CAPITULO 34

238 42 52
                                    

Danielle

— Date la vuelta —le ordené impaciente a Hugo.

Él me puso cara rara, como si no hubiera entendido lo que le había dicho.

— Vamos, date la vuelta, Hugo —le pedí, empujándole levemente para que me hiciera caso.

Se giró perezoso, de costado.

— No, así no. Bocabajo.

Me ojeó,  lo hizo y me puse sobre él, a horcajadas.

— ¿Qué piensas hacer ahí arriba? —levantando ligeramente su cabeza para verme.

— Ya lo verás. —Besé su nuca. — Vas a flipar —aseguré, con mis labios levemente desplegados de su piel.

Hugo sonrió y se quedó expectante.

Até mi pelo en una cola alta y él aprovechó para llevar su mano a mi culo.

Hugo quería jugar, o mejor dicho, seguir haciéndolo.

Le miré con los ojos inundados de felicidad.

Él era la causa de cada una de mis sonrisas.

— Para... —entre risas.

Él siguió tonteando.

— Estate quieto, Hugo.

No parecía querer parar, pero me hizo caso y reposó su brazo sobre el colchón.

Puse mis manos en sus hombros y reposó la cabeza.

Apreté suavemente, hasta hundir ligeramente mis dedos en la fortaleza de sus músculos y oí un leve gemido.

Reí.

Hugo agarró mejor la almohada y se acomodó en ella.

Masajeé su espalda lentamente y  recorrí sus marcados brazos, tan despacio como pude.

Mi visión quedó fija en el izquierdo.

Concretamente, en cada uno de sus tatuajes, impresos bajo su piel como la huella de una cicatriz.

Observé todos y cada uno de ellos, recordando las explicaciones que me había dado hacía unas semanas.

Él decía que se tatuaba todo lo que le cambiaba la vida.

En el envés de su muñeca, un ancla.

Lo compartía con su mejor amigo.

Ahora sabía a quién se refería con eso.

Vince y él, siempre se habían protegido el uno al otro, como hermanos.

Juntos, se mantenían firmes mutuamente con los pies en la tierra cuando la tempestad acechaba.

Sabían cómo aportarse la calma que tanto necesitaban en las peores marejadas.

Subí hasta esa rosa negra, que simbolizaba su propia muerte, seguido de un mapa de Italia, divido en tres partes.

Norte, centro y sur.

Veni, Vidi, Vici.

Ahora entendía lo que significaba para él.

Había vencido esa etapa de tanta soledad y oscuridad.

Ascendí un poco más, deteniéndome en una brújula vikinga que guiaba su camino de vuelta a casa.

Cerca, un atrapasueños precioso.

Hugo decía que él era el cazador de sus propios sueños.

Avancé por su brazo, topándome con el nudo de Odín, tres triángulos entrelazados.

Todo por amor (+18)© ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora