! —dijo alguien más —¿Qué le habrá pasado? Tiene el ojo morado...

—Dicen que mordió a uno de los entrenadores, y él le dio una paliza —murmuró el que estaba al lado —Será mejor que no nos acerquemos...

—Sí, vámonos...

El chico oyó toda la conversación desde la mesa en donde comía solo, pero hizo caso omiso. Estaba acostumbrado a oír cosas de sí a sus espaldas. Cogió un trozo de pan del cuenco y lo llevó hasta su boca. El movimiento le provocó dolor en el hombro, una de las tantas partes en las que tenía heridas producto de la paliza recibida esa mañana. Pero eso, tampoco importaba. Nada importaba en realidad. Porque sí, a pesar de que ahora vivía entre híbridos, no siempre fue de ese modo. Al igual que todos, fue rechazado por su madre humana apenas descubrió que tenía esas extrañas habilidades. Al principio, la mujer creyó que se trataba de una simple coincidencia que la llama de la cocina se avivara si él estaba cerca. Pero cuando, a la edad de siete años, hizo una rabieta enorme porque no quería hacer sus deberes escolares, y la mitad de la casa terminó en llamas, supo que su hijo no era humano. Así que un día se levantó de madrugada, cogió su bolso, y se fue de casa. Cuando el niño despertó, estaba completamente solo. La comida le duró una semana. Tuvo que alimentarse de lo que encontró en la alacena, pero cuando esta se terminó, no le quedó otra opción que salir a buscarla. Fue duro. Estuvo perdido y solo, vagando por las oscuras calles de la ciudad, hasta que un hombre lo recogió. Al principio era amable, lo alimentó, le dio un techo y abrigo. Mas cuando el chico recobró energías, afloraron sus verdaderas intenciones: había caído en manos de un narcotraficante que lo obligó a hacer cosas atroces, e incluso, abusó de él. Muchas veces, se preguntó qué había hecho para merecer todo eso. Durante las entregas de mercancía, veía a los niños que jugaban en el parque, siendo abrazados y besados amorosamente por sus madres, mientras él recibía palizas y otras cosas aún más repugnantes. Las cosas cambiaron cuando cumplió nueve años. Durante una entrega, un tipo lo acorraló en un callejón, e intentó quemarlo con un encendedor. No sobrevivió para contarlo. Lo único que quedó de él, fueron las cenizas, y aquel objeto que producía fuego de la nada. Unos días después, fue interceptado por un sujeto que lo llevó hasta el Centro de Entrenamiento, en donde era igual o peor. Y ahora estaba allí, sentado en la mesa, solo y lleno de odio, preguntándose por qué se le negó la oportunidad de ser amado.

—Hola —oyó una voz a su lado.

El chico miró de reojo, sin moverse. Junto a él, había un niño algo mayor. Llevaba una bandeja de comida, y sus manos estaban llenas de heridas. Parecían muy recientes.

—No te preocupes, sanarán pronto —dijo el chico.

El otro no respondió y ambos comieron en silencio. Durante los siguientes días, el chico se sentó junto a él en el almuerzo. Siempre lo saludaba, aunque no recibiera respuesta, y siempre tenía las manos llenas de heridas. Aún así, nunca se interesó en ver su rostro, o devolver el saludo. Unas semanas después, su entrenador le dio una paliza tan grande, que quedó tendido en el suelo, inconsciente. Cuando al fin recobró la conciencia, estaba en el piso, y alguien le hablaba. Lo primero que notó, fue su cabello dorado como el oro, y su rostro de facciones delicadas, que le daban el aspecto de una muñeca. Jamás había visto un ser tan bello ¿Era posible que fuera un chico? No, seguramente era un ángel. Había muerto y estaba en el Cielo. Pero luego reconoció la voz. Era la misma que le hablaba cada día durante el almuerzo.

—¿Puedes levantarte? —preguntó el chico.

Asintió.

—Entonces, hazlo —susurró —. No dejes que te derroten.

El chico tendió su mano, y Jihoon la cogió. La masa maloliente y viscosa que rodeaba su cuerpo, comenzó a ceder, y cayó de rodillas sobre un terreno desconocido. Quitó los restos de material que cubría su rostro, y vio dos figuras frente a él.

—¿Estás bien? —preguntó Minghao, aún sosteniendo su mano.

Woozi permaneció en silencio. La imagen de Jeonghan sonriendo era en lo único que podía pensar.

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DEVIL SIDE [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora