1

58.4K 4.3K 10.1K
                                    

Jeongin se coloco una sudadera confiando que aquella prenda lo reconfortaria de la fría y húmeda ventisca, a varios días de que se inició el otoño las fuertes lluvias y tifones que atentaban las calles de Seúl eran muy comunes, Jeongin las odiaba, no sería así si no tuviera que aguantar los charcos de lodo y el frío helar sus débiles huesos hasta causarles feos escalofríos cada que iba a trabajar, él no se podía permitir gastar su dinero en prendas costosas.

Yang Jeongin era un omega de 22 años, trabajaba como secretario en un instituto de su barrio y en un mini supermercado como repositor, que apenas lo mantenía con una comida al día y su renta del mes, la rutina de cada año, fotocopiar e ir de aquí y haya con muchos papeles, pero Jeongin estaba bien con su día a día.

Bueno, casi bien.

Creía que con ver en sus recesos a los niños de aquel instituto lo llenaría por completo, o las sonrisas de aquellos mayores del asilo que cuidaba cada fin de semana, sus compañías lo llenaban, lo mantenían estable en aquella cuerda floja en que se encontraba.

Todo estaría bien.

Si no existiera él.

Su padre no era alcohólico, tampoco lo golpeaba o usaba palabras para herirlo, sin embargo si era extraño, extraño de una manera escalofriante, si bien era un vago que no trabajaba y vivía del dinero de su hijo, lo agradecía siempre con aquella sonrisa que a Jeongin le causaban muchas cosas desagradables en su interior, cuando su padre, Yang Jinho, trata de agradecerle por su humilde ayuda.

Es donde todo se vuelve escalofriante y desagradable.

Jeongin odiaba cuando su padre hacía algún trabajo que requería dos horas para recibir algunos dólares y de aquel dinero le compraba mucha ropa al omega, ropa sumamente vulgar, y entonces insistía a Jeongin a que se los pruebe, ya que según él, se esforzó mucho para conseguir el dinero y poder obsequiarselos, el omega juraba que cuando su padre lo veía con los diminutos shorts o los accesorios de cuero, su mirada cambiaba por completo, los ojos oscuros y las pupilas dilatadas ya no eran las de un padre amoroso y agradecido.

Y entonces lo fotografiaba, y murmuraba un:

- Se lo mostraré a tu madre, hijo, mira la cámara.

Y el principal problema, es que su madre estaba muerta.

Pero Jeongin no refutaba, siempre repitiéndose que podría ser normal, que tal vez su padre lo seguía viendo como un cachorro, aunque en la realidad siempre quiera preguntarle.

"¿Por qué me haces esto?, ¿por qué me miras con aquellos ojos?, ¿qué es lo que siempre tu mirada busca en el baño cada vez que me ducho?".

Jeongin estaba bien mientras siga siendo estable.

+

Con distracción los dedos de Hyunjin acariciaban el caño de su revólver, el frío hierro abrazando las yemas de sus dedos, con las piernas cruzadas en aquel sofá de cuero, escuchaba el tic tac del reloj, no se detenía, en ningún momento, pero debía esperar, las pilas se acabarían, dejarían de tener energía, se agotarían, tal cual su paciencia en ese momento.

- Señora Moon, tic tac~- tarareo Hyunjin desviando sus ojos de su arma y observando la ventana de aquella habitación, acercando el largo y frío caño del revólver se rascó la nuca al escuchar los sollozos de la mujer, le incomodaba, con más insistencia frotó el arma contra su piel.

- N-no podría...- Hyunjin comenzó soltar pequeños chasquidos negativos, ignorando como los espasmos de aquella mujer se incrementaban, giro de nuevo observándola en el suelo, totalmente arrodillada con todo el torso apoyado en el suelo y la frente sobre sus manos.- s-se...- el temblor de su voz la interrumpió. Cansado Hyunjin se levantó del incómodo mueble- ¡S-señor Hwang!- imploró gateando en el suelo para poder acercarse, ya que no se permitía ni atrevía a tocar a aquel alfa.

Melifluo | Hyunin #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora