DEVIL SIDE [TERMINADA]

XIX

Seungcheol caminaba por la sala de estar, dando vueltas una y otra vez. La señorita Kim lo observaba desde el sillón. Estaba envuelta en una frazada, y sostenía una taza de té dulce en sus manos, aunque hacía rato que ya se había enfriado. Mingyu permanecía sentado en la mesa, mirando impaciente el móvil que tenía enfrente. Cada ciertos minutos cogía el aparato, lo desbloqueaba, revisaba la mensajería, y volvía a ponerlo sobre la mesa.

—¿Hay noticias? —preguntó Seungcheol, afligido.

Mingyu negó con la cabeza. Seungcheol bufó y siguió con su ya rutinario vaivén. Diez minutos después, se sentó en el sillón, en frente de Kim, pero no pudo permanecer allí más de dos minutos antes de comenzar a recorrer el salón de nuevo. Ninguno de los chicos había dado señales de vida desde que dejaron el apartamento la noche anterior, y a esas alturas, ambos estaban desesperados.

—Ya pasó casi un día —dijo Seungcheol, de pronto.

—Sí... —murmuró Mingyu.

—Tal vez sucedió algo... —continuó Seungcheol.

—Mmm...

—Deberían haber regresado...

—¡Ya lo sé! —estalló Mingyu, causando que la chica diera un respingo.

—Lo lamento —se disculpó de inmediato —. Jamás habían demorado tanto en una incursión. Tengo un mal presentimiento...

Seungcheol arrugó el ceño.

—También yo —dijo —. Creo que deberíamos salir a buscarlos.

—No sé si sea prudente —comentó Mingyu —¿Qué podríamos hacer? Somos dos simples humanos.

—Al menos podríamos intentarlo. No quiero quedarme de brazos cruzados mientras ellos están ahí afuera —Seungcheol parecía completamente decidido —. Si supieras que Wonwoo está en problemas ¿No harías lo que fuera por protegerlo, aún siendo un simple humano?

Mingyu lo observó unos segundos.

—Daría mi vida por él —respondió, incorporándose —. ¿Qué haremos con ella? —agregó observando a la señorita Kim, quién parecía no entender palabra sobre lo que hablaban los dos chicos.

Seungcheol frunció los labios.

—Será mejor que se quede aquí —dijo dirigiéndose a ella.

—¡No! —exclamó la chica, asustada —¡No quiero quedarme sola! ¡Por favor! ¡No me deje! —suplicó.

—Es peligroso —dijo Mingyu, negando con la cabeza —. Podría morir.

Ella le dirigió una mirada de terror, sin embargo se negó a permanecer en el apartamento, así que no tuvieron más elección que llevarla. Diez minutos después, iban sentados en el automóvil. Una leve llovizna había comenzado a caer a media tarde y ahora se había transformado en lluvia. Seungcheol iba al volante, en tanto que Mingyu observaba atentamente la pantalla de su móvil.

—Dos cuadras más y debes girar a la derecha —indicó.

Seungcheol asintió. Al menos la señal de GPS de Wonwoo aún funcionaba. Recorrieron casi dos horas, dejando la ciudad atrás, adentrándose en la zona más antigua. Allí las pequeñas casas se convirtieron en enormes y antiguas mansiones, la mayoría de ellas abandonadas hace mucho tiempo, aunque aún se veía una que otra luz en alguna ventana destartalada.

—¡Espera! —exclamó Mingyu, de pronto —Detente.

Seungcheol detuvo el vehículo. Frente a ellos se erguía una gran estructura de madera. Parecía una antigua catedral.