CAPITULO 15

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« Yo soy el monstruo de tu armario.
No mires al cielo, vengo de visitar el tártaro. »


León

Subidos en la moto. De regreso, hacia donde recogí a Danielle.

Iba a acompañarla a casa. Ese era el plan. El mío.

Se había hecho tarde, o no. Hacía mucho que no sabía distinguir eso.

Vivía de noche, dormía los días. Y tampoco siempre.

Habíamos pasado horas comiendo, eso sí.

Decidí ir por la autopista para evitar el tráfico y acabábamos de salir de esas carreteras, prácticamente vacías.

Estábamos a las afueras de un pueblo, bordeándolo, antes de llegar al centro de la ciudad, cuando comenzó a lloviznar.

Las insignificantes gotas caían ligeras, como el rocío.

No lo noté, hasta que impactaron las primeras, en la visera del casco.

Miré el asfalto.

La vía estaba húmeda.

Lo suficiente como para perder el control de Pantera.

Esas primeras gotas no avecinaban nada bueno.

Traté de equilibrarme, ante el movimiento deslizante de la rueda, y la moto se tambaleó bruscamente.

Escuché gritar a Danielle.

Puso a flor de piel mis instintos, balanceé de nuevo.

La moto volvió a temblar por tercera vez.

Dani se agarró fuertemente a mí.

Enderecé el rumbo, pero supe que acabar patinando era cuestión de tiempo.

Tampoco podía parar.

Íbamos a salir despedidos.

Las ruedas patinaron de nuevo y caímos.

Solté el manillar.

La moto cayó de costado.

Nuestras espaldas estrelladas contra el asfalto, se arrastraban sobre el pavimento.

Vi a Dani deslizándose de costado, delante de mí, y la oí chillar con desesperación, la moto le rozaba los talones.

Íbamos sin frenos.

La enganché de la mano, como pude, y tiré de ella, colocando su peso muerto sobre mí.

La abracé, con su espalda sobre mi pecho, y la aseguré entre mis brazos.

Mi espalda reventándose sobre el asfalto.

Unos segundos así, pasan rápido y despacio, al mismo tiempo.

La caída terminó sobre un montón de tierra. Podría haber sido mucho peor.

Dani encima. No se movía.

Apresurado. Despegué mi espalda del suelo y los dos quedamos sentados, ella apoyada en mí.

Levanté la visera de su casco. Vi sus ojos abiertos y respiré aliviado.

- ¿Estás bien? —inquieto.

Metí mi mano por el hueco que dejaba la visera de su casco y la miré.

Había sido un buen golpe.

Ella se movió levemente, respondiéndome con la cabeza.

- Creo que sí —consiguió decir, aturdida.

Todo por amor (+18)© ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora