Capítulo 22 ~ Batalla de los siete Potter

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Flashback ~ 20 años antes

Durante varias semanas, Draco y yo estuvimos huyendo por nuestra cuenta, apareciéndonos cada vez que encontrábamos el lugar inseguro. Aunque la misión se llevase a cabo con éxito, nosotros habíamos fallado y temíamos por nuestra integridad. El castigo sería acorde a nuestra falta, sin lugar a dudas.

Esa tarde, a la hora del ocaso, cuando nuestros dos escasos galeones ya se habían esfumado y estábamos moribundos del hambre, nos localizaron. No mi padre, ni siquiera un mortífago. Nada de eso. Con un sonoro crack, apareció ante nosotros una de las jóvenes elfinas de la mansión bajo la orden de su ama Narcissa. La madre de Draco, angustiada y llena de preocupación, había mandado a la joven elfina en nuestra búsqueda alegando que el señor oscuro estaba totalmente ocupado en otros asuntos como para reparar en el hecho de que nosotros no matamos a Dumbledore y añadió con felicidad extrema que su buen amo, el señor Lucius, había regresado a casa tras otra fuga masiva de magos tenebrosos de Azkaban. La joven elfina nos apresuró, "les están esperando en una reunión importante". Sin darnos tregua, nos tomó a cada uno del brazo y se apareció con nosotros en mitad de la cocina de la Mansión Malfoy.

-Niños-oímos en cuanto tocamos suelo- ¿estáis bien? ¿estáis heridos? Oh, mis pequeños, cuanto os he añorado

Narcissa nos envolvió en un fuerte abrazo mientras sollozaba. Estaba más delgada, más demacrada. Su cabello había perdido ese característico brillo y unas profundas ojeras acunaban sus ojos. Sin tiempo para más saludos de bienvenida, nos acompañó hasta lo que un día fue el salón principal y que ahora estaba ocupado por una gran y larga mesa de madera oscura. Allí nos esperaban los mortífagos más cercanos a mi padre, con la estúpida serpiente arrastrándose alrededor. Draco se paralizó al ver a su padre. Nadie podría reconocer en en él a aquél hombre elegante y de buen porte que solía ser antaño. Lucius se colocó a nuestro lado, protector, apoyando una de sus manos en el hombro de su hijo mientras la otra, la que sujetaba el bastón, rodeaba mi cintura.

Decir que la reunión fue algo rutinario sería una mentira, pues en la vida de un mortífago un día normal se regía por la cantidad de muertes que podían sumar y, esa noche, la muerte que habíamos agregado a la lista de inocentes fue la de la profesora de estudios muggles de Hogwarts. Jamás tuve el placer de conocerla, nunca me interesó su asignatura y ahora me arrepentía. Claro que lo hacía. Había muerto ante mí no sólo una persona totalmente desconocida para mí, si no que además no había hecho nada por impedirlo. Tantos años dedicada a la igualdad de todos los magos y muggles, esforzándose a diario por y para sus alumnos, para acabar siendo el tentempié de Nagini.

"Van a trasladar a Potter el día anterior a su cumpleaños" decía alguno. "No, van a esperar a que el ministerio deje de controlar sus movimientos, saben que nos hemos infiltrado", bufaba otro. "Lo llevarán a casa de algún miembro de la orden" concretaban. Ninguna información parecía totalmente cierta, no sabían como proceder. Me sentía fuera de lugar, y absolutamente preocupada. Si trasladaban a Harry, estaría bien vigilado, protegido, y eso implicaba muchos miembros de la Orden del Fénix alrededor de  El Elegido, incluyendo a George Weasley. Miré a Draco y comprendí que pensaba lo mismo, que en cualquier momento podíamos perder a aquellos que ocupaban nuestros corazones.

Fue Snape, el traidor de Severus Snape el que finalmente proporcionó al señor tenebroso la información necesaria para el ataque, pero aún no tenían la confianza suficiente en Draco y en mí como para dejarnos participar en el ataque. Por un lado, agradecíamos mantenernos al margen, como un par de cobardes, pero por otro lado nos angustiaba no saber si las personas que nos importaban salían o no ilesos de la emboscada. "Debemos avisarles" repetía una y otra ve Draco andando de un lado a otro por su habitación. "¿Cómo? No tenemos como salir, interceptan cartas" le respondía. Debatíamos múltiples opciones poco convincentes cuando el ruidosa elfina que nos localizó en nuestra fracasada huída nos trajo la cena. Miré al rubio al tiempo que él hacía lo mismo conmigo. Ya sabíamos como escapar de la Mansión.

Cuando George rompió mi corazón ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora