CAPITULO 38

214 43 84
                                    

Danielle

Ligeramente recostada en la parte trasera del coche de Julliam, apoyaba mi codo en el saliente de la puerta y miraba embelesada a través de la ventanilla.

El monótono camino había nublado mi visión provocando que no fuera consciente ni de lo que estaba mirando, mientras pasaban postes a toda prisa por mi retina.

Llevaba un rato así, hasta que caí de las nubes.

— ¿Dónde decías que está mi padre? —le pregunté.

Él conducía a toda velocidad por unas carreteras perdidas, nunca había pasado por ahí.

Solo alcanzaba a ver terrenos llanos de tierra y escasa vegetación.

— Julliam, ¿dónde estamos? —empezaba a angustiarme.

Él ni me miraba.

Que estuviera tan ensimismado en su particular mundo me pareció espeluznante.

Liberé mi cintura, soltando el cinturón, y me despegué levemente del asiento, pero él siguió sin hacerme el menor caso.

— ¡JULLIAM! —le insistí, colocándome entre los asientos delanteros.

Frenó en seco, dando un giro inesperado, y mi cuerpo se proyectó hacia un lado.

Me sostuve como pude para evitar salir por una ventana. 

Él bajó rudo, dando un brusco portazo, y se dirigió a la parte trasera del coche, rodeándolo.

Sus pies avanzaron con ansias y firmeza, dibujando un camino que ponía los pelos de punta.

Me volví a sentar y miré inquieta sus inquietantes pasos por el cristal trasero.

Su postura despertaba el terror de cualquiera a quien le palpitara el corazón.

Abrió mi puerta y me deslicé hacia el lado opuesto, intentando huir de él.

— ¡Baja! —sus ojos eran los del mismo Satán.

Al verlo, mi ser experimentó la intensa y desagradable sensación de la viva expresión del pánico que apareció llamando a mis tripas.

— ¿Qué es lo que pasa? —no alcanzaba a entender qué le ocurría ahora conmigo.

— ¡BAJA! —golpeando de una batacada el techo del coche.

Negué mirando esa cara de desquiciado y me sentí como un conejito escondiéndose de un mal zorro.

— Te estoy diciendo que bajes... —masculló impaciente para sí, como quien habla con una segunda voz interna.

Se inclinó en el interior del coche, me agarró del pelo y me arrastró hacia fuera.

Mi cuero cabelludo ardió tanto que agarré sus brazos en respuesta mientras me sacaba a rastras.

Una vez fuera, soltó mi pelo, tirándome al suelo.

Encogida, froté la raíz, me dolía demasiado.

Sus pies, tan cerca de mis manos que pensé en que me las pisaría.

Alcé la vista, me agarró por la chaqueta, y me estrelló contra el coche, destrozándome la espalda.

Sentí un dolor tan intenso, que no puede evitar soltar un grito agónico y desgarrado que acabó entrecortándose.

Mis piernas ni siquiera pudieron soportar mi peso y mi cuerpo magullado se deslizo por la carrocería hasta reposarlo sobre la tierra polvorienta.

Julliam, parado frente a mí, me levantó a la fuerza.

Todo por amor (+18)© ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora