Capítulo 2

92 38 7
                                    

Estar afuera era peor que estar en Shahar, el mundo había cambiado, era más peligroso que en mis recuerdos.

Las calles estaban vacías, las casas parecían abandonadas, era un lugar desolado. Al principio creímos que era solo un pueblo, hasta que vimos siete pueblos más, todos igual de abandonados. No teníamos ningún tipo de comunicación, y eso lo hacía aún más aterrador, no sabíamos si era en todo el mundo, o solo en Europa.

En las noches teníamos que escondernos en los sótanos, de las casas viejas, los lobos salen a esa hora. Para nuestra suerte los vimos antes que ellos nos descubrieran, siempre a una distancia prudente.

Zafira nos había preparado un cuaderno, con lo que necesitábamos para sobrevivir.

Desde que mi plan falló, los seres tomaron nuestro mundo, no se sabía porque obedecían a la familia Silent, tampoco hubo mucho tiempo para investigar, lo más importante para todos era ocultarse para sobrevivir.

Los lobos cazaban de noche, siempre había que estar alerta, jamás salir de noche, menos si es cerca del bosque.

Las Slange, eran criaturas muy poderosas, tenían el aspecto de una mujer, pero eran víboras. Su poder ocular, les permite paralizar a la víctima para poder comerla, se alimentan de la vitalidad de las personas, pero le gustaba comer el corazón de su víctima. Eran más poderosas en las noches, ya que podían ver en la oscuridad, aunque también podían salir de día, más débiles.

En lo personal, los peores eran los seres oscuros, demonios de dientes afilados, su piel parecía quemada, y sus ojos eran totalmente negros. Sigo teniendo pesadillas, de ellos en la iglesia.

Ellos acechan a su presa, la vigilan para luego cazarla y torturarla. Se alimentan de su sangre, mientras le arrancan la piel. Su poder era controlar a su víctima, podían manejar a su antojo a las personas, al menos por unas horas antes de matarlos.

Pero lo que más usaban, era su poder para manipular las nieblas, no solo cegaba a sus víctimas, sino también, las deja sin aire. Muchos se volvían locos, se lastimaban ellos mismos por la desesperación.

Rogaba por jamás toparme con alguno de estos seres, al menos por ahora.

Seguía sin poder controlar mis poderes, aunque sabía cuales tenía, al menos por ahora debía ser prudente. Podía controlar el fuego, al igual que podía viajar, ver y escuchar, sin tener que moverme, es como si mi cuerpo se congelara y mi mente volara. Ese poder nos permite estar alejados de los enemigos, me encargaba de revisar el perímetro antes del anochecer.

No sabía si tenía más poderes, lo que sí sabía es que tenía buena resistencia física. En las últimas semanas entrenaba con los chicos, todos sabían algo útil que podían enseñarme.

Sam era bueno en el combate cuerpo a cuerpo.

Aradia, era buena con las dagas y espadas.

Zaril, me enseñaba a mejorar mi puntería con cualquier tipo de arma, aunque hasta ahora la más cómoda, para mi, era el arma M9.

Nahama, me entrenaba, resistencia y velocidad, ella era la más inteligente del grupo. Me ayudaba con estrategias, cosas básicas de supervivencia, medicina, y lo que más importante para ella, saber esconderse.

No les pregunté cómo aprendieron a ser tan hábiles, supongo que cada uno tenía una historia, no quería entrometerme.

Habían pasado tres semanas desde que escapamos, nuestra rutina era siempre la misma: entrenar en el día, escondernos en la noche.

Sam y Aradia, se mantenían distantes, aunque el primero era más amable.

Zaril y Nahama, eran más habladores, siempre estaban haciéndome compañía, contándome anécdotas o chistes. Supongo que era su manera de distraerme, era lindo de su parte.

— ¿Estás bien? — Preguntó Nahama.

— Si ¿Por qué?¿Pasó algo? — Pregunté alarmada.

— Tranquila todo esta bien. Solo quería asegurarme, te la pasas entrenando, y cuando no estás durmiendo, estás sentada en esta terraza. Si necesitas hablar, soy buena escuchando.

Lo que dijo era cierto, no tenía tiempo para otra cosa, entrenaba muchas horas, y la única hora que tenía para relajarme, me subía a la terraza para vigilar el perímetro. Quería estar preparada para todo.

— Estoy bien, gracias. — Dije ofreciendo mí mejor sonrisa.

— ¿Qué es lo que te preocupa? No tienes que decirlo si no quieres, pero puedo notar tu angustia.

— ¿No es obvio? Toda esta situación me angustia.— Dije mirando el cielo.— Mi gente está ahí afuera, en algún lugar, quizás necesitando mi ayuda, y yo no estoy con ellos.

— Eso no es tu culpa. — Dijo Nahama con ceño fruncido. — Es peligroso avanzar de noche.

— Lo sé. — Contesté frustrada. — Por eso quiero hacerme más fuerte, no puedo perder una noche mas. Necesito encontrar a los míos.

— De todas formas sería peligroso, no puedes arriesgarte así, ellos van en manada, nosotros solo somos cinco. — Habló tan rápido que apenas pude entenderla.

— No voy a obligarlos, están entrenados, son un grupo muy completo podrán sobrevivir sin mí.. — Dije seria.

— Pero sin nosotros no vas a poder.

— No me subestimes. — Dije riendo. —Puede que sea un poco inútil en algunas cosas, pero soy una sobreviviente. Cuando pueda manejar completamente mis poderes, podré ir sola.

Resistencia #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora