Cuando George rompió mi corazón ||TERMINADA||

Capítulo 35 ~ Nuevas amistades

Mansión Malfoy ~Presente

Habían pasado tres días desde mi última visita a Hogwarts y, aunque Scorpius seguía manteniendo correspondencia conmigo, la cantidad había bajado considerablemente debido al castigo que habíamos acordado Ginny, George y yo con la profesora McGonagall. Limpieza del armario de los trofeos de forma muggle y ordenar los invernaderos cada noche durante dos semanas nos había parecido una buena forma de empezar. Además, tanto Fred como James tendrían prohibido ir a Hogsmade hasta nuevo aviso, ya que eran los únicos que podían hacerlo, mientras los más pequeños se quedarían sin ninguna actividad extraescolar, incluido los partidos de quidditch.

Scorpius no cesaba de protestar por tener que compartir tiempo de castigo con Fred Weasley II. Bajo su opinión, el chico era demasiado insistente, bromista y no tenía filtro con las palabras, lo cuál me hacía gracia, ya que parecía estar describiendo a su padre cuando yo le conocí y, por otro lado, su prosa me daba a entender que se estaban llevando mejor. "No es que me importe" me recordé, ya que desde ese día volví a recordarme que George Weasley era cosa del pasado.

Cerré la carta doblándola por la mitad y recuperé mi taza de té. No acababa de dar el primer sorbo cuando unos brazos me rodearon por detrás mientras la voz que tanto había añorado durante más de una semana me daba los buenos días.

Draco había vuelto anoche, demasiado cansado para hablarle del castigo de su hijo, pero se dió cuenta al momento de que algo pasaba. Alarmado y creyendo que se debía a algo bastante malo, le puse al día mientras nos metíamos bajo la sábanas pero, de todo lo que le conté, de lo único que me preguntó al respecto fue por la separación de los Potter. Sabía porqué le interesaba tanto esa parte, por lo que dejé escapar una risita durante unos segundos para mantener la intriga antes de responder. Él comenzó a hacerme cosquillas en venganza y tuve casi que gritar para que se detuviese. Una vez recuperada mi respiración, le di la gran noticia de que su amado cuatro-ojos por fin era libre para no sentirse culpable por estar con él. "Pero yo seguiré contigo, por lo tanto, las cosas no cambiarán" se había lamentado el rubio acomodándose en nuestro cómodo colchón antes de conciliar el sueño y ahora, sentado frente a mí leyendo la edición matutina del diario El Profeta y bebiendo café, podía apreciar que había pensado al respecto durante esa noche, o al menos eso me indicaban sus ojeras incipientes.

En cuanto se percató de que estaba mirándole, me dedico una amplia sonrisa.

-Esta mañana te has levantado glotona, ¿eh? ¿Qué ha sido de las náuseas?-bromeó riendo levemente ante la bandeja repleta de croissant que tenía ante mí.

-Es tu culpa, tú me los has traído-le solté cogiendo otro más

-Sé que son tu perdición, no he podido resistirme-se escusó con una amplia sonrisa

Antes de poder decir nada más, una lechuza comenzó a picotear la ventana pidiendo paso. Draco dejó el profeta sobre la mesa antes de dirigirse a ella. Abrió la ventana y un poco de frío entró, aún haciendo notorio que seguíamos en invierno. Retiró el sobre que llevaba el animal antes de cerrarla para volver a sentarse.

-Es... Es del ministerio-dijo frunciendo el ceño.

Se sentó rápidamente y la abrió sin demora. Releyó por encima y soltó alguna que otra palabra mal sonante en el proceso para finalmente pasar una mano por su mentón de forma pensativa.

-Querida, ven aquí-dijo de forma nerviosa- Esto te concierne más a tí que a mí.

Me acerqué dejando previamente con cuidado el trozo de croissant que tenía a medio comer en el plato prometiéndole que enseguida volvía para devorarle a él y otros cuantos más. No nos separaba mucha distancia, pero conforme avanzaba cada paso Draco iba desesperándose más. "Debe ser algo muy malo" pensé al momento y en cuanto apoyé mis manos en el respaldar del asiento que Draco solía utilizar, él me tendió la dichosa carta.