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Jeongin no supo cuando comenzó. Desde que era niño, incluso creía que desde antes que comience a usar el razonamiento, él había sido un omega extremadamente sensible. No le gustaba desobedecer, molestar, hablar, lo irritante, lo problemático, los gritos, los golpes, y peor aún, la sangre.

Para un chico como él, del nivel de sumisión, de anhelo de aceptación. Se le fue un infierno intentar pasar desapercibido por los alfas.

Por qué aunque no lo crean, esa cualidad tan débil y poco envidiable de Yang Jeongin, lo dejaba en la lista de los omegas más fetichados del mundo.

Con el pasar de los años y más años, Jeongin no pudo ir peor. Y no era que no le gustará ser así, en realidad para él el ser amable, delicado, atento y tranquilo lo mantenía en un buen balance consigo mismo. Por qué con lo cruel que era el mundo, ser benigno y dar una dosis de amabilidad a las personas era su calmante.

Sin embargo, los contras siempre serían la falta de resistencia a los actos crueles o sangrientos, o simplemente los momentos opacos en el mundo brillante que el se proyectaba.

Es ahí, cuando cae en cuenta que podrá pasar desapercibido bajo la luz del sol pero a solo metros de él bajo las sombras lo está esperando una dosis de buena maldad para su estabilidad.

Y en realidad ya no lo estaba esperando, ya estaba ahí.

Frente suyo.

Por un momento creyó haberse desconectado del mundo, de sí mismo, de su cuerpo. No pudo temblar o hablar, tampoco llorar, aunque bueno, si usará un poco la cabeza sabía que llorar es todo lo que haría apenas comience a procesarlo todo. Un escalofrío helado y desolador le recorrió el cuerpo mientras intentaba entenderlo, encontrar una respuesta ante la crueldad que estaba presenciando.

Sus pesadillas eran recuerdos de Hyunjin.

Hyunjin, su Hyunjin, su alfa.

El hombre que siempre andó con una fachada de poder y sin ápice de compasión. Nunca se mostró afectado por lo cruel de su trabajo, de su mundo, de su día a día. Cuando conoció a Hyunjin incluso creía que el hecho de que el alfa se esté fijando en él era por que le había parecido una atracción divertida.

Cuando empezó a conocerlo con el tiempo, y Hyunjin reía con él, hablaba con él, le sonreía y sus ojos brillaban. Nunca en ningún pequeño segundo de su vida habría pensado que aquel rostro perfecto y la personalidad desinteresada y juguetona sea solo una fachada de un interior oscuro y dolido.

Hasta solo unas semanas no lo había visto.

Hasta solo unas semanas Hyunjin le ofrecía sonrisas de falsa calma.

Pero como podía culparlo, si ni siquiera él mismo Hwang Hyunjin aceptaba que su pasado aún lo perseguía pisándole los talones. Hyunjin hasta en ese momento no veía el pasado, o al menos no con atención, lo que veía él eran demonios, espíritus malignos que según él estaban en su cabeza recordándole la crueldad de todos sus actos en cada paso que daba.

Cuando la realidad esos demonios eran un explosivo de recuerdos mal enterrados de abuso y maltratos. Que aunque él lo intentó enterrar en un pozo negro.

No lo pudo contener cuando marcó a Yang Jeongin.

Por que especialmente cuando retienes una caja de explosivos que se acerca al fuego como imán, y tú no eres capaz de enfrentarlo. No queda de otra que arrojar esos explosivos a un alma más fuerte y capas.

Y es que Jeongin puede ser sensible, delicado, asustadizo y sumiso. Pero su alma no estaba tan dañada, él podía ser una buena herramienta para cargar explosivos, incluso si estos ya están explotando, apenas podrá llevar un 40% de su alma completa y levemente agrietada.

Melifluo | Hyunin #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora