Los estudiantes estaban alborotados por lo que en media hora antes, había pasado. Nadie había ido por el almuerzo, más bien esperaban saber lo ocurrido en la biblioteca. La directora les había dicho palabras alentadoras pero nada calmaba la multitud y mucho menos a los familiares de mela que se habían ido a prisa al hospital donde ya la tenían, su madre me había dedicado una mirada de odio y repudio que me había roto el corazón, ni siquiera sabía nada, no había escuchado a su hija ni a mi y ya daba por cierto los rumores.
Nadie pensaba en mi de la forma correcta, solo pensaban que era culpable y que había agredido la chica y no los culpaba. Nadie más que Mela y yo sabíamos exactamente lo que había sucedido, ellos solo hacían suposiciones.
El pasillo principal estaba repleto de estudiantes que esperaban respuestas, otros confundidos y murmurando cosas apenas audible.
Mi mirada calló en grupo de chicas que hablaban sin parar, —¿No que eran amigas de toda una vida? ¿Qué sucedió entre ellas?— susurraba una chica sin detenerse a disimular, sabía que la escucharía al volumen en que pronunciaba tales palabras. Sin remordimientos. —Mela perdió un embarazo, lo tenia muy escondido la santísima—. Añadió otra chica.
Sentía un peso terrible en mi cabeza.
Las miradas se clavaban en mis ojos y luego en las esposas que ataban mis manos, privándome de la libertad, llevé mi mirada al suelo, estaba avergonzada ante esta situación.
La directora caminaba junto a mi y los policías que me sostenían de ambos lados, mis piernas flaqueaban y temblaban, espera un posible desmayo, estaba lejos de la realidad, de pronto todos los murmullos comenzaron a escucharse lejanos y muy bajos, levanté la mirada encontrándome con aquellos ojos grises y un rostro perfecto, nuestras miradas chocaron salvajemente y sentía que el chico me desafiaba.
—Señorita Sophia, ¡Debemos avanzar!— Escuché la voz del comandante que sostenía mis manos esposadas, mas no di un paso más. Mi cuerpo había quedado rígido. No sentía las punzadas de dolor que generaban las esposas que ataban mis manos ni el fuerte agarre del policía.
Tragué saliva al ver que aquel chico me observaba sin discreción alguna, atravesándome con su mirada. Parecía analizar cada parte de mi cuerpo, pero también parecía desafiarme a una guerra sin final alguno. Era la segunda vez que le veía y causaba la misma reacción en mi cuerpo, entonces un fugaz recuerdo pasó por mi mente; la mirada del chico que había asesinado a cristina aquella noche, todo giraba a el.
Mi cerebro recibió las órdenes de mover mis pies y salimos del edificio, nos acercábamos a donde estaba aquel chico. Tenía una chaqueta oscura, su cabello recogido hacia el lado, sin ondas, era totalmente lacio y muy negro, haciendo resaltar el color de su piel y sus ojos, aquellos que infundían temor e intimidaban a cualquiera, estaba en su auto apoyado, era el único que no me había arrojado un comentario acusador.
Escuché un eco en mi cabeza repetirse con fuerza y provocarme un dolor intenso, decía: He venido por ti. Tuve que cerrar mis ojos para intentar calmar el intenso dolor.
Era él, sin dudas era él y juraba escuchar su voz advirtiéndome que me devoraría, así que también le miré fijamente, obligándome a ser fuerte, sintiéndome perdida en sus pupilas que ya se había dilatado y seguramente me veía igual de amenazante que él. Esto lo pagaría, me iba a encargar de descubrirle.
No podía acusarle como sospecho, no sin pruebas, y si de hablar de pruebas era, no sabía ni su nombre, ni siquiera las redes sociales tenían datos sobre el. Era como si estuviese en el mundo y al mismo tiempo no perteneciera a él. ¿A casa sus padres no le habían registrado al nacer o es que él mismo había borrado todo? Me incomoda no saber nada, pero había forma de saberlo, la buscaría a pesar de que fuera a costarme demasiado.
Le seguí con la mirada hasta estar dentro del auto, sentía la sensación de que todo tenía que ver con él y nadie más, solo que sabía muy bien cómo hacer su mala jugada, sin equivocarse y sin dejar rastro alguno, y las conclusiones llegaban acorde con la tragedia que había ocurrido ante mis ojos, no eran inventos ni historia de terror que había sacado de un libro, era real, yo lo había visto, algo en mí gritaba que era él, el causante de todo, aunque el chico que nos había encerrado en la biblioteca llevaba una capucha y cubría sus ojos y nariz, tenían un parecido, además pudo haberse cambiado la vestimenta, lo que hacía cualquier delincuente con tal de protegerse de la policía.
Quería confundirme, pero mis ideas estaban organizadas e iría por descubrir más, por saber, tan solo, su nombre.
Pero este era uno muy diferente a esos delincuentes y asesinos que rondaban por ahí, este era de aquellos que sus huellas no las dejaban en ningún lado. Era silencioso y extremadamente cuidadoso. Nada podía probarle ni acusarlo. No dejaban evidencias, este había borrado la evidencia en la cámara, quizás sonrió porque pensó que había ganado, aunque si tenía la probabilidad, pues si la víctima no recordaba lo sucedido o muriera sin testificara, yo quedaría encandelada por 30 años.
"30 años, condena máxima por asesinar." Gritó mi conciencia, martirizándome más. Aunque estaba más que segura que no era asesina ni mucho menos la causante del hecho, pero la policía me habían encontrado allí, con las manos cubiertas de sangre y a mela en mis brazos, para ellos no hacia falta ninguna otra prueba, excepto la palabra de Mela.
Lo que si me aterraba era que mela jamás despertara, pues de ser así, me condenarían a presión por largos años, ya que la única que estaba con mela, era yo. No habían más sospechosos, las cámaras no registraban nada de ese día, de esa hora, estaba todo en blanco.
Si Mela no decía lo que en verdad había sucedido... quedaría encarcelada.
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Herida
Mystery / ThrillerCristina Wiltom lo sabía todo. Fue herida como las demás, pero se había llevado todo lo que sabía a la tumba, dejando en manos de Sophia clein, un inquietante, desesperante y terrorífico misterio que resolver. Sin pruebas era imposible confirmar y c...