CAPITULO 14

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«Del sexo un experto.
En el amor, el mejor novato, ¿o no?»

Danielle

Miré el reloj de mi muñeca. Ocho de la tarde.

Estaba matando el tiempo caminando sola por la periferia.

No quería volver a casa, y menos tan temprano. Julliam estaría dando tumbos cerca. Cuanto menos compartiera con él, mejor.

No sabría explicar cómo lo supe, lo intuí.

Esa noche volvería a ver a Hugo.

Escuché el sonoro rugido de ese tubo de escape, su inconfundible Pantera, y le vi subido a ella con una chupa de cuero y pantalones oscuros.

Iba como un cohete.

Pasaba de largo por una carretera próxima, hacia la autopista.

Cambió la dirección de su casco, dirigiendo su mirada hacia mí, y dio media vuelta como un kamikaze.

Apareció por delante.

Paré y aminoró la marcha hasta detenerse frente a mí.

- ¿Has quedado con alguien? —me preguntó, apoyando sus pies en la calzada.

- Sí —fingí.

No pude ver su expresión porque permanecía cubierta, pero sí su gesto.

Una ligera sonrisa taimada apareció en mi rostro, supe que le gustaba estar conmigo.

A mí también, y mucho. Demasiado.

Me acerqué.

Di varios toques a su casco, con mis nudillos, como quien llama a una puerta, y él levantó su visera.

Me miró cauto, sin imaginarse que pretendía.

Me curvé, aproximando mi cara a la suya.

- Contigo —confesé sonriente. Verle era lo único que me hacía sentir bien últimamente.

Él tampoco pudo evitar devolverme la sonrisa.

Se desprendió del casco y bajo de la moto.

Mi pecho se contrajo hasta paralizarse.

Tiró de mí, con sus manos rodeando mi cintura y me besó apasionadamente.

Su boca sabía a gloria bendita.

Los minutos se hicieron segundos.

No fue nada fácil desprenderme de sus humedecidos labios tan sensuales, pero él parecía tener prisa.

- Vamos —reposando su mano en mi espalda baja, para que subiera a la moto - Quiero enseñarte algo —me cedió el casco y nos largamos.

Llegamos a las afueras de la ciudad, prácticamente estábamos en otra provincia.

Dejamos la Pantera bien custodiada, en un parking privado. Hugo la escondió en el sótano de un edificio alto standing. No quería que nadie supiera que estábamos por la zona, como si eso fuera peligroso.

Caminamos escasos metros, hasta la entrada de un restaurante aparentemente acogedor y escondido en un rincón de una callejuela.

La fachada era alineada y el nombre del lugar estaba muy bien iluminado, de una forma muy bonita.

Antes de que pudiéramos tocar la puerta, salió un hombre trajeado que nos la abrió.

Fue cuando me di cuenta de que había otros dos fornidos fuera. Cada uno, en una esquina, ocultos. Vigilando.

Todo por amor (+18)© ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora