CAPITULO 43

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León

Una hora más tarde, había perdido la cuenta de las veces que Tom había venido a ver a Dani.

Todo empezaba a convertirse en un mal bucle.

Tom daba una ronda, ojeando la saturación en sangre, temperatura y tensión. Hablaba para sí, se iba y yo me echaba las manos a la cara.

No sé como aguanté tanto tiempo sentado en ese sillón.

Estaba que no me tenía.

Alcé la vista hacia Dani, mi visión no podía ver otra cosa que a ella.

Estirada sobre la cama, completamente magullada, y aún rodeada de cables por todas partes.

Su respiración era calmada y tranquila, seguía dormida.

Me levanté, poniéndome a su lado, y pasé mis dedos a lo largo de su brazo.

Me desesperaba todo.

Deseaba ver esos ojos verdes, más que nada en la vida.

Tom regresó al cuarto de nuevo, con un barreño de agua templada.

— Vamos a darle un baño en la cama —dejando el cubo sobre la mesa.

Hizo que recordara la ropa embarrada de Dani.

Me prohibí seguir pensando pero mi mente voló hasta el momento en el que Tom había estado curando sus heridas.

Vi sus cardenales proyectarse en mi cabeza como una mala película de terror.

Desde luego, no se me ocurre una forma mejor de torturarme que esa.

Imaginarme lo que le había hecho me enloquecía.

Casi todos mis cachorros, habían pasado por un enjuague así, pero verla a ella bajo esas circunstancias era otro tema.

Escuchamos un par de toques sobre la puerta de la habitación y nos volvimos hacia esa dirección.

Una sombra se asomó por la pequeña apertura.

— ¿Se puede? —preguntó Rachael, la mujer de Vince.

Asentí levemente, agachando los párpados.

Pasó, dejando la puerta abierta, y se acercó a mí.

— Vince me ha contado lo que ha pasado —en un tono apenado. — ¿Cómo está? —mirando a Dani.

A penas negué con un débil gesto, no supe que contestarle.

— Rachael —le llamó Tom. — ¿Me echas una mano?

Ella asintió y fue decidida hasta él para ayudarle.

Tom cogió una esponja y la sumergió en el barreño hasta llenarla completamente de agua.

Rachael empezó a destaparla, dejando a la vista sus piernas, mientras él escurría bien la esponja.

— Tom... —le llamó preocupada.

Los ojos de Rachael señalaron nerviosos la parte del colchón mojado por un color rojo intenso.

Yo desde donde estaba no pude ver nada, pero sí como Tom soltaba la esponja de golpe, dejándola caer al barreño.

Me acerqué y vi sangre, mucha sangre.

Tom fue a ver la bolsa de orina.

— No son los riñones —pensó a media voz.

Casi ni se le entendía, empezaba a hartarme que hablara con él mismo como si yo no estuviera allí.

— Ve a por toallas, Rachael.

Todo por amor (+18)© ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora