CAPITULO 35

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León

Llamábamos cabaña a la morada donde se resguardaba la familia.

Un buen nombre con el jugábamos al despiste, estaba muy alejada de ser una casa pequeñita y tosca.

Nuestra guarida, un refugio blindado de categoría en la que estar cuando ahuecábamos el ala.

Armada y vigilada, día y noche.

Un espectacular búnker de grandes dimensiones y a prueba de bombas, que anidaba en la superficie, a vista de todos los que pasaran por ahí.

La decisión de pasar casi unos tres años fuera de la cabaña fue una necesidad.

Vince recibió la gran noticia que cambiaría su vida por completo.

Un gran paso que vendría con el pan bajo el brazo y que necesitaría madurez.

Su mujer estaba embarazada.

Nuestros enemigos debían perdernos la pista por la tranquilidad de los padres, y de todos.

Y ahora, tras descubrir que somos más fuertes juntos, habíamos vuelto a unirnos.

Les dije a todos que regresaran, y obedecieron, pero yo preferí ausentarme durante un tiempo extra de mi leonera.

Toda una contradicción por mi parte, pero tenía mis razones.

Una en concreto.

Danielle.

Mis pies bajaron del coche y miraron la magestruosa entrada de ese palacete, con una única idea en mente.

Toca volver a casa.

~~


— ¿PERO QUÉ VEN MIS OJOS? —soltó Vince desde la otra punta de la planta baja de la casa, haciendo gala de su actitud vivaracha como si le sorprendiera verme llegar.

En realidad, nos conocíamos tanto que era capaz de leerme la mente.

Sabía perfectamente que me dejaría caer por allí más pronto que tarde.

Les debía un par de buenas explicaciones y él estaba impaciente por tirar de la manta.

— ¡Si es la alegría de la huerta! —terminó de decir.

Tirando de su fina labia se apoyó en una columna decorativa situada en el living, por si no me había percatado de que estaba allí.

Desde la entrada del casoplón, clavé mi visión en él y di un portazo.

Tenía demasiado encima como para andar con sus tonterías.

— ¡Colega, a mí nadie me intimida con la mirada! —me devolvió atravesado.

Recorrí el vestíbulo cruzando ese amplio y luminoso recibidor hasta llegar al salón del fondo, que empezaba bajo varios arcos de medio punto.

— Por fin apareces, ROMEO —siguió con retintín.

Vince había estado demasiado rato esperándome y parecía molesto por mi demora.

Cuando pasé por delante, le hablé con los ojos como si estuviera perdonándole la vida.

— No tengo tiempo ahora, Vince —mi tono debió servirle de aviso.

Seguí mi camino, pasando por alto como me acababa de llamar para no mandarle de paseo.

— Mírate —me dijo soltando una carcajada fingida. — Si viene de punta en blanco —espetó irónico, muy alejado de hacerme la rosca.

Cayó en la cuenta de que llevaba la misma ropa que la última vez que me vio en Closer.

Todo por amor (+18)© ✔️ Donde viven las historias. Descúbrelo ahora