Capítulo 3

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Después de la conversación con Nahama, ella se fue sin decir nada. Volví a quedarme en soledad, apreciando el atardecer, era algo que me fascinaba, no podía dejar de mirarlo.

Hice mi recorrido asegurando que el perímetro estuviera despejado, siempre era la misma rutina, asegurarme que no hubiera enemigos cerca.

Mire que todo estuviera bien cerrado, no podíamos confiarnos, teníamos la casa llena de trampas.

Todos dormíamos en un sótano, nunca nos quedamos más de una noche en el mismo lugar, salíamos a primera hora en la mañana.

No queríamos perder tiempo en un solo lugar.

Al llegar todos estaban despiertos, parecían estar discutiendo, no podía escuchar muy bien lo que decían, solo escuchaba susurros.

Era raro que estuvieran despiertos, siempre descansaban a esta hora, todos menos Sam.

— ¿Pasa algo? — Pregunté bajando las escaleras.

Todos se callaron, ninguno me había escuchado cerrar las puertas, ahora me observaban con sorpresa. Eso era sospechoso.

— ¿Me van a decir que pasa? Ya saben que no me gusta que me oculten cosas. No quieren que pase lo mismo que en Shahar ¿Cierto?

Tenía que amenazarlos, en serio me agradaban, pero una parte de mí aún tenía sus dudas, no podía bajar mí guardia y arriesgarme a más traiciones. Después de todo la traición de alguien me había traído hasta este maldito lugar.

Ninguno decía nada, Zaril miraba nervioso de un lado a otro. Me estaba desesperando.

— ¿Por qué tanto drama? — Dijo Aradia molesta. — Digan lo que piensan de una vez.

No puedo creer que, por primera vez, este de acuerdo con Aradia.

— Aradia, basta. — Intervino Sam.

— ¿Por qué Sam? Antes intentaban proteger su debilidad, pero ya no estamos encerrados y ella no es la misma que antes. Después de todo ella es muy poderosa ¿No?—  Respondió con la mirada fija en mí.

Era muy obvio que Aradia seguía resentida por lo de la última vez, no entendía que problema tenia conmigo, pero empezaba a agotar mi paciencia.

— Si Aradia soy muy poderosa, es bueno que eso no se te olvide. — Dije enojada. — Ahora quiero saber de lo que hablaban.

— Nahama nos dijo de lo que estaban hablando. — Dijo Sam.

— ¿Qué dijiste Nahama? — Pregunté mirando en su dirección.

— Les conté de la locura que quieres hacer. — Dijo seria.

— No puedes salir sola de este lugar. —  Interrumpió Zaril. — No importa lo poderosa que seas, es peligroso.

— ¿Es cierto? — Preguntó Sam. — ¿Vas a dejarnos?

Aradia rodó los ojos frustrada.

No podía lidiar con el drama de Sam, tampoco la preocupación de ellos, en serio les tenía aprecio y agradecimiento, pero mi gente estaba primero.

— Tengo gente que espera por mi. — Dije firme. — Les agradezco todo, pero la ayuda fue mutua. En cuanto a lo otro, sé que es peligroso pero puedo manejarlo.

— Estás siendo estúpida. — Dijo Sam enojado.— No puedes irte sola, es una locura.

— No te estoy pidiendo permiso. Es mi decisión y no está en discusión. Tengo que cumplir con la promesa que le hice a mi gente.

— No creo que puedas cumplir una promesa muerta. — Intervino Zaril. —Afuera es diferente, Zafira nos advirtió sobre el peligro de la noche. ¿Por qué querer arriesgar nuestra seguridad? Estamos avanzando mucho.

— ¡Estamos avanzando lento! — Respondí perdiendo la paciencia. — No puedo seguir durmiendo tranquila cuando no se si mi gente está segura. No espero que lo entiendan, ni tampoco que me sigan, es mi decisión, no la suya.

— Estoy de acuerdo con ella. — Interrumpió Aradia. — Ellos son su familia, no nosotros. Si quiere arriesgar todo por ellos, me parece bien. Es lo que todos haríamos.

Nadie dijo nada, Sam me miraba enojado, Nahama y Zaril preocupados. Los ignoré y me fui a mi cama.

No tenía ganas de escuchar ningún reclamo más, entendía su punto, pero era mi vida no la de ellos, no podían tomar decisiones sobre mí.

No entendí porque tanta insistencia, si habíamos pasado por mucho, pero tampoco era para que me odiarán por seguir a los míos. Era rara la forma en la que insistían por qué me quedara con ellos, quizás por miedo al quedarse sin mí apoyo. De cualquier forma estaba cansada de sus reclamos.

Muchas veces era insegura sobre qué decir o que hacer, pero por primera vez estaba segura de algo, quería estar cerca de mi gente, ver que estuvieran a salvo, quería reparar todo el daño que había causado.


— Estoy cansada de todo. — Dije con lágrimas en los ojos. — Estoy harta de no poder cumplir con las expectativas de todos.

Él me abrazaba mientras me escuchaba, me sentía segura, escondía mi rostro en su cuello mientras lloraba.

— ¿Crees que estoy exagerando? — Pregunté mirando sus ojos. — Ya se que tienes problemas peores pero..

— No estas exagerando. —  Me interrumpió. — Me importa una mierda los problemas de este lugar, solo son guerras por quien es mas poderoso. Tu dolor es sincero, quieres ayudar a todo el mundo, pero hay gente que no lo vale. Existe gente de mierda no importa en qué mundo estés, no todo es tu culpa. No puedes sentir empatía por todos.

— Quiero ser poderosa, para ayudarlos.

— Tienes que ser poderosa para protegerte, no porque otros lo necesiten. La gente le teme a lo que no conoce, pueden verte como enemiga, incluso a los que quieres proteger.

— No me importa lo que la gente haga, me importan mis acciones.

— Me gustaría que te tuvieras la misma empatía que tienes con el resto. — Dijo riendo.


Me desperté con el corazón acelerado, todos seguían durmiendo.

Volví a recostarme, sin poder dormir, repasando el sueño una y otra vez en mi cabeza, sin poder olvidar la risa de Kalil.

Resistencia #2 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora