Cuando George rompió mi corazón ||TERMINADA||

Capítulo 42 ~ Señorita Riddle

Ministerio de magia ~ Presente

Desde que volvimos hace una semana de la cena en la Madriguera, un pensamiento me había robado el sueño casi por completo.

Cada noche, me quedaba hasta bien entrada la madrugada observando a Draco y en cómo nos había cambiado la vida en el último año.

Y es que el rubio no podía borrar de la cara la sonrisa el día que veía a Harry o recibía noticias de él. Además, Scorpius se había acostumbrado tan rápido a pasar tiempo con Albus y sus hermanos que sabía que era una buena decisión. Por eso no podía aplazarlo más, aunque doliera.

Llamé a la puerta del departamento de seguridad mágica con decisión y de inmediato escuché como unos pasos avanzaban hacia ella.

Debía admitir que estaba nerviosa, no era algo fácil, pero sabía que era lo correcto.

--Buenos días joven. Busco al señor Potter.

--Buenos días. ¿Tiene usted cita?--preguntó extrañado revisando una agenda que traía consigo

--No, pero creo que podrá hacerme un hueco--dije apartándolo la dichosa agenda de su campo visual-- Dígale que la señora Malfoy a venido a verle.

Apenas dos minutos después, el joven mago regresaba apresurado.

Me condujo por un estrecho y desordenado pasillo hasta una puerta ubicada al fondo y dónde rezaba el letrero de "Sr. Harry Potter. Jefe de seguridad mágica". El joven, en un acto muy galante, me abrió la puerta y me cedió el paso.

--Gracias Will, puedes retirarte--ordenó el cara rajada-- ¡T/n! Que gusto verte. ¡Siéntate, por favor! ¿A qué debo tu visita?

--Sin formalidades Harry--dije bastante seria-- Vengo a hablar contigo sobre Draco.

Potter se tensó de inmediato. Tragó con dificultad un par de veces visiblemente nervioso y se levantó de golpe, caminando por la habitación mientras alborotaba aún más su cabello despeinado.

--Sabía que no era buena idea. Que te molestaría. Sabía que no era buena idea, no lo era--balbuceaba el pelinegro

--Harry, eh. Cálmate. Harry, vamos.

No era capaz de mirarme, mucho menos de escucharme, por lo que tendría que recurrir a otros métodos.

--¡HARRY!--grité y él me miró de inmediato-- Siéntate, ahora.

La autoridad en mi voz pareció ser lo que Harry necesitaba y se sentó mirándome fijamente. Sus ojos brillaban de culpabilidad y sus manos se retorcían de forma nerviosa buscando algún método para calmarse.

--No vengo a reprocharte nada, Harry. Más bien al contrario.

--¿Al contrario?--preguntó extrañado

--Vengo a agradecerte todo lo que le haces sentir, Harry, y a darte una pequeña ayuda para que luchéis por lo vuestro.

El hombre con la cicatriz en la frente me miraba cada vez más perdido, como si lo que yo le estuviera diciendo no tuviese ningún sentido y me hubiese vuelto más loca que Lockhart al final de segundo curso. Enternecí mi expresión severa característica de una buena señora Malfoy y dejé libres mis sentimientos.

--Sé que mi matrimonio ha sido feliz, Harry. Muy feliz, pero sólo ha funcionado porque éramos buenos amigos, sólo eso. Jamás podré darle lo que tú sí, y eso es el amor. No fraternal, como el que él y yo nos procesamos mutuamente, no. Amor de verdad, tan incondicional que ha sobrevivido a dos décadas de separación.

Agaché un momento la mirada para poder sacar de mi bolso los papeles y se los tendí tras un largo suspiro.

--Quiero daros la oportunidad de vivirlo.