Capítulo 35

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Llevábamos al menos unas dos semanas en este lugar.
Casi no podía ver a Dhalia ni a Luzbel, ya que cada una ayudaba a un sector especial.
Luzbel se encargaba del manejo de armas, al igual que Dhalia, mientras que yo me encargaba de la estrategia en el campo de batalla.

Una ventaja era que pasaba mucho tiempo con Kalil, era alguien serio y tranquilo, me daba mucha paz, aunque conmigo era más hablador no tanto como yo, pero si lo suficiente para saber cosas de su vida.
Como el hecho de que su padre murió en batalla hace 5 años, su madre es la jefa de su pueblo y una de las guerreras más poderosas de Freydis.

— ¿Así que serás el nuevo jefe? — Pregunté mientras entrenamos.

Kalil entrenaba mucho conmigo, me ayudaba con mis puntos débiles.

— Eso es lo que todos quieren. — Respondió.

— ¿Y qué es lo que tu quieres?

— No se, supongo que lo que me importa ahora es mí gente. Quiero que esta guerra termine, no pienso mucho en el futuro.

— Yo si. — Dije frenando el entrenamiento para ir por agua. — Lo único que hago es pensar en lo que va a venir.

Trate de reírme para restarle importancia pero él solo me observa serio.

— ¿Y qué pasa con el presente?

— ¿Qué pasa con qué? — Pregunté confundida.

— Estás tan centrada en el futuro que te olvidas de vivir el ahora, eso no es bueno.

— Gracias por tu consejo, le diré eso a mí ansiedad. Estoy seguro que tiene 20 respuestas y escenarios, todos negativos.

— No entiendo tu ansiedad pero entiendo el sarcasmo.

— No espero que lo entiendas, tu mundo no es como el mío, dudo que alguno de tus súper amigos o tu puedan saber lo que es la ansiedad. Ni siquiera deben saber la palabra.

— Nuestros mundos son diferentes, eso no significa que no sepamos lo que es sufrir. Quizás no sepa lo que es la ansiedad pero se que no es bueno guardarse todo ese dolor, puedo verlo en tus ojos.

— No hay nada que hablar. No me mires y ya está.

— ¿Y ya está? Entonces negarlo solo hace que desaparezcan ¿Eso te hace sentir mejor? ¿Fingir que eso no te pasa?

— No, no es lo que quise decir.

— Pero es justo lo que estás haciendo.

— ¡¿Por qué te importa tanto?! Nos conocemos hace un mes.

— Estás evadiendo mis preguntas.

— Y tú las mías. Estamos a mano.

— ¿Alguna vez te dijeron lo irritable que puedes ser? — Preguntó molesto.

— Todo el tiempo. — Respondí con una sonrisa. — Cuando hablo mucho la gente tiende a recordarlo, pero no me interesa. Amo mucho hablar.

— Mientras no hables de tus cosas.

— Bien aprendiste algo. ¿Podemos seguir entrenando?

Me alejé para seguir mí camino, pero me tomó del brazo acercándome a él, logrando que quedemos frente a frente.

— ¿Por qué tanta insistencia en huir?

— ¿Por qué tanta insistencia en mí?

— Tengo el don de ver a través de los ojos. — Respondió. — Cuándo las vi por primera vez me fue difícil comprenderte. En Dhalia veía inseguridad, estaba en un mundo nuevo con gente desconocida, lo ví lógico. En Luzbel, vi miedo, luego de pasar por el pozo de los pecados era muy razonable. La primera vez que te ví, solo vi mucho dolor. No entendía el por qué.
Te veía hablar y no lo parecías, entonces cuando te lo pregunté y me hablaste sobre tu misma hiriéndote, me desconcertó.

— ¿Por qué?¿Me creíste una loca? — Pregunté a la defensiva.

— No, te creí valiente. Luche toda mí vida en batallas de vida o muerte, he visto muchos de mis miedos frente a mí, pero jamás supe lo que es enfrentarse a uno mismo. Y al sentir tu dolor y verte de pie sonriendo, me hizo ver lo poderosa que puedes ser, y no hablo de poderes, hablo de una magia que no todos pueden tener.

Sus palabras me habían impactado, jamás había pensado eso mucho menos de mí, nada bueno venía de mí cabeza. Escucharlo decir esas palabras pusieron un nudo en mí garganta.

— Creo que tengo que irme. — Dije conteniendo las lágrimas.

No iba a llorar delante de un desconocido, podía gustarme pero no era idiota. La gente cree que por mí personalidad alegre y extrovertida, todos me conocen pero no es así solo muestro lo que quiero que vean, jamás les cuento nada que tenga que ver conmigo.
Ni siquiera mí familia sabe todo de mí. ¿Por qué mostrar debilidad frente a un desconocido?

— ¿Siempre es igual? — La pregunta de Kalil me desconcertó. — ¿Siempre huyes de lo que sientes?

— No entiendo tu pregunta, tampoco tu insistencia. ¿Podemos dejar esto así? — Traté de hacerme la indiferente.

— No es algo que acostumbre, no me gusta dejar las cosas a la mitad. — Respondió acercándose más, ya no tenía espacio personal. — ¿Quieres que te deje en paz? Bien, lo hago pero no tienes porque cargar con todo eso tu sola, pedir ayuda no te hace débil.

Sus palabras me asustaban, es como si él estuviera en mí cabeza, como si supiera todo lo que debía decir o hacer para entenderme. ¿Quién era este hombre?
Me liberó y se alejó en dirección a la puerta, mí corazón se aceleró, no quería que se alejara. ¿Por qué? Estaba haciendo justo lo que le pedía, pero ya no quería tenerlo lejos.

— Espera. — Lo llamé.

El se detuvo en la puerta pero no se giró por completo, solo podía ver su perfil, no dijo nada, solo se mantuvo ahí esperando que hablara.
No tenía nada que decir, ni siquiera pensé, solo lo detuve.

— ¿Vas a decir algo? — Preguntó girándose por completo.— ¿Necesitas más tiempo o puedo irme?

No lo pensé, tampoco es que lo hiciera muy seguido. Me acerque a él acortando la distancia, lo tenía frente a mí, él tuvo que bajar la mirada por la diferencia de altura, podía notar el verde en sus ojos, su sonrisa apareció al ver que aun no decía nada.

Cuando quise abrir mí boca para responder él me calló de un beso.

Lo que sentí estando con Kalil es algo que nunca sentí por nadie, él me hacía sentir viva, me hacía querer tener un día más. Para alguien como yo esa sensación era magia. Él me hacía sentir mágica.

Resistencia #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora