No esperes la típica historia romántica, tampoco un cliché de mafia.
Lee el prólogo, si no te gusta deja de leer ❤️
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🏆Ganadora en la categoría mafia/policiaca de los #Red...
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León
El largo de la carretera provocó que me sumergiera tanto en mis pensamientos que parecía haber naufragado en ellos. Comencé a subir la intensidad sin darme cuenta. La vía era amplia y no muy iluminada, lo suficiente para que pudiera conseguir ver una silueta atravesando la calzada a toda prisa. Mis ojos se abrieron como si la escena se acercara a cámara rápida, aproximando el detalle.
—Cazzo! —Quejándome en italiano. Pisé a fondo el pedal y subí la palanca de mano para parar en seco—.
Mi Lamborghini quedó ladeado por la resistencia que provocaron los frenos. El motor dejó de rugir en el acto y las ruedas marcaron un buen tramo del asfalto. Tuve la fortuna de haber visto a Danielle en el momento justo.
Sin bajar, a través del cristal tintado del coche, vi perfectamente la cara de ese tipo que le acompañaba. Ya había tratado con él antes. Le gustaba el juego sucio. Trabajaba lanzando cepos en madrigueras ajenas. Una buena rata de alcantarilla capaz de vender a su madre a cambio de un hueco en el negocio oscuro. Un poli corrupto. «¿Qué haría ahí?». Solo salía a la luz con buena cara y escoltado bajo una placa, junto a su nombre y un número de identificación, que le abría un par de buenas puertas. Así, se unía a la batalla a dos bandas.
No me hizo ninguna gracia descubrir con qué clase de calaña se relacionaba Danielle, pero mucho menos oír cómo le gritaba. «Pedazo de mierda», escupí mi pensamiento. Acomodé mi mandíbula, hasta hacerla crujir, y, a punto de bajar, la vi irse. Relajé las ganas que ya le tenía y continué mi camino.
Julliam era muy retorcido. Dudé si la joven era una marioneta suya para acercarse a mí. La idea de que Danielle se limitara a cumplir órdenes de aquel pajarraco no me preocupaba, pero para ser sincero, odié la imagen de que fuera precisamente ella quien tratara de jugar a ser mayor conmigo. Quizás fuera muy macabro que la chica se rompiera el traje adrede y supiera dónde encontrarme. Sin embargo, toda opción era posible. No podía descartarlo. «¿Quién eres, Danielle?» , mantuve mi pensamiento hasta llegar a mi piso.
