┊CAPITULO 1┊

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León

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León

Alguien estaba muy interesado en seguir nuestros pasos muy de cerca. La duda era evidente, por qué.

A la vista. Intruso solitario y armado hasta los dientes, pretendía espiarnos. Mantenía las distancias agazapado entre los matorrales de la zona, pero no parecía tenerle miedo a nada.

«Ya no hay vuelta atrás», medité enfocado en mi futura presa. Ese tipo sería carnaza para mi clan. Cometió un error, acercarse a nosotros. Si osabas tener esa templanza, más valía que acertaras o seriamos un serio problema.

Nos encontrábamos en un gran almacén viejo, terminando un trabajito pendiente, pero la manada estaba alerta. Solo un insensato se atrevería a atacarnos de esa forma tan mezquina.

«Es hora de ganarse el pan, León», pensé casi en voz alta, mentando mi apodo.

Mis hombres pudieron oír mis pensamientos.

«Es el momento».

«Contraatacad».

Un gesto bastó.

Tres contra uno. Éramos los suficientes para obtener lo que queríamos: encontrar respuestas y tatuar una advertencia en su cuerpo.

Fueron tras él y la sabandija salió por patas hacia la explanada. Era necesario darle una lección. Un buen escarmiento. El paisaje se abría al horizonte sombrío, mientras avanzaban por el descampado. Sabíamos qué hacer y cómo. Mis chicos actuaban como soldados, cada uno a su posición. Le daríamos caza pronto.

Esta partida no daba de comer, pero necesitábamos salvaguardarnos las espaldas. Mis cachorros se pusieron a cubierto, agazapados mientras continuaban su avance. Son jóvenes y fuertes, pero no sabíamos si el intruso estaría solo o nos esperaba una encrucijada.

Actuando como perros sedientos de sangre, se hicieron con el control enseguida.

«La noche es toda nuestra».

El enemigo había caído en la trampa. Ahí, entre los árboles, quedó atrapado. Rezagado, ordené que le sometieran. Rodearon al objetivo y le despojaron de sus armas. Sonrieron. Estaba bajo nuestra merced. Mis hombres sostenían sus brazos a golpe de pistola por los costados, quedando yo a unos cuantos metros frente al adversario antes de hacer acto de presencia.

Mi sombra avanzó tranquila y mis pisadas resonaron por las piedrecillas sueltas del lugar. Nadie estaba allí sin mi consentimiento.

—¿De verdad creías que iba a ser tan sencillo? —Cuestioné trazando una risita astuta—. Ibas a necesitar una armadura mejor que esa —señalando con la cabeza el montón de instrumentos de defensa que le habían sido sustraídos—.

Me aproximé con calma, acomodando mi chaqueta desde la solapa en el proceso y creciéndome en mi deseo de que pagara por su atrevimiento. Era mi turno.

Todo por amor (+18)© ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora