Capítulo 44 ~ ¿Una oportunidad?

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Una lechuza picoteaba el cristal de la ventana de la cocina, esperando a que le diese paso. Solté mi taza de té sobre la encimera y me dejé caer sobre la misma para alcanzar la manija de la ventana. Con tan solo un par de palmos abierta, la lechuza que me era ya tan conocida entró y se posó sobre el grifo, extendiendo su patita para mostrar la misiva que tenía atada.

Abrí el cajón que tenía un lado y saqué las golosinas favoritas del ave antes de retirarle el mensaje; un trozo de pergamino bastante corto para mi gusto.

"Hola, Mamá.

Albus y yo hemos sacado un excelente en nuestro examen de transformaciones de ésta semana. La profesora Mcgonagall dice que está muy orgullosa de que hayamos decidido implicarnos más en los estudios que en los problemas, aunque ayer nos volvieron a castigar a Fred y a mí por poner un poco de turrón sangranarices en el desayuno de Filch.

En fin, cosas que pasan.

Papá me ha escrito ésta semana y me ha contado que iréis los dos a recogerme al King's Cross. ¡Estoy muy emocionado! ¡Nos vemos allí en apenas una semana!

Deseando veros,
Scorpius"


Me alegraba muchísimo que mi hijo tuviera amigos. ¡Qué madre sería si no! Pero, ¿tenían que ser los hijos de George? Eran tan dados a los problemas como su padre, con el mismo desdén por las normas y con un grandísimo expediente de castigos.

Sabía que los Weasley habían sido muy importantes en el día a día de mi hijo ese verano, pero aún había algo en mí que se lamentaba de haberlos dejado entrar en mi vida de nuevo.

Doblé el pergamino por la mitad y lo sustituí de nuevo por la taza. Fuera hacía frío y comenzaba a nevar, cubriendo todo el jardín que en antaño había sido testigo de mi rebeldía, de un amor fugaz, y de un encontronazo entre mortífagos y un indefenso muggle.

Edward... Ya nada quedaba de esa chica que cayó a sus pies. Esa chica ruda que acababa de pasar por un gran dolor, acostumbrada a cerrarse en si misma y que con sólo una sonrisa logró romper todo lo que creía conocer de los muggles, cambiando toda mi forma de ser y actuar... Mi forma de sentir.

Tampoco quedaba nada de la chica que halló su primer amor en Cedric... Tan narcisista, egocéntrica y con ideales de supremacía de la sangre pura que no eran más que auténtica basura, pero que lograba sacar su lado más sobreprotector y tierno cuando estaba entre sus brazos.

Mucho menos era la chica de la que se enamoró George. La guerra, las desilusiones y el tiempo la habían aniquilado. Ahora sólo era una persona fría y distante, como la nieve que cubría el jardín y que no cesaba en caer. Entendía porqué la lechuza se estaba demorando tanto en irse; yo tampoco querría.

Además, esa leve compañía me hacía sentirme menos sola.

Sabía que había tomado la decisión correcta en cuanto Draco corrió a los brazos de Potter, pero jamás imaginé que me sentiría tan sola a pesar de que el rubio que siempre había ocupado mi vida viniese a verme cada día.

Había vuelto a recluirme, como hice durante tantos años, lamentándome cada día haber accedido a entrar en Sortilegios Weasley aquél agosto antes de la entrada en Hogwarts de mi hijo.

Era más feliz antes, sin tantas complicaciones; aunque ahora, al menos, sabía que estaba viva. Lo había sentido la primera vez que las ásperas manos de George recorrieron mi cuerpo. Y volvió a recordármelo cuando estaba tan perdida que necesitaba la luz de un faro para llegar a casa.

Él fue mi faro, mi guía. Pero volvió a dejarme en una oscuridad sin retorno.

--Te he echado de menos.

Cuando George rompió mi corazón ||TERMINADA||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora